Se sienten orgullosas de ser personas sordas. “Tenemos una lengua que es maravillosa”, expresan sin reservas. Provienen de una educación oralista en la que signar estaba prohibido. “La época escolar fue muy dura. Sufrimos mucho. Ni siquiera en mi familia se hablaba en lengua de signos, por lo que el sufrimiento era doble. No puedo decir que fuese feliz. Había falta de comunicación con la familia, en el colegio...”. A Silvia Skich le cambiaron de centro escolar a los siete años, y es a partir de ahí cuando comenzó a realizar un esfuerzo tremendo por integrarse, sola, sin ningún apoyo educativo ni intérprete en el aula. “Creo que todo ello me ha hecho fuerte. En mi vida he tenido los recursos que existen ahora en la sociedad. Pero hay que seguir luchando, porque esta lucha perdura”, reconoce esta activa mujer, oriunda de Alemania y donostiarra de adopción, con motivo del Día Internacional de las Personas Sordas que hoy se celebra.
La Plaza Easo de Donostia acoge desde las 11.00 horas un amplio programa de actividades, que concluirán con una marcha reivindicativa a partir de las 18.00 horas. Quieren denunciar, entre otras cosas, que “la lengua de signos es una necesidad y no un capricho”. Skich, de 50 años, docente en un colegio de Amara, trabaja con escolares sordos y oyentes. “Vemos que los recursos que se han ido creando en los últimos años se están reduciendo drásticamente, y hay un gran malestar al respecto”, denuncia la profesora, que se comunica con este periódico gracias a la ayuda de una intérprete.
La Asociación de Familias de Personas Sordas de Gipuzkoa, Aransgi, reclama que las entidades públicas se sienten a hablar. “Que se acerquen y dialoguemos”, solicita el donostiarra Asier Altuna, de 41 años. Él también viene de un contexto social difícil y se ha tenido que hacer asimismo. “La educación era 100% oralista. El mío fue un esfuerzo en solitario a base de dibujos, de insistir, de preguntar... Era un trabajo extra. Terminé EGB y pasé a la Formación Profesional. Me gustaba mucho la electrónica. Durante cinco años fue una lucha constante y perpetua de esfuerzo en solitario. Al final he conseguido el título, pero me perdía mucha información por el camino. Los profesores ponían muchos ejemplos, añadían curiosidades con los que enriquecer las clases, pero yo no podía acceder a todo ello, y el sobre esfuerzo era tremendo”.
No quieren que ningún escolar sordo pase por lo mismo que les tocó vivir a ellos. La situación ha mejorado, pero lamentan que en las escuelas hacen falta muchas más horas de apoyo para que una persona sorda pueda tener una progresión similar a la de cualquier otro escolar.
ley incumplida Una década después de la promulgación de la Ley de Lengua de Signos, denuncian que la norma no se cumple de una manera efectiva. “Seguimos teniendo barreras importantísimas”. Skich deja de signar por unos instantes para coger un cartel entre sus manos: “No es la discapacidad lo que hace difícil la vida, sino las barreras que pone la sociedad”. A renglón seguido enseña otro: “Para nosotros, los sordos, no escuchar no es una discapacidad. La incapacidad es hacer oídos sordos a nuestras necesidades”.
Dice que ocurre a diario. Por ejemplo, cada vez que acude al Juzgado. “La persona designada en el juicio no suele ser intérprete. En ocasiones, quien hace ese trabajo suele ser hija de padres sordos, que puede tener competencia en lengua de signos, pero un juicio es un tema lo suficientemente delicado como para que se cree la figura de un profesional”, reclama.
No está de acuerdo con las gestiones que hace el Gobierno Vasco para sacar a concurso el puesto de intérprete. “Se da la plaza a quien hace la propuesta más barata, y muchas veces se recurre a academias de idiomas. Se está buscando el menor gasto posible”.
La comunidad sorda de Gipuzkoa pide también garantizar la figura del intérprete en el ámbito de la Sanidad. No están recibiendo ese recurso de una manera adecuada. “Yo misma, voy a un psicólogo de Osakidetza, y no hay un intérprete. Me exigen que haga una lectura labial. No se respetan mis derechos como persona sorda. Es necesario crear esa figura, no un mediador sino un intérprete para mantener una relación directa con el psicólogo”, expone.