El mercurio apenas llega a los 10 grados y el suelo embarrado deja entrever que la noche ha sido tormentosa. El camping de Le Vieux Port, en el pueblo de Messanges, amanece despacio. Apenas unas pocas familias deciden cambiar el calor de las pequeñas casas prefabricadas por el fresco matutino. Los valientes, con abrigo sobre el pijama o ya en chandal, se juntan en torno a termos de café caliente y tazas de cola cao humeantes. El cielo, encapotado, amenaza lluvia, como en días atrás.
"Casi todos los años llueve algún día, así que tampoco nos sorprende el tiempo", señala Txema, un lasartearra que junto a su familia ha colonizado este pequeño rincón de Las Landas. En la fachada de su bungalow cuelgan la ikurriña y la enseña realista. "Con todo, venimos encantados. Es un sitio que está cerca de casa y que te ofrece un montón de posibilidades y los chavales están felices", asegura mientras los jóvenes asienten con la cabeza. "Podemos hacer de todo, andar en bici, jugar al fútbol, ir a la playa...", describen.
Basta con pasear un poco para darse cuenta de que el francés ha sido relegado a un segundo plano en favor del euskera y del castellano. "Aquí, si hay 2.000 tíos, 1.900 somos vascos", asevera Irune Pérez, que se apresura a llevar a sus hijos a la zona recreativa del camping.
Por una de las calles del recinto pasea Andoni, un madrugador donostiarra que vigila a sus hijos Ibai e Irati, que corretean en sus pequeñas bicis. "Este es un lugar maravilloso. Los críos tienen un montón de espacio en donde disfrutan un montón. Podemos andar en bici, hacer cualquier tipo de deporte, ir a la playa o disfrutar de la piscina", enumera. Este año el tiempo no ha acompañado pero parece que en este pequeño paraíso francés, esto tampoco es problema. "El tiempo es malo, pero aquí dicen que hay un microclima y cuando llueve parece que no lo hace tanto como allí", comenta lleno de optimismo.
Conforme avanza la mañana, la actividad se vuelve más agitada en este tranquilo camping. En una de las zonas comunes, nos encontramos a Mitxel Freire, que se afana en fregar cacerolas, ollas y platos. "Es un sitio muy recomendable", apunta. "Los críos juegan en total libertad. Les traemos las bicis y nos olvidamos de ellos. Al mayor de la cuadrilla le damos un walkie para avisarle de cuándo tienen que venir a comer o a merendar pero es una gozada porque juegan con absoluta independencia", señala.
Con la misma libertad pero menos independencia, por aquello de la edad, se arreglan Eli Aizpurua y Joseba Arruabarrena. Ellos son parte de una cuadrilla de cuatro parejas que se ha acercado hasta Le Vieux Port con seis pequeños. "Estamos encantados. Hay muchísima tranquilidad y el camping dispone de un montón de actividades que podemos hacer con los críos", cuenta ella mientras vigila a los txikis. "Elegimos Las Landas por comodidad, por cercanía, por precio. Aunque teníamos la idea de que hiciera mejor tiempo", lamenta.
Mikel y Dani Lazkano son dos errenteriarras que comparten vacaciones junto a sus hijos. "Aquí no puedes venir a esconderte porque seguro que te encuentras con alguna exnovia o alguien que te debe dinero o alguien a quien debes dinero", afirma entre risas. "Está lleno de giputxis", reconoce.
las carpas de hossegor
Marcas a precio de ganga
Pero Las Landas no es solo sinónimo de tranquilidad; en Semana Santa, también es igual a gangas. Y es que en los días santos se organizan las populares carpas de Hossegor, donde decenas de marcas conocidas como Rip Curl, Billabong, Carharhtt, Volcom o Vans, ofrecen infinidad de productos a precio de stock.
"Hemos venido por primera vez este año porque habíamos oído hablar muy bien de esto y la verdad es que la diferencia de precios respecto a Donosti es grande", asegura Peru, un donostiarra que junto a su mujer y sus dos hijas ha cruzado la frontera en busca de ofertas golosas. "Pero, ahora que no nos oye nadie, para quienes no nos gusta ir de compras esto es un coñazo", advierte entre risas.
Carolina Galarraga es una veterana, ya que lleva siete años acercándose a Hossegor. Tal vez por eso, este año, ha salido más decepcionada que nunca. "Hay menos gente y peores ofertas. No hemos comprado nada más que un bañador y una mochila", afirma. "Este año incluso nos estamos planteando entrar en Rip Curl, algo que otros años ha sido imposible por las colas", asegura.
Aunque para Arantxa Rubia también es la primera vez, sus hijos, con años de experiencia, también han salido decepcionados. "Está visto que esto cada vez lo conoce más gente porque en las carpas tampoco hay gran cosa", lamentan.
Haizea Etxeberria e Iñaki Galindo han madrugado para llegar a primera hora a Hossegor y evitar así muchas colas. "Hay que aprovechar porque todo está mucho más barato que allí. Yo me he comprado cuatro pares de zapatillas por cuarenta euros", cuenta él mientras ella se queja de que "para chicas, casi no hay nada. Yo quería algún bikini pero no queda nada".
Iker, Sara, Borja y Maider hacen cola pacientes para acceder a la carpa de Billabong. "Ha habido años que para las cinco de la mañana estábamos aquí, pero ya venimos espabilados y hemos entrado bastante más tarde", reconocen. "De momento, no hemos comprado nada pero hay algunas ofertas majas", revelan.