"Leña y leña a las avispas asesinas"
uN APICULTOR GUIPUZCOANO HA INVENTADO UN ARTILUGIO PARA CAZAR AVISPAS ASIÁTICAS A LA ENTRADA DE LAS COLMENAS
LAS escenas se repiten desde la primavera día tras día. La lucha por la vida en toda su expresión. Consolidada la luz diurna, las abejas de las colmenas situadas en una zona del barrio de Igara de Donostia se disponen a abandonar su refugio para libar el néctar de las flores. Pero el enemigo les espera a las puertas de los panales para comérselas. Las avispas asiáticas o asesinas (Vespa velutina) esperan pacientemente la salida para descuartizarlas con sus mandíbulas, en una desigual lucha en la que el cuerpo del verdugo triplica al de la víctima.
La incesante amenaza ha obligado a las abejas a desarrollar una estrategia defensiva grupal: en la antesala de las colmenas, conforman una masa compacta en torno a la avispa hasta aumentar la temperatura dentro de la "bola". Al cabo de cinco minutos, la temperatura alcanza los 45°C. Pero la paciencia y la fuerza de las velutinas siempre encuentra premio.
Pruden Mujika es el propietario de las vulnerables colmenas. Ya el año pasado observó con impotencia las primeras patrullas de avispas asesinas. Habituado a desenvolverse en el mundo de la apicultura desde niño, echó mano del insecticida más antiguo de la humanidad: pegaba un manotazo a una avispa y, al caer al suelo aturdida, la pisoteaba. Un remedio tan natural como eficaz.
Sin embargo, la fumigación manual resultaba muy limitada porque el número de avispas superaba ampliamente a su capacidad para repartir mandobles. Y su cabeza comenzó a bullir en busca de un remedio más rápido. "Había que inventar algo", explica junto a las colmenas este hombre, ante los zumbidos desafiantes de las avispas, contrarrestados por los sonidos defensivos de las abejas.
malla
Movimiento de brazo
Y la inventiva de Mujika ha dado frutos. Su pragmática creatividad se ha fundido con sus conocimientos profesionales de fresador para alumbrar un arma capaz de atrapar en una hora todas las asesinas que rodean los panales. Se trata de una malla, en cuyo interior hay otra red más estrecha, comunicada a través de una pieza triangular con una botella de agua invertida. Dentro del envase, Mujika ha colocado la parte superior de otra botella, también vuelta del revés.
El caza avispas funciona así: un ligero movimiento de brazo envuelve el insecto, que tiende a ascender en busca de una salida ante el estrechamiento de la red interior. Instintivamente, busca la luz natural filtrada por la botella. Entonces, atraviesa la pieza metálica que se estrecha, lo que, si quisiese regresar, le causaría dificultades. En su búsqueda de salida pasa por el trozo de botella interno, cuya orientación también le provocaría problemas si se plantease regresar. Finalmente, acaba engullida por el ingenioso laberinto, donde fallece al cabo de los minutos junto a otras compañeras de batida. "Leña y leña a las avispas. ¡Qué cuadrilla! ¡Qué fuerza tienen! Es terrorífico", exclama Mujika en una mezcla de admiración y rechazo a estos insectos.
A diario bate con su artificio los alrededores de la colmena, donde caza a las cazadoras. Entre las 8 y las 9 de la mañana realiza una primera batida, que abandona para ir a trabajar, tras comprobar que "no queda ni una". Hacia las 7 de la tarde regresa y balancea el artilugio de nuevo, impávido ante el escalofriante sobrevuelo de las avispas a su alrededor. "No atacan a las personas", asegura Mujika, ante el miedo irracional de quien no está acostumbrado a sentir la inquietante cercanía de estos animales, pertrechados de un aguijón retráctil de seis milímetros.
Comenzó a batir el invento en agosto y, desde entonces, este ezkiotarra calcula que ya ha dado fin a la vida de unas 2.000 avispas. "Para mí, cazarlas no es un problema, es un hobby. Estoy a gusto cogiendo. No doy a basto", explica, mientras observa los desesperados movimientos de decenas de velutinas apiladas en la base de la botella, que hace de caja de resonancia de sus zumbidos.
Satisfecho de haber evolucionado desde el manotazo-pisotón al ingenioso artefacto, Mujika teme que las avispas asesinas acaben por conocer su triquiñuela: "Son animales muy listos, espabilan".
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