Zegama. El enorme corazón del escritor de literatura infantil Joxantonio Ormazabal, de 61 años, dejó de latir el domingo por la mañana tras caer por un hoyo de 200 metros de profundidad en un terreno montañoso de Zegama, su localidad natal. Se desconoce la causa de la caída, aunque, además de sufrir un accidente, fuentes de la Ertzaintza también barajan la posibilidad de que el narrador se quitase la vida.

Desaparecida su presencia física, su impronta narrativa y pedagógica quedará en las mentes de miles de vascos que, en la infancia, se han nutrido de sus cuentos en euskera, cuyos ejes principales eran la libertad, la injusticia social, la familia y el ecologismo, entre otros aspectos.

El cadáver del literato lo recuperaron agentes de la Brigada Móvil del grupo de montaña de la Er-tzaintza el domingo por la noche tras precipitarse a un respiradero perteneciente al túnel de Oazurza de la línea ferroviaria Madrid-Irun, según informó el Departamento vasco de Interior.

La extracción del cuerpo no resultó sencilla, ya que los expertos en rescates tuvieron que descender a 200 metros de profundidad, una vez comprobado que en la vía ferroviaria no había rastro de la persona.

Tras obtener datos técnicos de Adif sobre las características del túnel, una instalación de poleas permitió a los especialistas inspeccionar in situ con una cámara los detalles del hoyo antes de descender hacia su interior. Las imágenes confirmaron la presencia de un cuerpo a unos 200 metros de la superficie.

Camilla Tras informar al juzgado de guardia del hallazgo, los especialistas comenzaron el rescate a primera hora de la noche. Se colocó un dispositivo llamado colibrí, mediante un torno polea que permitió bajar a un agente con una camilla tijera. Un grupo electrógeno iluminaba la zona alta, mientras el agente realizó el rescate en la profundidad con una luz frontal. El operativo finalizó alrededor de la medianoche. Posteriormente, su cadáver fue trasladado al Servicio de Patología Forense en Donostia para la realización de la autopsia.

El escritor, que estaba casado y tenía dos hijos, residía en Tolosa, si bien era originario de Zegama, donde viven parte de sus familiares y amigos.

Por ello, Ormazabal guardaba estrechos lazos con el municipio goierritarra, donde, tras su jubilación, descansaba periódicamente en la casa familiar zegamarra, según explicó a este diario un vecino del escritor.

Pese a su retirada de las aulas, el literato aunaba su pasado profesional y su pasión por la narrativa infantil acudiendo de manera voluntaria al centro escolar de Zegama para inculcar el amor por los cuentos a los más pequeños.

Sorpresa El conocimiento de la muerte de Ormazabal se extendió con velocidad en Zegama, donde nadie era capaz de encontrar una explicación racional a su desaparición. La sorpresa y la tristeza eran sentimientos compartido por cientos de sus convecinos. "Era un hombre alegre y con una visión de la vida siempre positiva", explicó Nicolás Zabaleta, primo del escritor fallecido.

La desgracia llegó tras unos días anteriores en los que nada hacía presagiar el fatal desenlace del popular literato, no en vano, era frecuente verlo mientras cuidaba de su pequeña huerta, junto a la vivienda.

Según detalló Zabaleta, Ormazabal asistió el sábado a la boda de un sobrino en Zarautz para, después, dirigirse junto a su familia a Tolosa. Ya el domingo por la mañana tomó el coche en dirección a Zegama, donde aparcó junto a las vías del tren. El agujero al que se precipitó se encuentra a varios kilómetros del punto de estacionamiento del vehículo.

Después, llegó la trágica noticia. "Es inexplicable e increíble que ocurran estas tragedias. Era una persona con un gran talento. El pueblo está conmocionado", expresó a este diario Jesús Berasategi, quien regenta el bar Txanton, situado a escasos metros de la casa de la víctima, junto a la iglesia de la localidad.

Uno de los clientes presente en el establecimiento hostelero, Alberto Aierbe, también mantenía una cercana relación con Ormazabal, a quien describe como un hombre "educado, dicharachero y muy majo". "Era una persona muy culta, con muchos recursos humanos y muy identificada con su localidad natal, siempre hablando de las cosas del pueblo. Era muy buen vecino y aquí conservaba a su cuadrilla de toda la vida", mantiene Aierbe.