La ayuda en el día a día es una necesidad para los enfermos de parálisis cerebral. Los voluntarios son muchas veces su voz, sus piernas o sus brazos y gracias a ellos pueden no solo sentirse más libres, sino verse capaces de poder ser mucho más independientes.

Sin la labor de los voluntarios, la vida de los usuarios de Aspace Gipuzkoa sería muy diferente, y como agradecimiento a todo ese trabajo, los usuarios y los propios voluntarios celebraron ayer el fin de curso en un encuentro en el Palacio de Miramar. Un escenario que muchos de los propios usuarios, a pesar de ser donostiarras, nunca habían podido visitar debido a sus problemas de movilidad.

No obstante, para ellos la belleza del lugar es algo secundario, lo que realmente importa es que el encuentro es “una apuesta institucional porque esto sea un proyecto”. “Un proyecto significa la distancia que hay entre un problema y la solución del mismo y si cada año damos un paso hacia esa solución, solo es posible gracias a que los propios usuarios se lo acaban creyendo, si no es imposible”, señala Javier Pascual Romero, uno de los usuarios de apoyo en Aspace Gipuzkoa.

En total, 120 voluntarios y 60 usuarios de apoyo ayudan y acompañan desde octubre hasta junio a los enfermos de la asociación una vez estos finalizan sus tareas en el centro de día y durante los fines de semana.

“Yo no veo diferencia entre mi cuadrilla y la cuadrilla de Aspace”, indica Danisa Yerén, una de las voluntarias de la asociación. “Personalmente esta experiencia me ha ayudado mucho, tanto en cuanto a comunicación como en el saber estar y escuchar”, añade la joven de 19 años, poniendo como ejemplo que “ahora no hablo con una persona y espero la respuesta, sino que estoy atenta por lo que estoy escuchando”.

Los voluntarios están divididos en tandas y diferentes tareas. Danisa, por ejemplo, les ayuda en el día a día, en las excursiones y paseos, facilitándoles la llegada a los lugares y buscando que cada usuario se sienta cómodo allá donde este. Otros como Uxue Aizarna, en cambio, acompañan a los enfermos una vez a la semana haciéndoles compañía, saliendo, jugando a juegos de mesa, o simplemente hablando con ellos.

Los usuarios de apoyo, por su parte, son la pieza clave para la relación entre voluntarios y usuarios, ayudando en todo, desde los problemas a la hora de comunicarse hasta las labores más cotidianas. Dos de ellos, Jasmina Titah y Javier Pascual, comenzaron como usuarios en Aspace, y desde 2008 sirven también como apoyo.

La comunicación entre usuarios y voluntarios

“Nunca había estado con personas con estas capacidades, por lo que al comienzo fue un shock”, indica Uxue Aizarna, quien entró como voluntaria hace un año a través de la universidad de Tecnum tras conocer el proyecto. “La comunicación con ellos no es fácil, ya que o no les entiendes bien o no sabes exactamente lo que quieren y eso acaba siendo muy frustrante”, expresa la joven.

Para los propios usuarios adaptarse a los voluntarios tampoco es tarea sencilla. “Antes cada voluntario o apoyo iba con una sola persona, uno con uno, pero ahora vamos todos en grupo y cambia la perspectiva”, indica Jasmina Titah.

De la misma opinión se muestra Javier Pascual: “Antes ibas por un mismo pasillo en el que pasaba alguien y parecía que no formaba parte de la misma historia, cada uno pensando en lo suyo y no mirando por el resto. Ahora, en cambio, más que un sentimiento hacia los voluntarios, existe un sentimiento de pertenencia colectiva”.

“La vida compartida es mejor vida”

La unión entre voluntarios y usuarios se nota en actos como este. El vínculo y aprecio entre ambos es grande y la “pertenencia colectiva” se respira en las risas y comentarios que se comparten.

La ayuda de los colaboradores se ha vuelto imprescindible no solo por el hecho de que estos facilitan el día a día de los enfermos, sino porque tal y como asegura Javier Pascual, “gracias a ellos hemos descubierto que la vida compartida es mucho mejor vida que aquella que no compartes”.

La importancia que tienen hoy en día los voluntarios se manifiesta cada vez que acuden a la sede. “A pesar de que yo acudo junto al resto de mi grupo solo un día por semana, los usuarios están siempre esperándonos y eso al final recompensa todo esfuerzo”, indica Uxue Aizarna.

“Ya no solo ellos, yo misma noto una gran alegría al verlos y eso hace que todo sea más cómodo y fácil”, añade su compañera Yerén al respecto.

Con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los usuarios de Aspace, la propia asociación y la facultad de Medicina realizan seminarios quincenales y llevan a cabo valoraciones con análisis en la práctica entre los usuarios. Además, se recogen tanto sus opiniones como las de los voluntarios. “Como usuarios de apoyo se nos tiene más en cuenta, se hace caso de lo que opinamos o decimos, y aunque todavía queda mucho por avanzar, vamos en buena línea”, asegura Pascual.

Su compañera en la labor de apoyo, Titah, se pronuncia de la misma opinión e indica que “así hemos podido llegar a un diálogo común y conocer todos los aspectos”.

El aprecio y cariño son sin lugar a dudas las señas de identidad de Aspace Gipuzkoa. Voluntarios y usuarios de apoyo volcados por conseguir una vida más independiente para las personas con parálisis cerebral.