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Es posible llegar a los 100 años, según un experto en longevidad: "Esa es la clave"

Manuel de la Peña explica que la longevidad está al alcance de la mayoría de las personas

Es posible llegar a los 100 años, según un experto en longevidad: "Esa es la clave"E.P.

La longevidad no se explica solo por la herencia genética. Aunque nacemos con un determinado código biológico, la ciencia insiste cada vez más en que nuestro estilo de vida tiene un papel decisivo en cuántos años vivimos y, sobre todo, en cómo los vivimos.

Así lo defendió Manuel de la Peña Alonso-Araujo, presidente del Instituto Europeo de Salud y director de la Cátedra del Corazón y Longevidad, en 'Y ahora Sonsoles', quien subrayó que heredamos cerca de 20.000 genes, pero que eso no determina nuestro destino vital.

Según explicó, la genética solo influye en un 25% de la longevidad. El 75% restante depende directamente de los hábitos saludables que adoptamos a lo largo de nuestra vida.

Comer bien, mantenernos activos y cuidar nuestra salud emocional son factores mucho más determinantes de lo que tradicionalmente se pensaba.

La importancia de la alimentación

En este sentido, la alimentación ocupa un lugar fundamental.

Una dieta equilibrada, rica en frutas, verduras, legumbres, pescado y aceite de oliva, ayuda a prevenir enfermedades cardiovasculares, metabólicas y neurodegenerativas.

No se trata de seguir modas pasajeras ni dietas extremas, sino de mantener un patrón alimentario constante y sostenible en el tiempo, que aporte los nutrientes necesarios y evite el exceso de productos ultraprocesados, azúcares y grasas poco saludables.

Frutas, verduras, granos integrales y legumbres aportan carbohidratos complejos.

Vida activa

El movimiento es el segundo gran pilar de la longevidad.

La evidencia científica demuestra que la actividad física regular reduce el riesgo de enfermedades crónicas, mejora la función cardiovascular y contribuye a mantener la masa muscular y la autonomía con el paso de los años.

No es imprescindible practicar deporte de alta intensidad: caminar a diario, subir escaleras, nadar o realizar ejercicios de fuerza adaptados a cada edad ya supone un beneficio claro para la salud.

Descanso y vida social

Pero vivir más no depende solo de comer bien y moverse. La forma en la que gestionamos el estrés, las relaciones sociales y el descanso también influye de manera directa en la esperanza de vida.

Dormir las horas necesarias, mantener vínculos sociales sólidos y encontrar espacios de desconexión ayudan a reducir la inflamación crónica y a proteger el corazón y el cerebro.

Manuel de la Peña lo resume de forma clara cuando afirma que cómo comemos, cómo nos movemos y cómo vivimos cada día es lo que realmente marca la diferencia: "esa es la clave".

Un mensaje que refuerza la idea de que la longevidad no es un privilegio reservado a unos pocos, sino una construcción diaria al alcance de la mayoría.

Lejos de resignarnos a lo que dictan los genes, la evidencia científica invita a asumir un papel activo en el cuidado de la salud. Los hábitos saludables mantenidos en el tiempo pueden traducirse en más años de vida y, lo que es igual de importante, en más años vividos con calidad y bienestar.