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“Estoy a favor de la dieta mediterránea pero con el horario anglosajón”

Profesora en la Universidad Ramón Llull, Ferrer impartió ayer una conferencia sobre el exceso de azúcar y grasas en las comidas, dentro de los Cursos de Verano de la UPV

“Estoy a favor de la dieta mediterránea pero con el horario anglosajón”

-Lo que sí hay es un estilo de vida, una forma de elegir alimentos, una mala planificación y un desequilibrio en ciertos momentos. Las personas con estrés nos pasamos el día controlando el reloj, el tráfico, las pautas diarias de nuestra actividad... A veces, tenemos un control excesivo incluso de la dieta porque nos sometemos a procesos de regímenes de adelgazamiento. Al final, solemos tener más hambre cuando estamos estresados. Entonces, elegimos los alimentos que no son los más adecuados. En un momento dado, nos dan una sensación de calma porque nos aportan azúcar. Incluso, tienen algunos aminoácidos que nos ayudan a la secreción de serotonina y nos producen el efecto placebo. Eso es muy inmediato, pero lo que no vemos es que se trata de una ingesta exagerada de calorías que, tarde o temprano, van a convertirse en grasa. Y eso no es sano.

Es la pescadilla que se muerde la cola: comemos mal por estar estresados y estamos peor de salud por comer mal.

-La gente se monta unos esquemas nutricionales que no siempre son todo lo realistas que deberían. Y nos obsesionamos todavía más, queremos controlar más y, evidentemente, es la pescadilla que se muerde la cola. Quizá deberíamos hacer un planteamiento integral de lo que nos produce esa necesidad y ese estrés por la comida. Deberíamos ser capaces de gestionar esas emociones con otras técnicas que no solamente son nutricionales. De esta forma, en el momento del estrés, elegiríamos alimentos con una carga calórica inferior y con nutrientes esenciales para nuestra salud.

¿Cuáles son los errores más comunes que cometemos en nuestra alimentación?

-Nos levantamos con tanta prisa que muchas personas se van de casa sin desayunar. Ese es un error tremendo porque al despertarnos llevamos muchas horas de inactividad física y cuando nos ponemos en marcha necesitamos energía. No comer nada por la mañana conlleva falta de glucosa en la sangre, por lo que después nos vamos a dirigir hacia lo que tiene más azúcar, que no suele ser lo más conveniente para nuestra salud. La ansiedad impera sobre la conciencia y, a partir de eso, hacemos una comida al mediodía demasiado copiosa y nuestro organismo no puede distribuir bien toda la energía que consumimos en poco tiempo. Ese exceso de energía se convierte en grasa. Y a la larga tiene consecuencias.

Es decir, al no desayunar llegamos con más hambre a la comida y nos excedemos.

Hay que tener en cuenta que la sensación de saciedad no es inmediata, tarda una media hora en que la señal nos llegue al cerebro. Con lo cual, si vamos con esa ansiedad a la hora de comer y devoramos los alimentos, tenemos vía libre veinte minutos sin tener la sensación de saciedad. Si no vamos con ese nerviosismo y comemos más pausadamente, tendremos sensación de saciedad con menos cantidad. Hay que comer despacio.

Seguimos con la costumbre de comer tres platos: primero, segundo y postre. ¿Es lo adecuado?

-Nunca será correcta la comida si no incluimos verduras, frutas y hortalizas. Para lograr un equilibrio alimentario es inconcebible comer un filete o un cuarto de pollo acompañado de patatas fritas. En cualquier momento del día en el que nos sentemos a comer tiene que haber o frutas o cereales integrales o verduras u hortalizas. Y, a media tarde, un yogur descremado. De esta manera, repartimos los nutrientes, no provocamos picos de glucosa y modulamos la ansiedad.

Comemos y cenamos más tarde que en el resto de Europa. ¿Qué opina?

-Estoy a favor de la dieta mediterránea pero con el horario anglosajón. Estoy muy en contra de los horarios laborales españoles. Deberíamos hacer un buen desayuno hacia las 8 de la mañana, después una comida liviana con un plato combinado y terminar pronto de trabajar para cenar a una hora que tengamos tiempo de hacer la digestión antes de ir a dormir. No son saludables esas cenas copiosas en las que acabas con el estómago lleno, sin procesar la comida. Los horarios mediterráneos van en nuestra contra.

Comer mal a horas inadecuadas. ¿Qué consecuencias puede acarrear?

-Estamos en una sociedad que va a vivir muchos años pero no estoy convencida de que los vaya a vivir muy bien. Todo lo que nos va a dar un buen envejecimiento se tiene que prevenir a largo plazo. Igual que la gente hace un plan de pensiones, deberíamos cuidar nuestra alimentación previamente a la jubilación. La alimentación nos puede ayudar a envejecer bien. Nos han educado antes a planificar la economía que el físico, las emociones y las pautas culturales. Eso lo dejamos para tan tarde que, a veces, no llegamos a tiempo.

¿Eso significa que nos vamos a encontrar con una sociedad más longeva pero con peor salud?

Estamos comprobando por estudios epidemiológicos que los jóvenes de ahora no están en las mejores condiciones: hay mucha obesidad pero también bajo peso. Y eso va a tener mucha repercusión en su Tercera Edad. El problema para los jóvenes es que su futuro es el mañana porque hemos creado una sociedad de la inmediatez. ¿Cómo puede entender la sociedad que lo que hagas hoy te protege mañana? Hay mucho que hacer.

No solo los jóvenes, hay muchos adultos que se atiborran a chucherías y comidas grasientas...

-Estoy dirigiendo una tesis doctoral sobre competencias culinarias. Con el ritmo que llevamos ahora no sabemos cocinar. No partimos de alimentos crudos para poder elaborar lo que es mejor para la salud y cogemos lo primero que nos pasa al lado. Entonces, no controlamos ni el azúcar, ni la sal, ni las grasas... esto, al final, tiene un coste.

Euskadi sobresale por su gastronomía pero... ¿de qué pecamos?

-De cantidad y también de comer en horarios tardíos. Cenar grandes cantidades a las 10 de la noche y acabar a las 11 no es sano. La gastronomía es buenísima pero el problema es que planificamos mal y no proporcionamos bien. En la alimentación un error no es un problema, pero una sucesión de errores tiene consecuencias.