Bilbao. Un par de días después de la trágica muerte de un montañero alavés que sufrió una caída similar en el Pico Lecherines (Huesca), Humberto Perea se recupera de las heridas y arañazos en la memoria que le ha prestado su pasión por este deporte. "Cuando hay condiciones de nieve y hielo, el medio te controla. Estamos invadiendo un medio que no es el nuestro y, por muchos conocimientos y experiencia que tengas, dependes de otras cosas", reconoce.

¿Cómo se encuentra?

Me encuentro resucitado. Una vez pasada la euforia de haber regresado a casa, ahora más tranquilo.

Un 8 de diciembre que no olvidará.

Estuve diez días sedado y no me acuerdo de nada. Recuperé la consciencia el sábado. Esos días que he estado grogui tenía episodios de intranquilidad y nerviosismo porque estaba buscando al compañero. Rompí las gomas, me quité el oxigeno, me solté las piernas... Como un toro, me decían los asturianos. Pero es que había ido con un compañero al monte y no lo veía allí.

Pero todo ese tiempo ha tenido allí a la familia y a los amigos...

Todos los días. Hacían cuatro horas para poder estar solo media hora. Quiero agradecerles a todos el cariño que me han dado: los Jones, Añibarro, la familia Uriarte, Joserra el médico, Eneko, Ina, hermanos Larrabide, Ekaitz Mentxaka, Armand, Aratz Elgezabal [su compañero aquel día], la gente del trabajo, los médicos y enfermeras de Asturias... No me quiero dejar a nadie... [calla mientras retira una lágrima y se recompone].

Ánimo. ¿Qué tal las fiestas?

Distintas por el lugar, pero contento. No he sentido que haya perdido, sino que he recuperado. Para mí es el Año cero. Ahora soy del 8 de diciembre.

¿Ha pasado Olentzero?

No estoy en condiciones de pedir nada. Ya pedí bastante cuando paré en el descenso, porque no pensaba que me iba a detener y solo estaba esperando el último golpe.

¿Pero recuerda aquel momento?

Sí, sí. Del descenso me acuerdo perfectamente. Del momento en que perdí pie no, pero tengo la imagen de que bajaba a toda velocidad hacia abajo, a toda velocidad… [calla].

Rodando.

No, de cabeza. Era todo hielo y algunas piedras y arbustos, y pegué un salto. El cuerpo me giró y empecé a ir con los pies hacia abajo. Ahí metí el palo y clavé los crampones, y pillé una zona de nieve más blanda y amortigüé la bajada y logré parar.

"El último golpe", me decía...

Sí. Tuve la sensación de que era el último día de mi vida. Pero me decía: No, no puede ser. Es un día normal… Habíamos hecho cumbre y hacía un día excepcional. Picamos algo, nos cambiamos y empezamos a bajar. Yo bajaba el primero y nos juntamos con otros dos asturianos.

¿Y qué ocurrió?

Pillé una zona de roca, hielo y tal. El crampón falló, y el siguiente recuerdo que tengo es estar bajando a toda velocidad. Y aquello es una autopista que no tiene fin. Es imposible llegar al final. Bueno, es imposible llegar al final con vida. A la izquierda hay un precipicio...

¿Qué hizo entonces?

Metí el palo con tanta fuerza que me saqué los hombros, y con los pies conseguí parar. Doblé los crampones completamente y cuando paré, lo primero que me dije fue vaya librada, vaya librada...

¿Y sus compañeros?

Como iba el primero, ni siquiera me vieron. Para cuando se dieron cuenta estaba ya… No se pudieron acercar. Ellos llamaron, les metí tres gritos, pero me estaba quedando sin fuerza y me di tanta pena gritando que me dije. ¿adónde voy?. Me quedé quieto hasta que sentí el helicóptero.

¿Un rescate rápido?

Bastante. Cuando vino el médico, recuerdo que le dije que tenía frío, pero cuando subí al helicóptero perdí la consciencia hasta el sábado.

Tiene que ser duro permanecer consciente durante la caída.

Sí, pero al mismo tiempo había que hacer algo por cambiar aquello, y es ahí cuando sale esa fuerza... Pero fue un noventa por ciento de suerte. Los asturianos no daban un duro por mí después de haber visto la caída.

Muy duro.

Sí. Hablé con ellos el otro día y me decían: Es un milagro que estemos hablando contigo.

¿Pero la zona es peligrosa?

La montaña tiene estas cosas. Cuando hay hielo y nieve es el medio el que te controla, y por muchos conocimientos y experiencia que tengas...

¿Con ganas de volver a la montaña?

Con nieve me lo pensaré dos veces, pero con hielo desde luego que no. Cuando pueda, tocará bicicleta.