Sabe bien de lo que habla. Formó parte de Tximist-Cegasa, la primera expedición vasca que intentó subir a la mítica cima en 1974. Se quedaron a 300 metros de la cumbre, aunque nada más bajar se volvió a pedir permiso al Gobierno de Nepal. “El empresario vasco Juanito Celaya, que era presidente ejecutivo de Cegasa, nos los dijo sin rodeos, que éramos unos zánganos, y que no volviéramos de Nepal sin conseguir una nueva autorización para intentarlo”.
Sonreía ayer Uriarte al recordar aquellos tiempos remotos que no guardan relación alguna con el montañismo actual. “Ahora se hacen expediciones comerciales en las que sherpas muy experimentados fijan las cuerdas y el ascenso no entraña mayor dificultad”. En los años 70 los sherpas transportaban la carga.
La épica montañera de aquellos tiempos, como la del 14 de mayo de 1980, cuando hizo cima colocando una ikurriña el alpinista vasco Martín Zabaleta, ha cedido el testigo a una actividad de ocio más, en la que la preparación del montañero casi es lo de menos. “Hacer cima se ha banalizado de tal manera que todo el mundo puede hacerlo poniendo dinero sobre la mesa”, criticó ayer Uriarte a este periódico en un receso de los Cursos de Verano de la UPV/EHU.
Así lo atestiguan más de 7.000 encumbramientos del monte a través de todas las rutas posibles, protagonizadas por más de 4.000 personas. “Hoy en día hay unas 30 o 40 expediciones al año”, un viaje de unos dos meses con un coste de unos 80.000 euros. “La gente va como si nada, pero sigue habiendo 40 cadáveres visibles en la vía nepalera”.
A pesar de que los deportistas acuden en masa como si del Adarra se tratara, a lo largo de la historia se tiene constancia de que han muerto 282 personas, incluyendo 169 montañeros occidentales y 113 sherpas. “Hoy en día vía satelite hasta es posible hablar por el móvil cuando estás haciendo cima. En nuestros tiempos, si queríamos mandar un mensaje, era necesario que un sherpa bajara corriendo con el correo durante tres días, y con un poco de suerte dejar el sobre en una avioneta en Katmandú. Si todo funcionaba bien, en una semana tenías la respuesta. ¡Cómo han cambiado los tiempos!”.