Hay unos pueblos a los que se va para visitarlos y otros que parece que están hechos para pasarlos de largo. Y hay un tercer grupo de localidades que parecen lo que no son. Cuando llegas parece que solo es una carretera, un camino que divide en dos el casco urbano y que no hay nada que ver por lo que el impulso inicial es pasar de largo. Pero en estas ocasiones algo parecido a una alarma suena en la cabeza que te hace pasar despacio fijándote en los detalles y es cuando te das cuenta de que hay que parar y explorar.

Algo así pasa con la localidad cántabra de Riocorvo, no muy lejos de Santillana del Mar y vecina de Torrelavega, en la comarca de Besaya. De hecho, se levantó junto al río que da nombre a la zona.

La calle San José de Riocorvo. Fabrada

Riocorvo no es uno de los destinos más populares entre los turistas y visitantes que recorren Cantabria, además de contar con el hándicap de que aunque la autopista A-67 y la carretera N-611 pasan prácticamente a su lado, muchas veces pasa desapercibida para los viajeros que no se salen de las rutas más trilladas y van a tiro hecho.

Un pueblo para un camino

Riocorvo, a diferencia de muchos pueblos, especialmente de montaña, no nació a la orilla de un río que lo parta en dos. En este caso se trata de un camino, más exactamente el Camino Real que unía la meseta castellana con el Cantábrico a través de Reinosa. Cierto que se aprovechó la proximidad del Besaya para elegir la ubicación, pero el dinero estaba en los carros y los comerciantes que viajaban por esta ruta.

En la actualidad, esta circunstancia es la que le da encanto, ya que una única calle, la principal, es un muestrario de lo que la historia, el arte y la geografía han construido en la comarca. Por eso no hay que dejar de entrar a Riocorvo para recorrer la calle San José.

Ahora es peatonal, por lo que habrá que dejar el coche en otras calles, que también las hay ya que Riocorvo se desarrolló gracias a su estratégica localización. Esta amabilización, como se denomina ahora este tipo de actuaciones urbanísticas, facilita poder disfrutar de sus espectaculares casas de piedra con escudos en sus fachadas del más puro estilo montañés sin peligro y permitiendo imaginar cómo viajar sin coches de motor.

Por la calle San José

La calle San José corresponde al trazado que en su tiempo tuvo el Camino Real, que en parte marchaba siguiendo el río. Las casas se construyeron con una orientación similar a ambos lados, orientando las fachadas hacia el sur de forma que pudieran recibir la mayor parte de la luz y el calor del sol. Todas son de piedra y la mayoría de ellas cuentan con blasones en la fachada. Sus edificaciones, mayoritariamente de los siglos XVII y XVIII, muestran un estilo barroco montañés que se aprecia tanto en casas civiles como en pequeñas construcciones religiosas. De entre ellas destacan el palacio de los Alonso Caballero, la casa de los Púlpitos y la casona de los Velarde.

La Casona Montañesa de Riocorvo. Turismo de Cantabria

La primera de ellas, el palacio de los Alonso Caballero, es del siglo XVIII, con tres alturas y los dos escudos de la familia fundadora en la fachada. La de los Púlpitos también se levantó en el siglo XVIII, presentando tres alturas. Finalmente, la de Velarde, un siglo anterior a las otras, presenta añadidos y reformas posteriores.

A ellas se une un cuarto edificio, la Casona Montañesa, también del XVII y que es la primera que el visitante contempla al entrar en el pueblo.

Además, entre ellas se incluyó en 1804 la iglesia parroquial, que aunque se le dio espacio entre las casas principales, parece embutida entre ellas y recibe el más humilde apelativo de Capilla de San José.

Los visitantes perciben claramente la sensación de que los vecinos se enorgullecen de su pueblo y lo miman para realzar su belleza con numerosas macetas, flores y decoraciones variadas.

Aunque el pueblo sea pequeño, la armonía entre sus edificaciones y el entorno natural lo convierte en un destino imprescindible para quienes buscan rincones pintorescos y auténticos. El valor patrimonial de Riocorvo está oficialmente reconocido, ya que ha sido declarado Bien de Interés Cultural (BIC), un sello que protege su riqueza arquitectónica y su carácter histórico.