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Dime cuándo naciste y te diré cómo te llamas

La evolución de los nombres que los padres han dado a sus hijos en Gipuzkoa refleja los cambios políticos, sociales y culturales a lo largo de todo un siglo, desde principios del siglo XX hasta este inicio del XXI

Dime cuándo naciste y te diré cómo te llamasFoto: Alex Larretxi

más cortos, paganos y en euskera. Esa es la tendencia de los nombres que los padres han dado a sus hijos durante las últimas décadas en Gipuzkoa. Pero no siempre ha sido así. La religión, el régimen político, las modas... todo ha influido en la denominación de los retoños década tras década.

La clara influencia del catolicismo se refleja hasta los años 70, momento en que el mazo franquista se debilita y comienzan a entrar los nombres en euskera. Atrás quedan los nombres compuestos como José María y María Carmen, que no abandonan la lista de los favoritos durante más de 30 años.

Y esa situación tiene su origen en 1938, cuando la dictadura de Franco publica una orden que rechaza la mayoría de los nombres en euskera y dispone que a los católicos se les impongan denominaciones del Santoral Romano, según explica Mikel Gorrotxategi, secretario de la comisión de Onomástica de Euskaltzaindia. El mandato franquista expone que existe un “buen número de nombres, que no solamente están expresados en idioma distinto al oficial castellano, sino que entrañan una significación contraria a la unidad de la Patria. Tal ocurre en las Vascongadas, por ejemplo, con los nombres de Iñaki, Kepa, Koldobika y otros que denuncian indiscutible significación separatista”. Solo se salvaban denominaciones de vírgenes como Aranzazu, Iciar o Begoña.

Para que no hubiese dudas, la orden recalcaba que “tratándose de españoles, los nombres deberán consignarse en castellano” y aquellos que “figuren con un nombre expresado en idioma distinto al oficial castellano, se insertará aquél en su traducción castellana”.

nueva ley Esta situación dio lugar a hechos propios de un sainete. Es el caso de una joven vasca llamada Amaia Zuloaga, quien, al concluir los estudios de Magisterio, en 1957, recibió el título profesional a nombre de María Fin Zuloaga.

Precisamente, según explica Gorrotxategi, a partir de ese año entró en vigor una nueva ley del Registro Civil que permitió el uso de nombres vascos, siempre que no tuvieran equivalente en castellano. “Gracias a ello entraron en la vía oficial sobre todo muchos nombres de ermitas marianas, aunque por delante debían llevar María”, recuerda el experto en onomástica de Euskaltzaindia.

A partir de mediados de los 60 el régimen de Franco comenzó una época aperturista, lo que Euskaltzaindia aprovechó para publicar su breve Nomenclátor Euskérico de nombres de pila. “La sociedad vasca reclamaba sus nombres propios y en los juzgados se acumulaban las denuncias para conseguirlos. Se hacía necesario un nuevo diccionario completo y riguroso. Este Euskal Izendegia recogía 700 nombres”, señala Gorrotxategi.

Con la Transición se permitieron los nombres en euskera y Euskaltzaindia incluyó en su lista 500 voces nuevas que sirvieron para avalar las denominaciones de personas en euskera ante los registros civiles. En 1980, la Dirección General de Registros y Notarías publicó una circular por la que ampliaba la tipología de nombres admisibles, “abriendo la puerta a los de personajes históricos, mitológicos, legendarios o artísticos, bien pertenezcan al acervo cultural universal, bien al de determinada nacionalidad o región española, los geográficos que en sí mismos sean apropiados para designar persona y, en fin, cualquier nombre abstracto, común o de fantasía que no induzca a error en cuanto al sexo”.

vascos y breves Esta decisión consolidó la tendencia a nombrar a los bebés con denominaciones en euskera ya iniciada en los 70 con Ainhoa, Amaia, Nerea, Aitor, Mikel o Asier.

Arrinconados los nombres compuestos inspirados en vírgenes y santos, las últimas décadas se caracterizan por nombres vascos y cortos.

“Había un deseo de poner nombres en euskera. En los años 80 y 90 se convirtió en algo normal. Ahora cuando la gente dice que quiere uno clásico se refiere a Mikel, Jon o Aitor, por ejemplo”, apostilla Gorrotxategi, quien subraya la actual tendencia a las denominaciones de dos sílabas.

Este filólogo resalta que el gusto por usar nombres en euskera también se ha extendido a otras comunidades, algunos de cuyos habitantes tienen algún tipo de vínculo con Euskadi. En otros casos, un futbolista famoso puede marcar moda, como es el caso del portero Iker Casillas. “Una fuente para poner nombres son las películas, pero en el caso de España también son los nombres vascos”, afirma Gorrotxategi.