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79 años dando la cara ante el alcohol

Eneko, Dorleta y Arantxa llegaron a "perder la dignidad" y ahora quieren enderezar su vida en los grupos de rehabilitación que Alcohólicos Anónimos tiene en la Parte Vieja donostiarra. La asociación cumple esta semana 79 años.

79 años dando la cara ante el alcohol

La asociación Alcohólicos Anónimos cumple este martes 79 años desde su nacimiento en Estados Unidos. Desde entonces ha hecho un largo recorrido detrás del alcoholismo, una enfermedad compleja y desconocida para gran parte de la sociedad. En el grupo donostiarra de la Parte Vieja comparan la incapacidad de un hombre para comprender un embarazo y un parto, con la incapacidad de los no alcohólicos para entender su enfermedad. La pueden estudiar, pero nunca asimilar. Ser alcohólico no significa ser un borracho, porque borracho se está, pero alcohólico se es, explican.

Cientos de personas han sido apoyadas un año más por esta asociación que se encuentra repartida en 37 grupos a lo largo de Gipuzkoa (área 3). Ocho de ellos están en Donostia.

En el que está en el número 30 de la calle San Bartolomé, Eneko, Arantxa y Dorleta se reúnen dos veces a la semana junto con el grupo de Alcohólicos Anónimos de la Parte Vieja para contar sus experiencias. Siguen un programa que consta de doce pasos y doce tradiciones hacia la rehabilitación. Ellos son alcohólicos en recuperación y admiten que tuvieron que tocar fondo para llegar a Alcohólicos Anónimos, pero haber dado ese paso es algo que agradecen día a día.

Eneko explica que a todos los alcohólicos les puede el orgullo y que es cuando se toca fondo cuando aparece el sentimiento de humildad, indispensable para recuperarse: "Para un alcohólico llegar aquí es lo último de lo último. Su mente lo equipara a perder la dignidad, cuando ha llegado a estar en la calle meado o ha maltratado en casa. Pero llega aquí pensando: qué bajo he caído -las compañeras ríen-. En realidad la dignidad la ha perdido en casa, en la calle, en el trabajo y en todos los sitios".

El alcoholismo es incurable, progresivo y fatal. Una enfermedad reconocida por la Organización Mundial de la Salud, que cada año se lleva miles de vidas por desconocimiento. Los propios alcohólicos no admiten su enfermedad, no le ponen remedio y mueren. "Aquí decimos que el alcohol es el chivato de la enfermedad, el escaparate", revelan. Porque la enfermedad del alcoholismo no trata únicamente de beber. Este es el rasgo físico, el resultado. También están el componente mental, que es esa obsesión continua, al principio por la bebida pero que durante la recuperación sigue viva y debe ser controlada; y el emocional, que es el más difícil de gobernar.

El primer trago no solo es alcohol, sino que en el alcohólico desencadena inmediatamente la obsesión. "Yo estuve casi un año entero sin beber y tomar la primera copa me llevó a un accidente en el que casi mato a dos personas", admite Eneko. En la asociación se dice que el alcohólico tiene una intolerancia a la bebida, porque su reacción no es la misma que la del resto de la gente. "La cuestión no es ni cuánto bebes, ni dónde, ni cuándo, sino cómo te afecta", aclara.

una enfermedad Los enfermos no son conscientes de la realidad. Deben enfrentarse a ese orgullo que les caracteriza para darse cuenta de que ellos mismos no son capaces de controlar la situación, sino que es el alcoholismo el que les controla. "Yo llegué muy rebelde, quería vivir pero no sabía cómo", relata Arantxa. Mediante experiencias se transmiten unos a otros que deben anteponerse a sí mismos para lograr recuperarse. Es necesario trabajar duro, constante y con voluntad para encauzar el camino, algo difícil para Eneko: "Para mí anteponer mi persona ha significado dejar a una pareja que no tenía en cuenta que tengo una enfermedad. Tuve que priorizar, porque así no podía avanzar. Ahora también tengo que anteponer las reuniones de Alcohólicos Anónimos cuando fijamos el régimen de visitas de nuestro hijo".

Las reuniones semanales les mantienen en contacto con la realidad, con la enfermedad. Son voluntarias, pero para siempre, no tienen fecha final en sus vidas. Dorleta lleva más de diez años en la asociación y cuenta que su mente a veces le manda unos mensajes que ya va controlando, pero que no podría hacerlo si no fuera a las reuniones.

Aunque es una enfermedad irreversible, tiene solución: "La tiene cuando abrazas la humildad; luego el dejar de beber llega solo".