"Si yo hubiera sido el abogado de la familia de Nagore Laffage, la sentencia habría sido la misma"
Eduardo Ruiz de Erenchun, abogado defensor de José Diego Yllanes en el juicio por la muerte de Nagore LaffageHace un año se preparaba para enfrentarse al mayor juicio con jurado celebrado nunca en Navarra. Desde que el veredicto del caso de Nagore Laffage avalase su tesis de defensa en contra de seis acusaciones, los asuntos penales de relevancia no han parado de entrar en su despacho
Pamplona. ¿Qué ha representado el caso Nagore Laffage
Ha sido el caso más importante, el más complicado y en el que más he aprendido.
¿Hizo usted muy bien su trabajo o lo hicieron mal el fiscal y los abogados de las acusaciones?
No me atrevo a juzgar cómo lo hicieron los abogados de la acusación, aunque sí algo que yo pensaba al principio, como era el hecho de la presencia de una multitud de acusaciones que me podía perjudicar, probablemente se convirtió en lo contrario y me favoreció.
Hay mucha gente que le considera el culpable de que Yllanes no haya sido condenado a 20 años de prisión.
Quien absuelve a un acusado es un juez o un jurado. El abogado defensor no es el que absuelve. Lo que siempre debe hacer es respetar los límites de la legalidad y de la ética. Lo que yo nunca podré hacer es buscar testigos falsos. Ahí sí se está manipulando la realidad.
Asegura que no habría tenido problema en ejercer la acusación en este caso si la familia de Nagore se hubiera dirigido a usted antes que la familia de Yllanes. ¿La sentencia habría sido la misma?
Yo creo que sí. Probablemente sí, porque las acusaciones se manejan con los seis tomos del sumario, que dan lo que dan. Sí, creo que sí.
No va a decir usted que es más listo que los demás...
No, no... Pero sí puedo decir que en este caso he metido cientos y cientos y cientos de horas.
¿Siempre dedica cientos y cientos de horas a preparar sus casos? ¿Por qué ese compromiso con éste?
Es el primer caso que he tenido de una gran trascendencia jurídica y social. Hasta ahora siempre había trabajado a la sombra de mi padre. He defendido abusos sexuales y otros casos donde se pedían 20 años, pero no de esta trascendencia. Para mí era muy importante que salieran bien las cosas. El resultado de un juicio es más o menos aleatorio, de cualquier juicio, y para mí es fundamental que el cliente vea que trabajas y no tener cargo de conciencia sobre si hice todo lo posible. Por otro lado, me estaba enfrentando a seis acusaciones, todos ellos grandes abogados, además de un fiscal superior.
Todavía están pendientes los recursos en el Supremo. ¿Qué cree que pasará?
Lo lógico es que se mantenga la pena. Yo sigo con la esperanza de que me den la razón y la reduzcan. La esperanza nunca la pierdo.
¿Ya considera un triunfo el resultado obtenido? ¿Lo es también de la Justicia?
El problema que existe en general en la Justicia es que hay dos partes que defienden dos posturas enfrentadas y una persona o un tribunal es el que decide. En la mayoría de los casos siempre habrá alguien que salga descontento. Es el sistema que hay. Me parece criticable que la gente vaya pidiendo justicia, porque no se puede confundir lo que se pide, 20 años por ejemplo, con la Justicia.
Lo que ocurre es que en el caso de Nagore había unanimidad en la Policía, el juez instructor, la Fiscalía y seis acusaciones en que la muerte de Nagore fue un asesinato.
Se pueden haber equivocado. Pasa pocas veces, pero pasa. La Justicia no son sensaciones. Es cierto que todo esto fue favorecido por un movimiento que emprendió la madre de recogida de firmas, de que Yllanes por ser una persona poderosa podía tener una sentencia más favorable... El jurado al final tuvo dudas y el sistema dice que las dudas favorecen al acusado.
¿Qué sabe de la vida que lleva Yllanes en estos momentos?
Sé poquísimo. Sé que está en la cárcel de Zaragoza y las pocas noticias que me llegan son de una voluntaria cristiana que suele pasar por el juzgado, que me dijo que está bien, pendiente de lo que decida el Supremo para empezar a computar plazos. Está con ganas de cerrar un capítulo de su vida para intentar rehacerla, si es que puede.
Trabajando de abogado, ¿se hacen más enemigos que amigos?
Hay que diferenciar entre tres grupos. Por un lado el cliente, con el que sí pueden surgir relaciones de amistad; el contrario, con el que difícilmente; y luego terceras personas, pero eso depende de tu personalidad. Sí es cierto que al exponerte a los medios de comunicación surgen oportunidades, pero yo soy muy tímido.
Se ha convertido en un personaje público, sobre todo a raíz de aquel juicio.
No me gusta, aunque es cierto que a todo abogado le gusta que su trabajo sea conocido, pero, por otro lado, que yo vaya a un bar y me miren no es agradable. Incluso he tenido algún incidente con alguna persona. Intento que no me afecte y llevar una vida absolutamente normal.
Al igual que su padre, se ha inclinado por la vertiente del abogado defensor. ¿Por qué?
Porque la inmensa mayoría de los clientes que vienen al despacho son para ejercer la defensa. En los temas mediáticos, aquellos que más trascendencia puedan tener, las familias de la persona detenida se preocupan mucho antes de ponerse en manos de un abogado que las del perjudicado.
¿Es lo que ocurrió en el caso de José Diego Yllanes?
Sí.
Y si la familia de Nagore Laffage hubiera contactado antes con usted, ¿habría ejercido la acusación?
Sí, sin ningún problema. Me ha pasado a veces que cuando me he comprometido a realizar una defensa ha venido gente a pedirme que ejerciera la acusación. Hay otros casos no tan mediáticos donde sí he llevado la acusación.
Ha defendido casos muy diferentes y a personas de ideologías completamente distintas.
Sí, soy un profesional. Siempre les digo a mis alumnos que soy como un médico. Un médico a la hora de operar no pregunta de qué partido político es el paciente. Opera y ya está. Yo me debo a mi cliente.