donostia. Ha esquivado la bala de la mala fortuna, pero no tiene el ánimo como para celebrarlo. Jokin Carrasco, quien fuera capitán del Alakrana hasta el pasado 25 de julio, sufre por sus compañeros. "Durante más de tres años he compartido alegrías y penas con toda esa gente. No puedo estar tranquilo sabiendo lo que están pasando", confiesa, con el alma en un puño desde el océano Índico, donde las malas noticias azotan a los arrantzales con más virulencia que el monzón.

A bordo del Elai Alai, Jokin, su nuevo capitán, recuerda cómo apenas unos días antes del secuestro del Alakrana se reencontró con sus antiguos camaradas en las islas Seychelles. "Del 26 al 30 de septiembre, ambos barcos coincidimos en el puerto de Victoria. Nos tomamos una birras y nos echamos unas risas contándonos anécdotas de pesca. También hablamos de los ataques anteriores que sufrió el Alakrana. Entonces pensábamos que ya no volvería a ocurrir, que sería demasiada casualidad. Pero ya ves, a la tercera va la vencida", lamenta.

La indignación se acrecienta, lo mismo que la amenaza pirata, cuando se responsabiliza a los arrantzales del riesgo que corren, en vez de adoptar medidas para garantizar su integridad. "El Gobierno, incapaz de controlar la situación, echa pelotas fuera y culpa al patrón de estar 400 millas fuera del área de seguridad. ¿Qué área de seguridad?", pregunta irritado, antes de proseguir. "En diciembre nos dijeron que el límite de actuación era de 500 millas marinas. Pues bien, el Alakrana no sólo se encontraba legalmente pescando en aguas internacionales, sino que estaba dentro del radio de acción de los barcos militares que nos protegen. Está claro que la operación Atalanta hace agua", sentencia.