Beber agua es una de las recomendaciones más repetidas en materia de salud, aunque también es una de las más malinterpretadas.

El agua es esencial para el buen funcionamiento del cuerpo humano, pero es importante saber que tomarla en exceso no implica necesariamente un beneficio adicional.

Así lo explicó el nefrólogo Borja Quiroga en el programa 'Saber vivir' de RTVE, donde aclaró que el riñón, órgano clave en la depuración del organismo, tiene capacidad para concentrar y diluir la orina según las necesidades del cuerpo.

Quiroga desmintió el mito de que beber grandes cantidades de agua ayuda a "limpiar" los riñones.

Según el médico, el cuerpo humano está diseñado para autorregular la cantidad de líquido que elimina, y forzar una ingesta excesiva puede incluso resultar contraproducente.

Quiroga matizó que el riñón ya se encarga de equilibrar el agua y las sales del organismo; no necesita que lo llenemos de litros y litros de agua.

Una mujer bebe agua de una fuente E.P.

El riesgo de beber de menos

El nefrólogo subrayó que, aunque el exceso no aporta ventajas, beber demasiado poco sí puede tener consecuencias negativas.

El riñón actúa como una depuradora de toxinas del organismo, y necesita un flujo mínimo de agua para filtrar y eliminar los desechos que el cuerpo produce a diario.

"Lo peor no es beber mucho, sino beber de menos", puntualizó Quiroga. Si no se dispone de la cantidad de agua suficiente, los productos de desecho pueden acumularse, afectando no solo a los riñones, sino también al metabolismo general.

Para una persona sedentaria, que no realiza actividad física, apenas suda y ni siquiera sale de casa, el mínimo diario recomendado sería entre 1,2 y 1,5 litros de agua.

Sin embargo, esta forma de vida no es la habitual ni saludable, y este valor aumenta en función del movimiento, la temperatura ambiente o la alimentación. Es evidente que una persona con un mínimo de movimiento diario requerirá más.

Escuchar al cuerpo

Más que seguir una cifra fija, los expertos aconsejan atender a las señales del cuerpo.

La sed, el color de la orina o la sequedad de la boca son indicadores fiables del estado de hidratación. En condiciones normales, el organismo regula de forma eficaz el equilibrio hídrico, pero factores como el calor, la fiebre o el ejercicio físico pueden alterar sus necesidades.

Asimismo, es importante saber que el agua no solo se obtiene de los vasos que bebemos, sino también de los alimentos, especialmente frutas, verduras, sopas o infusiones. Una dieta equilibrada aporta una parte importante del líquido diario necesario.

Un equilibrio vital

En definitiva, mantener una hidratación adecuada no consiste en beber sin medida, sino en dar al cuerpo lo que necesita. Ni la sobrehidratación ni la deshidratación son beneficiosas. El riñón funciona mejor cuando se le proporciona la necesaria de agua para trabajar sin sobrecargas ni carencias.