Todos sabemos que una buena alimentación, la práctica de ejercicio y un sueño de calidad son los tres pilares básicos para gozar de una buena salud.

A diario tratamos de cuidarnos y de comer sano, siguiendo lo que consideramos una dieta saludable. Sin embargo, hay alimentos que consumimos de forma habitual y que no siempre sabemos que pueden suponer un serio riesgo para nuestra salud. Se trata de los conocidos como venenos blancos y entre ellos destacan el azúcar, la sal, las harinas refinadas y el arroz blanco.

Estos alimentos en realidad no son venenosos, ya que no son tóxicos ni suponen un riesgo inminente para nuestra vida, sino que se trata de sustancias poco saludables. No aportan ningún tipo de nutriente, vitamina, mineral, proteína ni fibra de los que nuestro organismo necesita, por lo que su calidad nutricional es mucho menor que la del alimento de origen

Esto se debe a que estas sustancias han sido refinadas, es decir, modificadas mediante un proceso físico o químico para eliminar algún componente y en él pierden sus propiedades. Además, se les añaden sustancias como aditivos, conservantes, colorantes y potenciadores de sabor que no son beneficiosas para nuestro organismo. 

Todos estos venenos blancos tienen algo en común: son sustancias de color blanco, su consumo es habitual, han sido sometidas a un proceso de refinado y sobre ellas hay decenas de estudios que avalan que consumidas en exceso pueden causar numerosos problemas de salud.

Azúcar

Es un disacárido obtenido de la mezcla de glucosa y fructosa que nos aporta energía de consumo rápido. Pese a su origen vegetal, al ser extraído de la caña de azúcar o de la remolacha, durante el proceso de refinado pierde la fibra y la proteína

Tomarlo en exceso, tanto en forma de azúcar libre como en productos ultraprocesados, nos puede provocar caries, acné, obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares, hipertensión y hasta cáncer, entre otras enfermedades. 

Azucarillos junto a una cuchara de madera llena de azúcar.

Sal

La sal refinada o sal de mesa se compone básicamente de cloruro sódico, lo que nos dejará residuo seco, es decir, un exceso de esta sustancia en distintas partes de nuestro cuerpo

No debemos eliminarla por completo de la dieta, pero sí moderar su consumo y limitarlo a no más de 5 gramos al día. Además, hemos de tener en cuenta que, como ocurre con el azúcar, la sal que consumimos no es solo aquella que echamos directamente del salero, sino que hay alimentos como quesos, embutidos, sopas preparadas o pan que tienen mucha sal

La hipertensión, la retención de líquidos o las enfermedades cardiovasculares tienen en muchos casos el uso o abuso de este tipo de sal como una de sus principales causas.

Típicos salero de cristal con tapa metálica con agujeritos.

Harina

Consumir harina refinada en exceso puede aumentar el riesgo de diabetes tipo 2. Está compuesta básicamente de almidón que se metaboliza muy rápido y provoca un brusco aumento de la glucemia en la sangre que hace trabajar demasiado al páncreas

Los expertos en nutrición aconsejan consumir harina integral, ya que contiene todas las partes del cereal (germen, salvado y endospermo) de forma que conserva todos sus beneficios: fibra, vitaminas, minerales y ácidos grasos.

Una persona trabaja con harina para hacer una masa.

Arroz blanco

El arroz pasa por un proceso de refinado en el que se retira la cáscara para obtener el grano y se pule después para eliminar el salvado y el germen. De esta forma se eliminan más de la mitad de sus minerales, hasta un 90% de las vitaminas del grupo B y la fibra y el arroz queda reducido a almidón

Su elevada carga glucémica, al igual que ocurre con la harina refinada, provoca fuertes aumentos de glucosa en sangre, lo que nos va a provocar enfermedades como diabetes u obesidad, entre otras. De hecho, científicos de la Universidad de Harvard concluyeron que ingerir este alimento a diario podría incrementar hasta un 27% el riesgo de padecer diabetes de tipo 2.

Un cuenco con arroz blanco cocido.

Si eres consumidor habitual de estos productos, cambiar los hábitos de alimentación no te resultará una tarea fácil, pero debes procurar ir introduciendo en tu dieta, poco a poco, más alimentos integrales. Pronto notarás sus beneficios y tu cuerpo te lo agradecerá.