En cuestiones de salud, alimentación y bienestar, no todo lo que se da por hecho está respaldado por la ciencia. Algunas recomendaciones muy extendidas no son tan ciertas como parecen, y otras pueden incluso resultar contraproducentes. A continuación, desmontamos seis mitos que siguen vivos en el imaginario colectivo, a pesar de que la evidencia diga otra cosa.
¿Beber agua elimina toxinas del cuerpo?
No exactamente. Beber agua no elimina toxinas por sí sola, aunque sí es fundamental para que los órganos encargados de hacerlo —riñones e hígado— funcionen correctamente. El agua actúa como vehículo para transportar los desechos hacia los riñones, donde son filtrados y eliminados.
Sin embargo, un consumo excesivo de agua no acelera este proceso y puede tener consecuencias negativas, como la hiponatremia, una dilución peligrosa del sodio en sangre.
Para una hidratación adecuada, no hay una regla única. Según los expertos las necesidades varían según la edad, peso, actividad física, clima o estado de salud. Por lo general, sentir sed es una buena guía.
¿Debemos beber dos litros de agua al día?
En realidad, deberíamos hablar de líquidos, no solo de agua. Un adulto sano necesita entre dos y tres litros diarios de fluidos, que pueden proceder del agua, pero también de frutas, verduras, sopas, infusiones, café o incluso cerveza y refrescos (aunque estos últimos no sean recomendables como fuentes habituales). Lo importante es mantener una buena hidratación, adaptada al estilo de vida y circunstancias personales.
¿Es mejor beber agua durante o fuera de las comidas?
No importa. Beber agua durante las comidas no interfiere con la digestión ni engorda, como se ha dicho a veces. Beber mientras se come puede incluso ayudar a percibir mejor los sabores, mantener una correcta hidratación y provocar una sensación de saciedad que, en algunos casos, puede contribuir a controlar la ingesta.
Y conviene recordarlo: el agua no tiene calorías, es decir, no engorda, aunque sí tiene un efecto saciante por su volumen en el estómago.
Si tienes el colesterol alto, ¿debes eliminar todas las grasas?
No todas las grasas son iguales. Existen grasas saludables, como las del aguacate, el aceite de oliva o los frutos secos, que pueden incluso ayudar a mejorar los niveles de colesterol.
El colesterol alto suele estar más relacionado con el estilo de vida, la genética y la inflamación que con el simple consumo de grasa.
Las grasas vegetales, por ejemplo, tienen más ácidos grasos insaturados, beneficiosos para la salud cardiovascular, frente a las grasas animales, que suelen contener más saturados. Aun así, hay excepciones, como el aceite de coco o palma, cuyas grasas son saturadas. En resumen: no se trata de eliminar todas las grasas, sino de optar por las grasas saludables.
¿Sudando más se quema más grasa?
Falso. El sudor es una respuesta del cuerpo para regular la temperatura, no un indicador de quema de grasa. Puedes sudar abundantemente sin hacer esfuerzo físico —por calor o humedad—, y también puedes quemar grasa haciendo ejercicio sin apenas sudar.
Vestirse con muchas capas o usar fajas para sudar más solo incrementa el riesgo de deshidratación, sin aportar beneficios reales para adelgazar.
La pérdida de grasa depende del balance energético, es decir, de gastar más calorías de las que se ingieren. Y eso se consigue con una combinación de alimentación y ejercicio, no con el exceso de sudoración.
¿Los productos sin gluten son más saludables?
No necesariamente. El auge de los alimentos sin gluten ha aumentado la percepción de que son más sanos, pero solo lo son para personas con celiaquía o sensibilidad al gluten. Para el resto de la población, no hay evidencia de que eliminar el gluten tenga beneficios.
Además, muchos productos sin gluten industriales contienen más azúcar, sal o grasas añadidas para compensar la textura y el sabor.
El gluten es una proteína presente en cereales como trigo, cebada o centeno. Por tanto, su presencia o ausencia no determina por sí sola la calidad nutricional de un alimento.