Síguenos en redes sociales:

Ausencia muy presente La autentica muerte es el olvido

El calendario nos marca la conversación de esta semana con el doctor Querejeta. Son días para recordar a los seres queridos que nos han dejado. Es decir, para hacerlo de un modo especial, pues en realidad ese recuerdo debería acompañarnos durante todo el año. No como una obsesión que nos provoca dolor, sino como la expresión de un cariño que va más allá de la presencia física

Ausencia muy presente La autentica muerte es el olvido

J.V.- Hay personas para las que estas fechas suponen reabrir una herida dolorosa. Otras hacen de ellas un bálsamo que les ayuda a sobrellevar las pérdidas...

I.Q.- En el dolor no hay actitudes correctas o incorrectas. Se expresan las emociones y cuanto más libre y espontáneamente mejor. Hay factores que modulan la intensidad y duración de esta emoción que seguro que tendré la ocasión de mencionar a lo largo de la entrevista.

J.V.- Los manuales hablan de las fases del duelo, seguramente con base científica y empírica. Pero a la hora de la verdad, es algo personal e intransferible que cada cual pasa de modo distinto.

I.Q.- Hombre, las fases del duelo se dan siempre si se quiere elaborar la pérdida, y si no, la ausencia, la pérdida, no se asume. Estoy de acuerdo contigo en que esas cinco fases: impacto emocional, incredulidad, rabia, internalización del problema y elaboración se recorren de manera diferente según sea la combinación de factores que encierra.

J.V.- Tampoco son iguales las circunstancias según haya sido la pérdida: esperada, inesperada, de un hijo, de un padre o de una madre, de un amigo...

I.Q.- Sí, así es, y no es lo mismo la muerte de la pareja que la de un hijo, ni la de un hijo adulto que la de un hijo adolescente, ni la muerte de un padre/madre sin hijos o uno que los tiene. Ni una muerte anunciada y ya elaborada a través del acompañamiento durante los últimos días de la vida del fallecido, que una muerte súbita y no digamos si es producida por un accidente que provoca un tercero. Capítulo aparte merecen los duelos secundarios al fallecimiento de una persona como consecuencia de un suicidio, porque casi nunca hay una explicación que alivie a las personas cercanas al fallecido al no haberse dado cuenta del sufrimiento tan intenso que pasaban. En fin...

J.V.- El tiempo ayuda. Pero no hay una medida concreta para poder decir que se haya superado la muerte de alguien querido.

I.Q.- Hay un período casi obligatorio de un año desde la muerte de un ser querido para elaborar los aspectos mínimos de un duelo, porque durante ese tiempo se deben de vivir todas las fechas señaladas que concurrían alrededor de la persona que dejamos de ver. Estas fechas van desde el cumpleaños hasta la navidad, pasando por las fiestas del pueblo, las vacaciones, etc. Cada una de esas fechas revive la sensación de ausencia y el deseo de ver a tu ser querido. En esos momentos el dolor se agudiza.

J.V.- ¿Qué hacer durante ese tiempo? Los dos extremos son dedicar cada minuto a pensar en la pérdida o imponerse actividades para evitar el recuerdo. Lo recomendable, supongo, el término medio. ¿Es más fácil decirlo que hacerlo?

I.Q.- Yo siempre insisto en que hay que recordar a las personas que dejamos de ver porque la manera de evitar que mueran es impedir que caigan en el olvido. Creo que hay expresiones emocionales que es bueno dejar que discurran aunque nos hagan llorar. También que mantener la presencia de esas personas que no vemos en clave positiva es una buena manera de que perduren con nosotros. Todo es respetable y hay quien casi prohibe que se hable de un ser querido que ya no está físicamente cerca, pero recomiendo que se hable de esa persona, que se le hable a esa persona como si estuviese con nosotros cuando recordamos momentos íntimos en los que hemos compartido experiencias enriquecedoras. Resulta una experiencia bellísima recordar los olores, los tactos y los timbres de voz porque muchas veces despiertan más afectos que las imágenes.

J.V.- Apoyarse en los demás, en otras personas a las que queremos y siguen ahí, parece una buena idea.

I.Q.- Siempre es una magnífica idea. Recuerda que cuando hablamos del estrés recomiendo tener un círculo pequeño de personas cuya lealtad y amor está fuera de toda duda para poder compartir con ellas la pena, el recuerdo, el llanto y también los momentos de ternura que se dan cuando evocamos a alguien querido que no podemos ver.

J.V.- Hay quien se traga el dolor en lugar de expresarlo...

I.Q.- Sí, y eso a veces no se puede evitar. Hay personas que expresan sus sentimientos con mucha facilidad y otros a los que les cuesta. Este tipo de sentimientos son tan personales que agudizan estas pautas de conducta. En esos casos lo que no ayuda es insistir y más vale un acompañamiento en silencio, con expresiones de apoyo y afecto, como el tomarte de la mano, o darte un abrazo. En una ocasión, una persona que vivía una situación de un duelo severo me decía lo que había descubierto en relación con los abrazos y lo mucho que le decían de las personas que le iban a apoyar. Un abrazo sentido es muy reconfortante.

J.V.- Además de las palabras de rigor, ¿cómo podemos ayudar?

I.Q.- Con la presencia. El olvido es desolador y muchos que han perdido a un ser querido expresan con pena que a medida que pasan los años a funerales o recordatorios acude cada vez menos gente.

J.V.- Me he dado cuenta de que he empleado el verbo "superar". No sé si es correcto. Algo así no se supera del todo. Siempre hay restos que te acompañan...

I.Q.- Estoy totalmente de acuerdo contigo. Creo que en la vida hay episodios que nos afectan que se elaboran y se colocan de forma decorosa dentro de nuestros recuerdos dolorosos. Hay un mensaje muy típico que dice que "la vida sigue?", y yo no estoy de acuerdo con él, porque nada es igual después de la pérdida de personas que son realmente relevantes. Se cierra una parte de tu vida y se empieza otra diferente con esa pena a cuestas sin que te obstaculice tu evolución. Cuando consigues llevar contigo a tu ser querido, te das cuenta de que aún no estando en tu presencia, su recuerdo y sus enseñanzas te han ayudado.

J.V.- Un dolor suplementario a la pérdida es darse cuenta de que ya es tarde para decirle algunas cosas a la persona que se ha ido que no acabaron de salir de nuestra boca. Esto deberíamos tenerlo en cuenta... para hacerlo en vida.

I.Q.- Eso creo yo, pero lo pasado no se puede cambiar y no debemos torturarnos por no haber sido perfectos en nuestras relaciones con los seres queridos. Por eso es tan importante dedicarle tiempo a esto cuando sabemos que se va a producir el tránsito de esta forma de vida a la que nos viene. Y también por eso hay que recordar a las personas en situación más delicada que cuando nacemos empezamos a vivir y a morir al mismo tiempo, pero que de esas dos opciones, sobre todo la del vivir, depende de nosotros, de nuestras ganas de no claudicar, y que cerrar los episodios inconclusos nos deja una paz inmensa. Lo que nos queda cuando lamentamos esas asignaturas pendientes nos puede ayudar a que no dejemos que esto nos vuelva a ocurrir con personas con las que convivimos ahora.