Empezar a fumar cuando se es joven parece un placer, es como una toma de posición social, pero cuando la nicotina te ha enganchado, abandonar los malos humos es una batalla en toda regla. Begoña y Koldo están empeñados en ganarla. Su meta, vivir sin malos humos es vivir mejor.
"He fumado a lo largo de 46 años sin parar, más de una cajetilla diaria. Durante este tiempo, pasaba por alto las súplicas de mis seres queridos para que abandonara la adicción. Intentaba ser respetuosa y no molestar a la gente que no toleraba el humo, pero la adicción y el gusto por el tabaco era superior", rememora. Begoña Badiola lleva 34 días libre de nicotina y este es su primer intento serio por abandonar el tabaco. "Lo mío fue muy raro, porque mientras trabajaba nunca fumaba, aceptaba las normas y las reglas. Pero en cuanto salía, me quemaba un paquete entero", cuenta ella, satisfecha por haberse decidido a intentar dejar este hábito.
Begoña se siente un poco asustada, porque le está resultando "más sencillo de lo que inicialmente pensaba", aunque está segura de que se halla sólo en el inicio de un largo camino de evolución y autoconvencimiento, no exento de tentaciones que habrá de vencer. "Dejar de fumar es mucho más que dejar de encender cigarrillos", asevera esta funcionaria, que reconoce estar ilusionada en esta nueva etapa.
Cuando hace unos años intentó abandonar el pitillo, no fue motu proprio como ahora. Lo hizo animada por unas compañeras que se fueron a Hendaia donde había un especialista que ayudaba a vencer la adicción. "Ellas dejaron de fumar, pero yo volví a reincidir. En esta ocasión he sido yo la que he tomado la decisión de intentarlo".
Plenamente convencida de que quería abandonarlo, y sin presión exterior alguna, Begoña reunió fuerzas para acudir al programa que tiene la Asociación contra el Cáncer en Bilbao, entidad pionera en cursos de deshabituación tabáquica en Euskadi. "Estoy intentándolo y me encuentro muy satisfecha por la decisión", dice con cautela, sabiendo que sólo el 10% de los dos millones largos de personas que en el Estado cada año se proponen dejar de fumar lo consigue.
Hábitos, las mujeres no lo dejan Después de tanto tiempo machacando a los fumadores con imágenes grotescas, vídeos crudos y horrendas descripciones sobre los efectos del tabaco, desde Sanidad del País Vasco se observa con preocupación que aunque en los últimos diez años se ha conseguido reducir el consumo de tabaco en todas las franjas de edad, este hábito no se ha rebajado así en las mujeres, sino que en la franja de edad de 16 a 24 años por primera vez se ha comprobado que las féminas han sobrepasado a los hombres en su consumo. Así, el 25% de las mujeres entre 16 y 14 años fuma.
A pesar de que cada año en Euskadi unas 2.500 muertes son atribuibles al tabaco, Begoña piensa que no hay nada que suba más la moral que recordar los beneficios económicos que conlleva dejar de fumar. "Incrementar el precio no sé si será una medida disuasoria, pero en mi caso, cuando subió a tres euros la cajetilla me di cuenta de que me fumaba lo que muchas personas necesitan al día para comer. No me sentí bien", añade esta voluntaria de Cáritas.
Respetuosa con los derechos de los no fumadores, Begoña no se muestra muy a favor de que se prohiba fumar en todos los lugares de ocio. "Tanto prohibir no me gusta. Se debe incidir más en los aspectos negativos para la salud. Y sobre todo en los adolescentes; hay que trabajar con ellos sobre lo malo que es", sentencia, mientras hace acopio de su fuerza de voluntad para no recaer. "Cualquier excusa sirve para encender un pitillo".
Ella tiene las condiciones necesarias para vencer el tabaco: apoyo de la familia y amigos, ayuda farmacológica y psicológica. Su programa de deshabituación concluye el 8 de junio. "Me siento satisfecha conmigo misma; está mereciendo la pena el esfuerzo, uno de los más grandes de mi vida, pero la sensación que tengo está siendo muy, muy positiva", dice satisfecha.
La misma satisfacción que expresa Koldo Arretxe al recordar el día que decidió dejar de fumar. "¿Si me acuerdo de la fecha? Claro. El 15 de julio de 2001", añade sin pensarlo.
Dejó el tabaco cuando tenía 23 años, hace ahora nueve. Lo abandonó cuando echó una carrera para coger el metro y se dio cuenta que no podía. "Me asfixié, el corazón me latía a un ritmo acelerado y pensé: esto no puede ser. Fue el punto de inflexión", recuerda como si fuera hoy.
Como la mayoría de los chavales que se enganchan al cigarrillo, Koldo lo hizo a los 15 años con los amigos del colegio. "Son las etapas tontas de los adolescentes. Todos fumaban y por no parecer menos, aunque al principio no me gustó, empecé a fumar. Al salir de fiesta consumía hasta dos cajetillas", explica. "Lo dejé solo. Me lo propuse con dos amigos. Ellos, el primer día ya estaban fumando. Pero, como soy un cabezota, aguanté el mono y lo fui dejando sin ayuda".
Si tuviera que volver a hacerlo ahora recurriría a los profesionales, a las asociaciones que trabajan en esta área. "Yo lo dejé con caramelos, chicles y aguantando. Pero ahora si te pueden aliviar el mono, mejor que mejor", dice sonriente Koldo.
La adicción, los primeros años Su adicción a la nicotina le duró los dos o tres primeros años, durante los cuales no lograba quitarse de la mente el cigarrillo. Porque, "el mono físico desaparece fácilmente, pero el psicológico es más complicado y permanece durante mucho tiempo. Por eso, un porcentaje de gente que ha dejado el tabaco recae, porque la adicción es mental", explica, con la satisfacción de haber vencido a esta droga legal.
"Porque merece la pena dejarlo y además es posible, incluso para los que creen que ellos no podrían lograrlo", dice a modo de consejo para los que dudan de sus posibilidades. "La gente se tiene que concienciar de las dos caras del tabaco: por un lado, el perjuicio que te haces a ti mismo, y por otro, el daño que provocas a los que te rodean. Pero cada persona es un mundo; la mente del fumador es muy cerrada, no escucha. Esto sin contar la rabia que te da cuando alguien te dice que no fumes. Cuando me lo comentaban a mí en casa pensaba que era una chorrada", apostilla Koldo, que se muestra muy explícito al destacar la mejoría de salud que ha experimentado tras dejar el tabaco.