termina la temporada de caza y comienzan las matanzas. Es un espectáculo atroz que se repite todos los años por estas fechas en buena parte de la geografía estatal: galgos colgados de árboles, arrojados a pozos, quemados vivos o, tristemente, molidos a palos. No hay más que echar un vistazo a cualquiera de las páginas web que circulan por la Red para tomar conciencia de la barbarie.
Lagun, un cachorro de nueve meses, se ha escapado de la quema. Ayer corría que se las pelaba por la playa de Hendaia (Lapurdi), respirando cada segundo de libertad, disfrutando de la mano amiga de su ama, algo de lo que no había podido gozar en su corta vida, confinado a un habitáculo oscuro sin ningún contacto con la sociedad.
Este galgo fue adoptado hace medio año por Mertxe Marina, una mujer afincada en Donostia que se sintió en la necesidad de dar un paso adelante ante la pasmosa desprotección que rodea la vida y muerte de estos malogrados animales. "Me enteré de que estaba en pésimas condiciones, con una colitis impresionante, con un sinfín de parásitos. Los vómitos y las diarreas del animal eran constantes, resultado del abandono al que había sido sometido", detalla la nueva dueña con un poso de amargura.
El can era de un galguero de La Rioja que, como es tristemente habitual, había convertido al animal en un instrumento prescindible y no quería cargar con los gastos de su mantenimiento.
Es algo que se repite con impresionante tozudez todos los años. Así, no es extraño que el galgo hubiera dado con sus huesos en una perrera de Durango (Bizkaia), donde fue finalmente adoptado por Marina.
La mujer relata el caso en la playa de Hendaia, donde Lagun no deja de jugar, tímido a la vez que divertido, mientras su ama le pone al animal la camiseta con el lema Adopta ezazu galgo bat, una iniciativa impulsada por Galgo Leku (Asociación para el Rescate y Adopción de Galgos). El perro va y vuelve por la playa, lo que acaba despertando finamente la curiosidad de una mujer que pasea por la zona y se acerca. "Vivo en Valladolid, en Medina del Campo, y es impresionante cómo someten estos animales a torturas increíbles. Los tienen en corrales, a oscuras, padeciendo heladas que los dejan medio muertos", relata con espanto, poco después de saludar al animal para despedirse después.
animales hacinados
Recuperarlos a la sociedad
Marina asegura que es habitual que los animales estén hacinados, sin socializar, y sólo traban contacto humano cuando van a cazar. Las casas de acogida que se apiadan de ellos son las que luego tienen que hacer un esfuerzo ingente por recuperar a estos animales para "vivir en sociedad".
Lagun puede contarlo, pero estos días hay muchos animales que son lanzados a pozos, guiados por la filosofía de ciertos galgueros que siempre buscan el "coste cero". Los crían y los tienen en zulos, a oscuras, alimentados con mendrugos de pan. "Suelen decir que un galgo no vale ni el coste de un cartucho", confiesa dolida Marina, con una frase que resume en toda su elocuencia la trastienda de esta oscura práctica.
En ocasiones, hay quien los ata a los guardabarros de coches para emprender la marcha, hasta que los animales caen desfallecidos. Los que no mueren tampoco llevan una vida precisamente fácil. De hecho, para evitar que el galgo tome la liebre con sus dientes, lo que hace perder puntos en las competiciones, hay dueños que no dudan en dejar desdentados a sus animales.
Y todo ello ocurre con unos canes que, paradójicamente, en otro tiempo fueron fieles escuderos de la aristocracia. Su porte elegante y saber estar no pasaron desapercibidos para las clases más pudientes. "Es precisamente la velocidad que tienen la que se ha acabado convirtiendo en su perdición", lamenta Marina, con su galgo como telón de fondo, que emprende una y otra vez la carrera.
Si su historia ha acabado bien ha sido gracias a Galgo Leku, agrupación formada por un grupo de adoptantes y amigos de los galgos, que crearon esta asociación sin ánimo de lucro, inscrita en el registro de Asociaciones del Gobierno Vasco.
Según cuentan en su página web, los integrantes de esta asociación se dedican a rescatar galgos que se encuentran abandonados o son desechados por los cazadores. Tras ello, les realizan un exhaustivo protocolo veterinario para, finalmente, darlos en adopción (para más información, consultar en la siguiente página: www.galgoleku.org).
Ahora mismo, según informa Marina, un cazador acaba de proporcionar a la agrupación ocho canes que están a la espera de encontrar una persona que quiera adoptarlos. En Euskadi, las cosas quizá resulten más sencillas porque no hay tanto volumen de atenciones, pero en provincias como Cáceres los animales se sacrifican de manera sistemática según llegan a las perreras porque lo hacen en oleadas y resulta imposible darles una salida.
Marina recomienda que cualquier familia que pueda estar interesada no se lo piense dos veces. "A pesar de lo grandes que son estos animales, resultan ideales para vivir. Se tumban en el sillón, se hacen un ovillo, y resultan de lo más dóciles, sin ladrar, siempre muy tranquilos", detalla la dueña.
Lagun no tiene traumas porque fue rescatado bien pronto de su particular infierno. El animal no deja de corretear en torno a Marina. Hay otros muchos animales que no se atreven a separarse de la mano de sus dueños, porque desconfían de la gente y arrastran todavía las secuelas de su tormento.