jOSÉ Ángel Osa e Iban Isasa retornaban el pasado martes al puerto de Zumaia con una aceptable captura a bordo de su pequeña embarcación: alrededor de una docena de pescados. Se encontraban a unas dos millas de la dársena zumaiarra cuando divisaron un extraño elemento flotando. ¿Un tablón? Su acercamiento al bulto descartó esta posibilidad porque se movía dejando cercos a su alrededor. "¡Ahí va!, hay algún bicho nadando", exclamó Osa, tan estupefacto como su amigo ante la peculiar imagen.

Su color grisáceo les dio pie a imaginar que podría tratarse de un tiburón o un delfín. Pero tampoco cuadraba porque se atisbaba pelaje en su lomo. ¿Un perro? Pronto salieron de dudas. Se trataba de un jabalí que permanecía a flote. "¡Qué raro!", manifestó con lógica sorpresa Isasa.

Tras una breve conversación convinieron en que era necesario poner a salvo al animal, que ya presentaba signos de fatiga. "Si lo dejamos, se ahoga. Estaba en mal estado y tenía los ojos rojos", describe Osa.

En la embarcación contaban con una cuerda, con la que hicieron un lazo para enganchar al jabalí y tirar de él hasta el puerto. No fue tarea fácil porque, al arrimar el barco al animal, éste se enfrentaba a los dos arrantzales. Con tiento, consiguieron amarrarlo a la embarcación y tirar del mamífero hasta la costa.

Al arribar al muelle zumaiarra y acercarlo a la rampa el jabalí sacó fuerzas de flaqueza y volvió a hacer gala de su bravura. "Nos hacía frente", recuerda Osa.

Al poco tiempo se acercó al lugar José Mari Gorriti, al que ambos amigos le habían llamado por el móvil durante el traslado del singular pasajero. Este baserritarra es un enamorado de los animales, a los que cuida como a hijos en su granja. En sus instalaciones tiene gallos, ponis, terneros y txerritxus, entre otros, con los que organiza exhibiciones en las fiestas de los pueblos desde hace más de un cuarto de siglo.

Gorriti explica que, al encontrarse tan fatigado, ha intentado que el jabalí recobre fuerzas. "Lo primero que le di es agua dulce porque había tragado agua de mar. Ahora lo estoy alimentando con pan y habas, está más tranquilo", señala este apasionado del mundo animal.

A su juicio, la inmersión del jabalí pudo deberse a que "bajó por el monte hasta pie de costa y luego no supo subir". De hecho, recuerda Gorriti, meses atrás ocurrió un caso similar con otro ejemplar en la zona de Itziar.

El nuevo compañero de este baserritarra es macho, tiene un año de edad y pesa alrededor de 35 kilos.

Gorriti ha decidido cuidar del jabato, al que ya ha bautizado con un nombre que evoca el litoral entre Deba y Zumaia: Flysch.