Donostia. Familiares, jueces, objetores, alcaldes, antimilitaristas, pero, sobre todo, insumisos. Mendizabal recoge en esta libro, publicado por la Editorial Txalaparta, retazos de lo que supuso el movimiento de insumisos al que se sumaron miles de jóvenes vascos en la época de los noventa.

¿Cómo decide embarcarse en el proyecto de escribir un libro sobre el movimiento de la insumisión?

Más bien me embarcan. En verano de 2009 recibí un e-mail de la Editorial Gatuzain de Iparralde en el que me decían que un grupo de insumisos había decidido encargar a alguien el proyecto de dar a conocer su historia. En agosto, nos reunimos en una comida, en la que me contaron historias y anécdotas de cómo habían vivido la insumisión. Lo recordaban de una manera tan especial y tenían tantas ganas de transmitirlo que dije que sí.

¿Qué es lo que le ha sorprendido de todas las historias que ha conocido a través de las entrevistas?

Hablando con los insumisos, me he dado cuenta de que para dar los pasos que dieron y ofrecer la imagen de unión que se tenía de este movimiento, desde fuera tuvieron que trabajar mucho internamente para hacer camino común de todas las ideas y estrategias diversas que había. Yo era consciente de que el movimiento estaba formado por diferentes grupos, pero me quedé realmente sorprendida al comprobar cuántas ideas y estrategias diferentes había detrás. Y, aunque ha habido espacio para la autocrítica, lo que se comprueba es que hoy día se siguen manteniendo firmes en sus ideas de entonces. Conviene aclarar que el grupo de insumisos que tuvo la idea de hacer el libro pertenece a una corriente muy concreta, que fomentan la insumisión total. Fue una corriente minoritaria, planteaba la insumisión no solo a la mili y al ejército, sino a todos los estamentos: jueces, cárcel, citaciones...

Ha hablado de autocrítica, ¿en qué sentido?

Sobre todo en el tema de la transmisión de lo que fue la insumisión. Todos están de acuerdo en que aquello fue un movimiento muy grande y generó una respuesta social muy amplia de todos los sectores. Creo que ningún movimiento ha tenido el respaldo social que tuvo la insumisión, y eso fue mérito suyo, pero, una vez que la mili se quitó (diciembre de 2001), parece que todo aquello se diluyó muy rápido, la gente se olvidó. Muchos de ellos dicen que hoy en día los jóvenes no saben qué fue la insumisión, pero es que ni siquiera saben que la mili existió. Muchos hacen autocrítica porque creen que han podido fallar en no saber transmitir lo que fue todo eso a las generaciones siguientes.

Y la sociedad, ¿ha sabido reconocer suficientemente a este movimiento?

Yo creo que no. Uno de los testimonios que recojo es el de Milagros Rubio -política tudelana de Batzarre y portavoz de la Asamblea Antipolígono de las Bardenas-. Ella cree que incluso se podía haber hecho más en la calle en aquella época y, no solo en la calle, también a nivel de ayuntamientos e instituciones públicas. Cree que no se hizo todo lo que se debió entonces. Y ahora tampoco se les ha reconocido ni se les ha resarcido. Ella lo que subrayaba, y yo estoy de acuerdo, es que muchos pasaron por la cárcel por un delito que era decir no a a vestir un uniforme y coger un fusil. Muchos pagaron un precio muy alto, porque, por ir a la cárcel, hubo quien perdió su trabajo o tuvo problemas familiares. Un insumiso me decía que él tenía amigos que por haberse plantado al tercer grado les habían echado de casa, porque no entendían cómo teniendo la oportunidad de salir de la cárcel durante el día, ellos se plantaban. Pusieron mucho en juego y eran gente muy joven que durante mucho tiempo se involucró en una lucha de las 24 horas del día. Eso tuvo su precio y creo que todavía no lo hemos reconocido lo bastante.

Se ha resaltado mucho lo que fue la lucha, pero no las consecuencias que tuvo.

La cárcel siempre es la cárcel. Además, ellos se hacían insumisos frente al ejército, pero les llevaban a otra institución que era muy militar, por el propio funcionamiento de las cárceles, con todo lo que eso conllevaba. En Pamplona, además, incluso dispersaron a ocho insumisos. En las cárceles ellos no se quedaban quietos, por lo que siempre tenían encima la amenaza de que les acusaran de motín y, al final, se concretó en forma de dispersión.

Se ha dicho que este movimiento tuvo una fuerza especial en Euskal Herria. ¿Había un caldo de cultivo que propició un mayor apoyo?

Está claro que el movimiento de insumisión no surge de la nada. Todo el trabajo del movimiento antimilitarista en décadas anteriores está ahí y había dejado su poso. Además, en Euskal Herria todo es diferente por el abertzalismo. También durante muchos años ha estado recogido en los fueros que los vacos no tenían que hacer la mili. Creo que sí, que la insumisión en Euskal Herria tuvo unas particularidades. Hubo insumisos que quizá eran antimilitaristas pero que se hicieron insumisos antes por ser abertzales que antimilitaristas. Concretamente estaban en contra del Ejército español y en Iparralde en contra del Ejército francés. Pero aparte de eso, también creo que la insumisión fue, sobre todo, una lucha antimilitarista.

¿Echa de menos algo que se haya podido quedar fuera en el libro?

Estuve un año haciendo las entrevistas y hubiera seguido otro más. De todos modos, tampoco es un libro que busque hacer una historia cronológica de la insumisión. Son testimonios que nos sirven para conocer un movimiento social partiendo siempre de esas historias de personas concretas.

¿Cuáles son los puntos en común de todas estas historias particulares?

Una de las cosas, y por eso tiene el título que tiene, es que todos tenían claro que no querían ir a la mili. Por otro lado, a mí me llama la atención que el hecho de haber sido protagonistas de esta lucha les ha dado una relación muy especial entre ellos y eso se nota mucho.

Cree que ese movimiento, con las características que tuvo y todo lo que conllevó, se podría repetir hoy día.

No sé. Los insumisos utilizaron la desobediencia civil, que es una herramienta que muchas veces se ha usado, como en Itoitz, aunque al final el pantano se construyó. A veces no basta con que haya gente dispuesta a luchar, tiene que haber otras cosas que hacen que surjan las oportunidades. En el tema de los insumisos quizá se aunaron muchas cosas: una juventud rebelde que quería cambiar las cosas, una sociedad más receptiva y unas circunstancias especiales. El Ejercito en aquella época era lo que era, la Transición no estaba tan lejana, la imagen que se tenía era muy concreta... Creo que en este momento la cosa está más difícil y aquí lo hemos visto con el tema de Itoitz o con el movimiento okupa de los gaztetxes. Hoy día, por cortar una carretera te piden dos o tres años de cárcel. Yo lo veo difícil.