Después de visitar la incineradora de Zabalgarbi y conocer su funcionamiento, este periódico recorrió Alonsotegi, la localidad más cercana a la planta, para saber cómo se vive cerca de una infraestructura de estas características y palpar sobre el terreno el grado de aceptación que tiene entre la población.
Han pasado siete años desde la inauguración de la única incineradora de Euskadi y, pese a ello, poco o nada han cambiado las opiniones de defensores y opositores de la planta. Los primeros rechazan la incineradora porque están convencidos de que "resulta nociva para el entorno", y los segundos lo niegan bajo el argumento de que Zabalgarbi "es la mejor incineradora del mundo porque cuenta con un diseño de última generación". En la mitad, la mayoría de la población, que afirma vivir con "total normalidad", excepto "algún día que huele a basura".
Tras charlar con diversos vecinos, concejales e integrantes de la plataforma Alonsotegi Bizirik, es curioso comprobar que todas las partes coinciden en una cosa: preferirían que la incineradora se ubicase en su pueblo, y no en Bilbao, porque así, dicen, "dejaría beneficios en las arcas municipales". Lamentan que su pueblo se localice a poco más de un kilómetro de la instalación y no reciba ningún beneficio por ello. "Tenemos lo peor de la incineradora, sus consecuencias; y no nos llegan sus beneficios, el dinero que deja en impuestos", comenta Víctor Arbaiza, unos de los integrantes de la planta opositora Alonsotegi Bizirik.
Tal y como recuerda, esta coordinadora nació hace más de una década, cuando Bilbao anunció su intención de construir una incineradora en las faldas del monte Arraiz, a escasos metros de su pueblo.
Desde un inicio, "tres o cuatro docenas de personas" participaron de manera activa contra este proyecto porque consideraban que Alonsotegi "ya tenía bastante" con el vertedero de Artigas y dos empresas de la zona que trabajan con productos químicos y carbón.
"Hay que tener en cuenta que solo somos 2.800 habitantes y que sufrimos los malos olores de las fábricas y del basurero de Artigas, aparte del tránsito de los camiones de un lado a otro, así que no estábamos dispuestos a aceptar más complicaciones", rememora Jesús Carlos Martínez, otro de los miembros de la plataforma opositora.
Su mayor temor era que las autoridades "no hiciera el debido seguimiento del funcionamiento" de la instalación, tal y como denunciaban en el caso del vertedero. "Artigas no se cerró cuando expiró su vida útil y los vertidos se hacían infringiendo las normativas", denuncia Arbaiza.
Crítica constructiva
Los temores no se cumplen
Los fundadores de Alonsotegi Bizirik sabían desde el principio que la suya era una "batalla perdida" porque no podían paralizar una obra de tal envergadura, así que optaron por "ser más pragmáticos" e intentar minimizar las consecuencias de la planta. Para empezar, "gracias a la buena disposición del Consistorio", lograron acceder a la Comisión de Medio Ambiente del Ayuntamiento en el que se trataba el tema y tuvieron información de primera mano acerca de la infraestructura que comenzaría a operar en 2005, tras cinco años de obras y otro de pruebas.
Al final, su "pelea" terminó como preveían: la incineradora se construyó y afortunadamente, dicen, sus temores no se han cumplido. La planta funciona con normalidad y no ha dado mayores quebraderos de cabeza a la población, aunque sí echan de menos "más estudios epidemiológicos para ver su afección real". "Sabemos que los responsables de la planta hacen estudios, pero tenemos dudas de su objetividad", plantea Martínez.
El Ayuntamiento lo defiende
"Es la mejor del mundo"
Totalmente contraria es la postura que plantea el concejal de Medio Ambiente de Alonsotegi, Kepa Kareaga, que se aventura a decir que la de Zabalgarbi "es la mejor incineradora del mundo porque tiene un sistema de ciclo combinado que le permite rendir más y ser más segura".
El concejal del PNV asegura que la instalación "funciona excelentemente y no genera absolutamente ninguna molestia".
Respecto a la oposición suscitada en los primeros años, Kareaga opina que "fue llevada al extremo por la manipulación por un sector político". Desde su punto de vista, los siete años de actividad "han servido para demostrar que todo era mentira". Según afirma, los alonsotegitarras viven junto a la incineradora "con total normalidad y nadie dice nada".
A escasos metros del Consistorio trabaja Estela Fuente, una vecina de Plentzia que regenta un comercio desde años atrás. Esta vizcaina reconoce que, cuando empezó a trabajar en Alonsotegi "tuvo un poco de reparo por la incineradora porque la gente hablaba de una mayor incidencia del cáncer y cosas del estilo", pero con el paso de los años, dice, "nadie se acuerda de que está ahí".
Luis Fernando, el responsable del batzoki de la localidad, se expresa en la misma línea: "Llevo pocos meses viviendo en este pueblo y la gente no comenta nada de la incineradora. Parece que lo llevan con normalidad". Su compañero de oficio, Pedro Rodríguez, del bar Geltoki, tampoco cree que Zabalgarbi suponga un problema importante para los vecinos. "A veces hay malos olores y se escucha el motor de la incineradora, pero no ocurre muchas veces", indica. Este hostelero, al igual que su cliente Francisco Puente, también lamenta que la incineradora no se hubiera construido unos metros hacia Alonsotegi, "porque nos dejaría pasta en el Ayuntamiento".