El aparato digestivo y el cerebro "están más conectados de lo que se pensaba", hasta el punto de que quienes padecen trastornos intestinales persistentes tienen hasta el doble de probabilidad de desarrollar enfermedades neurodegenerativas, como alzheimer o parkinson, según ha confirmado un estudio dirigido por la navarra Sara Bandrés-Ciga.

La investigadora, directora del área de neurogenética en el Centro para la Investigación del Alzheimer y otras demencias de los Institutos de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés), ha codirigido este macroestudio que bebe de tres grandes bases de datos: el BioBanco del Reino Unido y los biobancos de Escocia (SAIL Biobank) y Finlandia (FinnGen).

Sus revolucionarios hallazgos aparecen recogidos este miércoles en la revista científica Science Advances, y a ellos ha contribuido también el científico Armando Reyes, de la Universidad de Málaga.

El segundo cerebro

"El aparato digestivo tiene su propio 'segundo cerebro', el sistema nervioso entérico, capaz de influir en la salud de tu cerebro principal", ha explicado Sara Bandres-Ciga en una entrevista con EFE.

Partiendo de ese conocimiento, la científica española y su equipo han aprovechado la enorme base de datos de salud existente en los citados biobancos desde el año 2000 para explorar la relación entre las alteraciones digestivas y la neurodegeneración.

Los investigadores han tenido en cuenta alguno de los 155 diagnósticos metabólicos, digestivos, nutricionales y endocrinos que tienen un impacto en el eje intestino-cerebro, incluyendo gastroenteritis, colitis o trastornos funcionales como el síndrome del intestino irritable, estreñimiento crónico, diarrea crónica, y dolor y distensión abdominal.

Han incorporado también análisis genético y proteómico en sus caracterizaciones, concretamente a datos genéticos de más de 487.000 personas, y a datos proteómicos de más de 52.000 personas.

Su análisis ha revelado que "el aparato digestivo y el cerebro están más conectados de lo que se pensaba y que la salud del eje intestino-cerebro influye directamente en el riesgo de neurodegeneración", ha incidido la investigadora.

"Nuestros datos muestran que las personas con trastornos intestinales persistentes pueden tener hasta el doble de probabilidad de desarrollar enfermedades neurodegenerativas, como alzheimer o parkinson, después del inicio de las patologías del eje intestino-cerebro", ha apuntado.

Estas correlaciones se han cuantificado y replicado en distintos intervalos de tiempo, es decir, desarrollo de neurodegeneracion a 5, 10 o 15 años.

Los vínculos más robustos

Dentro de los diferentes diagnósticos intestinales, los investigadores han detectado que las personas con colitis no infecciosa, gastritis y esofagitis tenían una mayor tasa de desarrollo de alzheimer o parkinson.

Esta relación también se ha observado en los llamados trastornos intestinales funcionales, afecciones crónicas en las que la función del intestino se altera sin que exista una enfermedad anatómica o metabólica evidente. Normalmente son males que causan dolor abdominal, hinchazón, estreñimiento, diarrea o una combinación de todos esos síntomas.

"Hemos visto que la neurodegeneración no depende solo del cerebro: nuestro aparato digestivo surge como un actor clave que modula el riesgo para desarrollar alzheimer y parkinson", ha afirmado la investigadora.

Esto implica, a su juicio, que "debamos aproximar el estudio de las enfermedades neurodegenerativas desde un enfoque sistémico, donde la neurodegeneración no es solo una enfermedad del cerebro, sino el resultado de un desequilibrio en múltiples sistemas que interactúan a través del eje intestino-cerebro y otras rutas biológicas".

Cuidar del intestino como prevención

"Mejorar los trastornos crónicos del intestino podría reducir la inflamación, los desequilibrios metabólicos y las alteraciones de la microbiota, todos ellos mecanismos que sabemos que influyen en la función cerebral", ha destacado.

Bandrés-Ciga ha incidido en que "cuidar el intestino puede ser una estrategia preventiva importante", ya que, junto con hábitos de vida saludables y el control de otros factores de riesgo, podría contribuir a disminuir la probabilidad de desarrollar enfermedades neurodegenerativas en el futuro.

Actualmente, se estima que más de 50 millones de personas viven con demencia en el mundo y que entre 31 y 38 millones padecen específicamente la enfermedad de Alzheimer y entre 8,5 y 12 la de Parkinson.

El estudio conocido hoy contribuirá a identificar de forma temprana los predictores de ambas enfermedades y a mejorar las técnicas de detección precoz y tratamiento. Los autores también han desarrollado un recurso interactivo en abierto para ver el desglose entre las comorbilidades y la probabilidad de ambas enfermedades neurodegenerativas.