"HAY personas que piensan que un museo es un sitio aburrido donde no pasa nada". No es el caso del Untzi Museoa-Museo Naval de Donostia que, después de 20 años de vida, ha demostrado ser un espacio vivo y en continuo movimiento que ha contribuido a que la historia marítima vasca se conozca más y mejor. Además, a lo largo de este tiempo ha puesto especial cuidado en la investigación, en la recuperación de patrimonio y en la educación, a través de talleres para todo tipo de públicos.

Untzi Museoa nació en 1991 con el objeto de conservar, estudiar y divulgar la historia y el patrimonio marítimo vasco y, después de dos décadas de incansable trabajo, sus directores, Soco Romano y José María Unsain y el resto del equipo, aseguran que esos propósitos se han hecho realidad. "El museo ha sido instrumento eficaz para la divulgación y ha completado lagunas en campos como la investigación y la recuperación de patrimonio", comenta Romano.

Y es que Donostia fue en el pasado uno de los principales focos corsarios o que la capital guipuzcoana, junto con Pasaia, fue uno de los más puertos más relevantes en la caza de la ballena son dos importantes pasajes de nuestra historia que, posiblemente, no sean demasiado conocidos. Según explica Unsain, "no somos conscientes de la importancia del mar en la historia del País Vasco". "Hay una idea muy vaga porque no hay un gran interés por la propia historia, por eso, este museo era un equipamiento necesario en Gipuzkoa", dice. De ahí que, "a pesar de las limitaciones económicas, de espacio y de recursos humanos", Romano defienda una labor "más que digna" que ha pretendido "ofertar, en todo momento, exposiciones de apreciable calidad que sirvieran para dar a conocer aspectos relevantes o poco conocidos de la trayectoria y la cultura marítima de Euskadi".

Este camino, salpicado de mimo y esfuerzo, comenzó a finales de los años 80 cuando, atendiendo a una propuesta planteada por la Sociedad Oceanográfica de Gipuzkoa, la Diputación Foral consideró la idea de transformar la Casa Torre en un museo naval que, finalmente, fue inaugurado el 23 de mayo de 1991.

Durante los quince primeros años, las dos primeras plantas del antiguo consulado se dedicaron a una exposición permanente donde se mostraba una "visión muy sintetizada" de los vínculos de los vascos con el mar, poniendo el acento en cuestiones como la construcción naval.

A partir de 2007, el museo "cambió de forma de trabajar". Se pasó de albergar una exposición permanente completada con otras que permanecían entre tres y cuatro meses, a organizar "exposiciones de largo recorrido", apunta Romano. Esto supuso una "reformulación" de los objetivos. "Nos obliga a vaciar el museo, lo que supone un esfuerzo profesional y económico, pero al mismo tiempo se amortiza mejor el presupuesto. Es un modo de funcionar arriesgado que, sin embargo, permite desarrollar los temas con mayor extensión", señala Unsain.

Tras varias muestras de ese tipo, comenzaron con el nuevo modelo "a lo grande" gracias a San Sebastián, ciudad marítima, que se mantuvo durante 16 meses y que mostró por primera vez en Donostia "piezas de valor incalculable".

Después llegaron las exposiciones sobre Andrés de Urdaneta, sobre la marina de guerra auxiliar o sobre las ballenas -la que se puede visitar actualmente-, con sus respectivos trabajos documentales y talleres. "Son todas producciones propias, ideadas, desarrolladas y ejecutadas aquí. Algunas, hasta han viajado por otras localidades", recuerda Romano. Las muestras han ido acompañadas de libros "que han aportado al conocimiento del tema tratado y, en muchas ocasiones, a las propias colecciones del museo, puesto que la localización de materiales brinda la posibilidad de obtener, por vía de compra o donación, objetos y documentos de interés patrimonial", señala Unsain. A esto hay que añadir el impulso que han supuesto en el campo de la investigación la publicación Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, que se edita dos veces al año, la biblioteca y el archivo documental, que partiendo prácticamente de cero "han crecido considerablemente".

recuperación

Draga Jaizkibel

Además de la divulgación y la investigación, la recuperación ha sido otro de los retos que ha perseguido desde el Museo Naval. "Al principio, peleábamos por conservar barcos y no todo el mundo lo entendía". En ese sentido, aunque el trabajo ha estado condicionado "por las limitaciones presupuestarias y la falta de espacios de almacenamiento adecuados", la recuperación de la draga Jaizkibel -situada en Pasaia y construida en los astilleros Euskalduna de Bilbao entre 1933 y 1934- supuso un punto de inflexión. "Se consiguió evitar su desguace y en el 92 el Gobierno Vasco la declaró Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento, si bien es ahora cuando se han comenzado las labores de restauración", afirma Unsain.

Después llegaron otras embarcaciones, si bien para muchas fue demasiado tarde. "No había una actitud de recogida sistemática de patrimonio ni tampoco demasiado interés y, cuando el museo se puso en marcha, ya no era posible localizar ni una sola embarcación que diera testimonio de cómo eran las embarcaciones de vela dedicadas a la pesca o al transporte. Los veleros de cabotaje, las traineras de pesca, las lanchas caleras o las txalupas boniteras habían desaparecido por completo. Tampoco existían barcos de vapor", añade el codirector del museo.

Otras 36 embarcaciones, sin embargo, han sido adquiridas por el Museo Naval -están situadas en diversos locales de la Diputación Foral de Gipuzkoa- y, en estos momentos, se está trabajando para lograr el Bahía de Guipúzcoa o el Bahía de San Sebastián, última pareja bacaladera de Pasaia.

En este contexto de crisis y de cambios en las formas de consumo de cultura, los responsables del Untzi Museoa son conscientes de que hay que adaptarse. "Sabemos que Internet es muy importante, que la forma de narrar cambiará y que tendremos que variar nuestra oferta, pero también pienso que somos curiosos por naturaleza, que siempre nos va a gustar que nos cuenten una historia y ver un cuadro original en directo. Creo en la capacidad de emoción de una pintura", finaliza Romano.