Vivir el euskera a 15.598 kilómetros
La distancia en este caso no hace el olvido. Julen e Iñigo, dos vascos que residen en Australia desde hace años, explican cuál es su relación con el euskera
Julen Arrizabalaga e Iñigo Calvo de la Quintana, una pareja de Donostia y Algorta viven el euskera nada más y nada menos que a 15.598 kilómetros de distancia. Estos dos vascos, con alma de aventureros, decidieron emprender hace unos años un viaje a Australia y tanto les gustó la calidad y la forma de vida en Oceanía que decidieron aplazar su regreso. Tarde o temprano saben que volverán a Euskadi, pero por el momento ambos trabajan para ahorrar dinero y dar forma a un sueño: transformar una vieja caravana en una casa rodante, una iniciativa a la que han bautizado como Vangoaz. “Aquí se vive bien. El ambiente de Australia nos encanta. Siempre quisimos venir a vivir aquí porque nos sentimos a gusto”, destaca Julen.
Él trabaja en una empresa familiar como responsable de marketing e Iñigo estudia un grado de Electromecánica y también trabaja de mecánico en una empresa. Los once días del Euskaraldia los han vivido desde la distancia. Tanto Julen como Iñigo echan de menos hablar más en su lengua porque en Australia sus amigos no saben. Pero, según confiesan tampoco entre ellos usan su lengua todo lo que deberían. “Entre nosotros no solemos hablar mucho. De hecho, lo solemos hacer cuando queremos que el resto no entienda lo que decimos. Aquí hay mucha gente que entiende el castellano”, explican. Pero reconocen que la lengua y sus raíces las llevan en el corazón y echan de menos muchas cosas. Tanto Julen como Iñigo hablan a través de Skype con su familia y ahí sí que lo hacen en euskera: “Mi relación con el euskera la mantengo con la gente de Donostia, la familia y los amigos con los que me suelo poner en contacto”, relata Julen, campeón del mundo de kayak surf.
De vez en cuando suele quedar con una chica vasca con la que recuerda cosas de Euskadi y con la que habla en euskera. En febrero, el grupo Berri Txarrak tocó en Sídney y no dudaron en viajar hasta la ciudad y disfrutar del concierto. “Fuimos a la Euskal Etxea y allí todo el mundo era euskaldun. Allí hablamos un montón en euskera. Fue toda una experiencia que disfrutamos mucho”, admiten.
Su intención es acondicionar la vieja caravana para poder vivir en ella y, cuando tengan el dinero suficiente, emprender el regreso a Euskadi, porque llevan bastante tiempo sin venir y lo echan de menos. “Tengo ganas de ir a Donostia y disfrutar de la Tamborrada”, explica Julen.
Australia tiene cosas muy buenas, pero a esta pareja les gustaría poder disfrutar de un poteo como manda la tradición en Euskadi. “Aquí es totalmente diferente. No existe la cultura del poteo donde nosotros hablábamos en euskera. Los bares son más bien pubs y no existe la costumbre de salir de trabajar y quedar para tomar unos potes. La gente hace fiestas en casa, pero no se bebe en espacios públicos”, relata Julen. La comida de Australia tampoco tiene nada que ver con la vasca. “Nosotros cocinamos mucho en casa”, concluyen.
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