"Hay que mejorar los recursos de autonomía personal, pero requiere un cambio cultural"
La residencia de ancianos de la Fundación Zorroaga es la primera institución guipuzcoana de su ámbito en ser reconocida con la Q de plata del Gobierno Vasco, que acredita su excelente trayectoria. En la actualidad, el centro cuenta con alrededor de 300 usuarios
Donostia. La Fundación Zorroaga es la primera residencia para mayores de Gipuzkoa que recibe la Q de plata. Todo un honor, ¿no es así?
Sin duda. Nos dieron esta distinción de forma conjunta con otras dos residencias de Bizkaia, y somos las tres primeras con la Q de plata en la Comunidad Autónoma Vasca. Además, en cuanto a entidades de servicios sociales, solo Proyecto Hombre y Sartu Erroak habían logrado antes este reconocimiento.
¿Qué ha supuesto para ustedes la obtención de esta distinción?
Un premio al proyecto que iniciamos en 2001, que está demostrando ante terceros que este es un modelo de calidad. En cualquier caso, todo esto no habría sido posible sin la colaboración y el duro trabajo del equipo, tanto propio como subcontratado, de la Fundación.
¿Y en el futuro?
Intentaremos seguir garantizando una buena gestión, en la que prime la calidad sobre el servicio.
¿Cómo ha afectado la crisis al funcionamiento de la residencia?
De forma mínima, afortunadamente. Todas nuestras plazas se cubren con los usuarios que nos derivan de la Diputación y el Ayuntamiento, no hay plazas privadas, por lo que esas instituciones pagan una parte de la tarifa, que varía de un caso a otro. Pero las inversiones sí se han visto resentidas…
¿Algún proyecto paralizado?
Eso es. Por ejemplo, queríamos llevar a cabo un proyecto para abrir el centro de día también los fines de semana, pero la Diputación nos hizo recular. En cualquier caso, solo supone una demora en el tiempo, por lo que si no es este año, se hará el que viene, o el siguiente…
La Fundación nació en 1714. Mucho ha llovido desde entonces...
Al principio, era una cédula fundacional llamada Santa Casa de la Misericordia, para gente necesitada de la ciudad. En 1812, tras los incendios de la guerra, se fusionó con el Hospital San Antonio Abad. En 1899, adquirió personalidad jurídica propia y compró en la zona de la actual sede tres caseríos. Uno de ellos se llamaba Zorroaga.
De ahí el actual nombre de la Fundación…
Primero fue Junta de Patronato Zorroaga y, finalmente, con los nuevos estatutos de 1994, llegó su actual nombre: Fundación Zorroaga- Zorroaga Fundazioa.
Y, a partir de 2001, se llevaron a cabo las mayores reformas de su historia.
Así es. Iniciamos la andadura de la calidad, porque vimos la necesidad de ello. Gracias a una ley vasca, se permitió que la iniciativa privada con ánimo de lucro pudiera funcionar. En consecuencia, tuvimos que mejorar para ser competitivos, asumiendo las normas vigentes sobre prevención de riesgos, medioambientales, etcétera. Debo decir que, en estos diez años de mejoras, hemos contado con una muy buena disposición de los residentes, sus familias, los trabajadores...
Según las encuestas realizadas, el 93% de sus usuarios valora muy positivamente la labor de esta fundación, ¿cómo es posible alcanzar un nivel tan alto de satisfacción?
De hecho, 93% es el peor dato de todos hasta el momento. También nos valoran muy positivamente las familias de los residentes, nuestros trabajadores, la Administración…, pero, pese a todo, debemos centrarnos en cómo satisfacer a ese 5-7% de insatisfechos.
Con 300 usuarios en las instalaciones, seguro que habrá anécdotas, diversión…
Sin duda. Hace poco, celebramos la Navidad en el gimnasio, con txistularis, a los que agradecemos su presencia, y todos nos lo pasamos muy bien. Además, hemos tenido parejas formadas aquí; incluso tuvimos una boda entre dos residentes de ¡93 años!
Según un reciente estudio, en 2050 no habrá gente suficiente para cuidar a los ancianos, que supondrán una población de 16 millones (en el Estado), frente a los escasos ocho de ahora. Y si a eso le sumamos la baja natalidad (alrededor de 1,3 hijos de media) que hay actualmente, existe un problema.
Pero también hay que tener en cuenta a quién consideraremos gente mayor, porque ahora es a partir de 65 años, pero en 2050 no será así. Asimismo, es cierto que habrá más gente mayor, pero también llegarán en mejores condiciones. Será necesario mejorar los utensilios y recursos mecánicos que existen para la autonomía personal, y hacerlos más económicos y manejables. Todo ello es un terreno sin explotar, y requerirá un cambio cultural.
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