zugarramurdi - El fenomenal zikiro yate, el asado de cordero a las brasas que trajeron los emigrantes de Argentina, se desarrolló, transcurrió y finalizó a lo grande, igual que todos los años desde hace un siglo largo, cuando originalmente se juntaban los vecinos de Zugarramurdi y algunos amigos, para rubricar el fin de las fiestas. De nuevo ayer, caiga como caiga siempre el día 18 de agosto en la localidad navarra, los asistentes a la ceremonia gastronómica, limitada su número a 800 personas, ocuparon el espacio de la cueva del Akelarre, el comedor más grandioso e imaginable, y liquidaron con apetito y auténtico fervor todo lo que se les puso por delante.

El vecino Andrés Pery fue el iniciador, y uno de los continuadores fue Domingo Pery, un hombre “alto y enjuto, de movimiento rápido y viva mirada, en mangas de camisa”, como le recordaba el etnógrafo Juan Garmendia Larrañaga al etxekojaun de Barrenetxea, que se sentirían felices de poder ver el imparable éxito alcanzado por la gran barbacoa. Un total de 100 kilos de carne (que una vez cocida se pica para añadir a los 200 litros de piperrada) para elaborar el caldo, 260 cuartos de cordero (65 ejemplares) ensartados en palos de avellano “que no le deja sabor a la carne”, en torno al fuego, 60 quesos, decenas de litros de café, pan a punta’pala para untar en la fritada, y un montonazo de botellas de vino que se refresca en Urandia llamada también Infernuko Erreka, la fuente del infierno, copas y puros forman el paraíso gastronómico.

Este año se agotó todo el papel, no quedó ni una entrada, a 35 euros que resulta “regaláo” porque cada uno puede comer todo lo que quiera y pueda (“los más expertos cogen trozos menores y luego vuelven a por más, así no se les enfría la carne”), explican los cocineros. Unos 40 vecinos, este año incorporada una nueva generación de 12 a 15 años, se ocupan de la intendencia (doce en exclusiva para el asado) porque para el pueblo el zikiro yate es “como un auzolan, todos colaboran y hay que agradecerlo”, sabedores de que ellos disfrutarán de su comilona particular en las refiestas, en unos quince días.

Entre los comensales, gente de Iparralde, Gipuzkoa, Bizkaia, de Navarra por supuesto, y un cántabro, Aniceto Setien que explica: “me habían hablado de la fiesta, la queria conocer y aquí llevo viniendo 16 años seguidos”. Un comensal historico fue el Aita Joxemiel Barandiaran, exiliado en Sara, a un paso de Zugarramurdi. Y para animar, música a montón de la txaranga Kuxkuxtu (de Urruña), Irungo Atseginak y los gaiteros de Baigorri.

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