Tal vez nunca hayas oído hablar del síndrome de Wendy como tal. Sin embargo, la realidad es que hay muchas personas, sobre todo mujeres, que pueden padecerlo y quizás tengas a alguna de ellas más cerca de lo que piensas.

Este síndrome debe su nombre al personaje femenino homónimo de Peter Pan y Wendy, la obra de teatro del escritor escocés James Matthew Barri estrenada en 1904.

Mientras Peter Pan es un niño de 10 años que odia el mundo de los adultos y que no quiere crecer, Wendy, de solo 12 años, actúa durante buena parte de la obra como madre, no solo de sus hermanos pequeños, sino también de Peter y de los niños perdidos del país de Nunca Jamás. Se trata de una niña dulce, complaciente, responsable, cuidadora, soñadora, sonriente y amable.

Como si fuera un espejo en el que mirarse, muchas mujeres se sentirán identificadas con este personaje. El primero en nombrar este síndrome fue el psicólogo Dan Kiley en 1983 y se refiere a una actitud de cuidado llevada al extremo con el objetivo de buscar la satisfacción de la pareja, los hijos, los amigos o los compañeros de trabajo a través de la protección, entendiendo el afecto como un acto de sacrificio, incluso a costa de la propia felicidad. 

Una madre agotada con su bebé en brazos. Freepik

Sobre todo mujeres

Cualquier persona puede verse aquejada por este síndrome de Wendy, pero el hecho de que afecte mayoritariamente a mujeres puede deberse a distintos factores como la influencia cultural, el estilo educativo, los rasgos de personalidad, las experiencias de vida, las circunstancias del individuo o ciertos comportamientos sociales. 

Esa excesiva preocupación por los demás lleva a las personas que lo sufren incluso a dejar de lado sus propias necesidades. Además, existe cierta resignación en ese comportamiento que se produce por miedo al rechazo o al abandono.

La diferencia entre una persona generosa y bondadosa y otra que sufre el síndrome de Wendy es que mientras la primera hace una buena acción de manera gratuita y desinteresada, la segunda se siente culpable si no cuida o no protege al otro, lo que se traduce en un sufrimiento constante por intentar satisfacer todas las necesidades de las personas que cree tener a su cargo.

En este segundo caso, además, este servilismo se asocia a una necesidad del individuo de sentirse aceptado y siente un fuerte miedo al rechazo, al fracaso, a la soledad y al abandono

Esta entrega incondicional a los demás puede enmascarar, además, un temor inconsciente a dirigir la propia vida y a luchar pos los proyectos más personales, y el sacrificio que conlleva esta renuncia puede convertirse a largo plazo en reproche, lo que derivará en relaciones tóxicas. 

Vivir por y para otros

Las personas que sufren el síndrome de Wendy llevan la actitud de cuidado al extremo hasta el punto de olvidarse de su propia felicidad y se dedican a vivir por y para los demás. Suelen tener baja autoestima, carecen de una identidad propia, son perfeccionistas, inseguras y necesitan sentirse imprescindibles, además de estar muy preocupadas por la imagen social y ser incapaces de tomar decisiones sin la aprobación de los demás. 

Es normal que quien lo padece acabe teniendo un alto nivel de ansiedad debido a la sobrecarga de trabajo y a la gran cantidad de responsabilidades que tiene encima. Las frustraciones son muy comunes en este tipo de trastornos. 

En la mayoría de los casos, el síndrome de Wendy y el síndrome de Peter Pan van de la mano, ya que cada Wendy suele tener a su lado uno o más Peter Pan, personas narcisistas, poco empáticas, inmaduras emocionalmente y que se niegan asumir las responsabilidades propias de su edad (síndrome de Peter Pan).

Los expertos aseguran que dar por supuesto que una mujer puede y debe asumir todas las responsabilidades, como si fuera una especie de supermujer, puede terminar acarreándole problemas físicos y sobre todo psicológicos.

Una mujer limpia la casa mientras su pareja descansa en el sofá. Freepik

Detectarlo para actuar

Por todo esto, es esencial detectar el síndrome de Wendy a tiempo antes de que afecte a los diferentes ámbitos de la vida de quien lo padece. 

En primer lugar, hay que tomar conciencia de que existe un problema para poder tratarlo y superarlo de una forma sana. Darlo todo por los demás sin tenerse en cuenta puede acabar provocando un vacío inmenso y a la larga frustración e insatisfacción.

Buscar ayuda si es necesario, trabajar el miedo al rechazo, desarrollar el crecimiento personal y adoptar una actitud positiva hacia la propia persona son algunas formas de abordar este síndrome de Wendy.