Donostia -Una persona con dislexia tiene una inteligencia normal, ni es tonta, ni su etapa educativa está abocada al fracaso escolar, pero tiene un problema con la lectura que hay que solventar para poder salir adelante. “Con un entrenamiento adecuado y una Administración sensibilizada, que permita exámenes orales, pueden estudiar una carrera universitaria y desarrollar un trabajo. Hay ejemplos de gente disléxica que ha llegado muy lejos”, según explica el científico Manuel Carreiras.

Carreiras es investigador de Ikerbasque-Fundación Vasca para la Ciencia y director del centro para el estudio de la cognición, el cerebro y el lenguaje (BCBL, en sus siglas en inglés), situado en Donostia. Dicho centro ha organizado esta semana la segunda edición de un congreso sobre dislexia en Bilbao, al que asisten más de 150 profesionales, investigadores, afectados y familiares.

La dislexia es un trastorno del desarrollo que, fundamentalmente, se manifiesta con la dificultad en la lectura. Afecta al 7-10% de la población, en diferente medida, y se diagnostica sobre los 8-9 años, unos dos años después del inicio del curso en el que se aprende a leer, lo que ya se considera un identificación “tardía”.

El origen, según explica Carreiras, es neural, en su mayor parte de transmisión genética, pero sus causas ultimas aún se desconocen. Consiste en que unos circuitos cerebrales no funcionan bien y las neuronas migran y se colocan donde no deben, con la consecuencia en el habla y, principalmente, en la lectura.

Este experto destaca la importancia de una detección temprana para diseñar tratamientos más efectivos y también para “ahorrar” al niño el sufrimiento de darse cuenta de que “no funciona” como el resto de sus compañeros, que, además, en ocasiones le tratan de “tonto”. “Estos niños desarrollan baja autoestima, no quieren ir al colegio y se crea un círculo vicioso del cual es difícil salir”, lamenta. Explica que, en la actualidad, los laboratorios investigan la forma de diagnosticar el trastorno antes del inicio del aprendizaje de la lectura a través de biomarcadores, aunque, de momento, resulta “muy complicado”.

Los niños afectados deben saber, según este investigador, que se enfrentan a una “tarea difícil”, pero también que si se entrenan con logopedas y trabajan con ellos “no están abocados al fracaso escolar y pueden salir adelante”. “Lo primero es recuperarlos anímicamente, decirles que no son tontos, que su inteligencia es normal, pero que tienen un problema que hay que solventar”, comenta.

Recalca también la importancia de que la Administración se sensibilice con la dislexia y permita en ciertos exámenes, como selectividad, que los afectados cometan faltas de ortografía o superen la prueba oralmente. “Con un entrenamiento continuado y con ayuda de la Administración, pueden funcionar perfectamente en la sociedad, aunque estemos dominados en gran parte por material escrito y para ellos resulte difícil”, remarcó.

Según explica, en el mundo anglosajón se han desarrollado más herramientas para evitar las desventajas de los disléxicos respecto al resto de la población, debido a que el inglés presenta una correspondencia entre letras y sonidos “muy compleja”, que hace que “aflore” este problema.

En castellano, en cambio, se lee como se escribe, por lo que resulta más fácil de aprender y, por ello, la dislexia “se disfraza. Los niños leen más lento, pero son capaces de leer, y por eso en España hay gente que todavía no entiende qué les pasa a estos niños”.

Aclara también que un disléxico puede aprender un segundo idioma en su modalidad oral sin ningún problema, y a la hora de leer y escribir esa nueva lengua se enfrentará “exactamente” a las mismas dificultades que un disléxico nativo de dicho idioma. “Ser bilingüe es bueno porque eres capaz de hablar y comunicarte en otro idioma, pero la supuesta ventaja de los bilingües en el control ejecutivo es una nube, no existe”, dice.

También alerta de las denominadas terapias “alternativas” y mantiene que se debe tener “muchísimo cuidado” mientras no se demuestre que funcionan y mientras no se haya ensayado de forma científica y seria con un grupo experimental que establezca que dicha terapia mejora el rendimiento de los disléxicos. “Cuando uno está desesperado se agarra a un clavo ardiendo, pero yo les digo a las familias que hay mucha gente desalmada que intenta aprovecharse de esa situación”, indica. - Efe