EXISTE en Donostia un enclave conocido como Lourdes Txiki, una especie de capilla al aire libre dedicada a la patrona de los enfermos. Este apacible rincón en las faldas del monte Igeldo, lugar de culto para algunos creyentes, advierte a quienes lo visitan de la siguiente cuestión: Por razones higiénicas, se ruega no esparcir ni depositar cenizas.

Dicho cartel no deja de ser un mero elemento anecdótico, pero refleja la existencia en la capital guipuzcoana de problemas generados a partir del esparcimiento incontrolado de cenizas. Depositar o aventar los restos de los seres queridos en lugares evocadores -una práctica comprensible desde un punto de vista humano- se está convirtiendo en una costumbre cada vez más extendida; un hábito que, sin embargo, también genera algunas contradicciones de carácter cívico. Y no solo en Donostia.

Desde urnas que aparecen en la playa al bajar la marea, hasta la proliferación de placas y velas en espacios de uso público. La última queja al respecto se ha hecho pública en Eibar, donde esta misma semana algunos baserritarras han alzado la voz contra la proliferación de monolitos y estelas funerarias colocadas en recuerdo de personas fallecidas.

incineración

Porcentaje cada vez más amplio

La inhumación está perdiendo en los últimos años la preponderancia que tuvo un día y los servicios funerarios guipuzcoanos practican cada vez más cremaciones, tal y como confirman a este periódico diferentes fuentes del sector. En la comarca de Debabarrena este porcentaje sobrepasa el 60% del total, por ejemplo, según calcula Juan Carlos Patiño, coordinador de servicios de la Funeraria Múgica de Eibar. Una proporción que, según detallan desde la Funeraria Polloe, ronda la mitad de los servicios mortuorios que se ofrecen en Donostia. En el territorio, esta opción se ofrece desde hace aproximadamente quince años y el aumento de su demanda también podría deberse al menor coste económico que conlleva.

Sea como fuere, tras la cremación las familias se plantean las siguientes cuestiones: ¿Qué hacer con las cenizas? ¿Se pueden esparcir en cualquier lugar? "La gente se pregunta si existe alguna norma al respecto. Y no es el caso", explica Patiño.

Los reparos cívicos y ecológicos se ven acrecentados, además, por la oposición de la Iglesia católica a la costumbre de aventar las cenizas de los difuntos. Aunque el Concilio Vaticano II amparó la incineración de los cadáveres, no recomienda el esparcimiento de los restos, sino su entierro. Guardarlas en el hogar tampoco se considera acorde con las costumbres cristianas. Este periódico se puso en contacto con la Diócesis de Donostia para conocer de primera mano las razones de esta doctrina, sin recibir respuesta al respecto.

Los responsables de las funerarias explican a las familias que hay urnas de diferente tipo en función del destino. "Hoy día existen modelos de todo tipo", adelanta Patiño. Biodegradables para ser enterrados en tierra o arrojados al mar; fabricados en porcelana o con el marco de una foto del ser querido, para que los restos del fallecido descansen en casa.

En este sentido, cada vez más cementerios ofrecen la posibilidad de despositar las cenizas en columbarios o en nichos de pequeñas dimensiones. En Eibar y Ermua existen espacios de este tipo desde hace varios años, igual que en los cementerios de Donostia, Errenteria e Irun. Otros cementerios, como el de Beasain, asimismo, planean ofrecer esta opción en un futuro próximo.

Los problemas surgen a veces cuando se decide, por expreso deseo del fallecido o de la familia, esparcir las cenizas. El ejemplo más conocido quizá se vivió hace algunos años en Almonte (Huelva). Después de que se esparcieran los restos de un conocido personaje en las marismas de El Rocío, el sitio fue elegido por muchas personas como destino final de sus días. Hasta el punto de generar un problema higiénico y ambiental que se hacía visible al bajar la marea.

Situaciones similares, aunque no tan célebres, también se han producido en la costa guipuzcoana, así como en la vizcaina, como por ejemplo en el Peine del Viento donostiarra. Un problema que ha ido reduciéndose en la medida que se extendía el uso de urnas biodegradables.

alternativas

Jardines de la memoria

El Ayuntamiento de Almonte aprobó una ordenanza que prohibía esparcir cenizas en El Rocío, así como en la vía pública. Se trataba, en realidad, de una normativa sanitaria que regulaba estos nuevos hábitos mortuorios, un ejemplo que no ha sido seguido en muchos lugares del Estado. Según confirman desde las funerarias, los municipios guipuzcoanos no cuentan con ordenanzas al respecto y el reglamento de sanidad mortuoria vasca (2004) establece que el "transporte o depósito posterior" de las cenizas no está sujeto "a ninguna exigencia sanitaria".

Al no existir "ninguna regulación" al respecto el "sentido común" se convierte en el asidero de las familias para decidir dónde esparcir los restos del ser querido, en opinión de Gorka Rueda, responsable del cementerio y del crematorio de Polloe.

Según añade Juanjo Martínez, gerente de la Funeraria Polloe, en el Estado existe "libertad de destino para las cenizas", a diferencia de otros países como Francia, Inglaterra o Alemania. El responsable de la entidad entiende "los sentimientos" de quienes deciden aventar los restos de un familiar fallecido en un espacio significativo, algo comprensible sin lugar a dudas, pero considera que los "enclaves emblemáticos" no debieran convertirse en puntos funerarios.

Martínez piensa que en la actualidad los cementerios deberían ser los lugares "lógicos y naturales" donde depositar las cenizas, y, en su defecto, aboga por habilitar "lugares adecuados" para ello. Algunas ciudades españolas ya cuentan en sus cementerios con espacios verdes como jardines o bosques de cenizas, donde se pueden enterrar urnas biodegradables. Estos enclaves ofrecen un lugar en el que, además, los ciudadanos pueden acudir en las fechas señaladas para recordar a quienes no están y depositar flores allí donde fueron enterrados, posibilitando así que, al menos las cenizas, descansen en paz.