Los escondites de la salvación
Diez refugios construidos en siete meses evitaron la muerte de centenares de vecinos de gernika
gernika-lumo. Las 126 víctimas mortales del bombardeo de Gernika pudieron haber sido muchas más si la villa no se hubiera preparado convenientemente para esta contingencia. La red de búnkeres tejida durante los años anteriores al ataque del 26 de abril de 1937, un total de diez escondites -principalmente ubicados en el casco urbano- para salvaguardarse de los proyectiles, evitó que el número de muertos alcanzara cifras mayores.
Nada más comenzar la Guerra Civil, tras los bombardeos de Otxandio en julio del 36, y de Bilbao dos semanas más tarde, la Junta Municipal de defensa de Guernica y Lumo de entonces decide en septiembre construir cuatro refugios. Resultaban sumamente necesarios, por desgracia como posteriormente se pudo observar. La construcción de estas cuatro galerías excavadas en el Paseo de la Unión y reforzadas con hormigón fue dirigida, curiosamente, por un ingeniero de derechas, Manuel Cabañes, que se vio atrapado en la villa por lo que decidió colaborar con las autoridades locales.
Aunque durante su construcción hubo un derrumbe, resistió los impactos del bombardeo y salvó la vida de cientos de vecinos. También el escondite habilitado bajo el Ayuntamiento aguantó los proyectiles, aunque el edificio consistorial resultó destruido y hubo que desescombrarlo para poder rescatar a los supervivientes cobijados bajo él.
El refugio de más infausto recuerdo, no obstante, es el de la calle Santa María donde, aunque se salvaron numerosas vidas, su derrumbe ocasionó la muerte de 45 personas. El único escondite construido a ras de suelo no pudo resistir. Las fábricas de Unceta y Talleres de Guernica también tenían sus propios cobijos, al igual que lo tenían los terrenos donde se había ubicado el taller de Esperanza. Otros edificios, como el del cuartel de los Forales, la casa del Conde Arana -una de las pocas viviendas destruidas que pertenecían a personajes de derechas con significación política durante aquella época- o el sótano de la casa de Loizaga -en la calle San Juan- también cobijaron en sus bajos a centenares de gernikarras que lograron salvar sus vidas gracias a aquellos refugios.
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