En el barrio de Bolibar, perteneciente a la localidad guipuzcoana de Eskoriatza, podemos ver un paredón calizo, que destaca sobre el bosque que lo cubre. Nada nuevo, en cualquier paraje de nuestra geografía, pero esta pared rocosa tiene algo de especial y no pasó desapercibida para quienes nos precedieron, pues la utilizaron para lo que pudiera ser un ritual ancestral. Todos los datos que tenemos navegan entre la nebulosa del misterio, ya que nada está claro en lo que rodea el paraje y a los elementos que en él se descubrieron. Pero vayamos por partes, desgranado pausadamente el enigma de Axtroki.
Empezaremos caminando en la localidad de Eskoriatza, donde podemos aparcar en el parking Sabra Ana, del centro del pueblo. Nos dirigimos hasta el centro de la localidad y pasamos por la plaza Fernando Eskoriatza, para seguir por la calle José Arana unos metros y topar a la izquierda con la calle San Juan. Avanzamos por ella y, en ascenso, cruzamos un paso elevado sobre la carretera GI-627. Nada más rebasar la carretera, alcanzamos un cruce, donde optamos por seguir por una pista asfaltada que asciende un duro repecho siguiendo las balizas hacia el pico Aitzorrotz. Seguimos por ella hasta una marcada bifurcación, con señales amarillas. En ella, tomamos hacia la izquierda, en descenso, junto a un caserío rodeado de praderas. Sin pérdida, bajamos disfrutando de las preciosas vistas hasta el barrio de Bolibar, donde nos recibe la iglesia de San Miguel Arcángel.
Ficha práctica
- ACCESO: Llegamos a Eskoriatza por la carretera GI-627, bien desde Arrasate, bien desde Leintz-Gatzaga.
- DISTANCIA: 7 kilómetros.
- DESNIVEL: 250 metros.
- DIFICULTAD: Fácil.
En este punto, debemos continuar por la carretera GI-3344; abajo, sobre la vaguada, surgen como por arte de magia las peñas de Axtroki, lanzando un magnetismo irresistible, pero aun debemos caminar un tramo por asfalto hasta llegar hasta ellas. Tras una marcada curva, llegamos a un cruce, caminando junto al regato Urkulu, donde nos desviamos a la derecha, en dirección al barrio Eraina. Ascendemos por asfalto mientras el panorama se abre ante nosotros de forma paulatina hasta que, tras una curva, alcanzamos las peñas de Axtroki.
Los cuencos de oro
En estas peñas, que hoy pasan desapercibidas para el caminante, aparecieron de forma casual una especie de cuencos de oro labrados. Son uno de los ejemplos más relevantes de la utilización del oro durante la Prehistoria en la península ibérica, pero también son unas piezas rodeadas de grandes incógnitas, que protagonizan el catálogo de parajes insólitos de Euskal Herria. Los llamados ‘cuencos de Axtroki’ corresponden al periodo histórico del Bronce Final –hacia 1.200-850 a. C.–. Los cuencos son de distinto tamaño y se denominan ‘Axtroki uno’ y ‘Axtroki dos’. Ambos presentan diferentes decoraciones en forma de elementos circulares concéntricos, seguidos de una banda en “S” invertida. En cuanto a su funcionalidad, sin tener ninguna evidencia, se barajan dos posibles usos. Por un lado, se consideran cuencos o contenedores pertenecientes a una vajilla de prestigio, quizás destinada a uso ritual. Por otro lado, se interpretan como bonetes o cascos ceremoniales empleados en algún culto o ceremonia concreta por parte de algún tipo de sacerdote de la tribu. Siguiendo esta hipótesis, ciertas teorías apuntan que fueron dejados en la base de la peña de Axtroki no por azar, sino porque el lugar formaría parte de un conjunto astrológico, una especie de santuario. Su decoración geométrica se ha interpretado como símbolos solares y astrales, con paralelismos centroeuropeos.
Las peñas son un paraje único en la geografía insólita de los vascos; un lugar que, tal vez, debería ser puesto en valor para no olvidar la extraordinaria historia que posee y que, aún hoy, guarda su atávico misterio.
Continuamos con el ascenso para alcanzar el cercano núcleo de casas de la barriada, donde sale a nuestro encuentro un cruce de caminos. Optamos por seguir el de la izquierda, en descenso, siguiendo las señales que nos llevan hacia Erañalde, y llegamos a una pequeña plazoleta con una fuente. Continuamos por una pista asfaltada, que pasa junto a un soberbio caserío, y salimos a terreno despejado. Alcanzamos un cruce, ya en el barrio Lete de Eskoriatza, donde se ubica una imagen de la Virgen. En este punto, tomamos en descenso una pista que llega a un cruce, donde seguimos por la derecha. Las vistas son preciosas, con el monte Udalatx llamándonos poderosamente la atención desde su perfil calizo. En sus laderas, cuentan que vivió el mítico cura errante Mateo Txistu, gran aficionado a la caza, que fue condenado a vagar eternamente por los bosques por abandonar la misa para perseguir una presa. Descendemos decididamente hacia el valle, entre prados, para pasar junto a un pinar y alcanzar una marcada curva a la izquierda. El descenso se acentúa y caminamos junto al cementerio de la localidad para llegar nuevamente a la calle San Juan. Llegamos al centro del pueblo y tomamos la calle principal Gaztañaundi, callejeado, hasta llegar al museo Ibarraundi, en las afueras de Eskoriatza. En este museo se conserva una réplica de los cuencos de Axtroki -los originales están en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid (MAN)-; puede ser una buena idea rematar el paseo admirando las joyas rituales, aunque sean una copia.
Solo nos resta regresar por las calles del pueblo hasta el punto de partida.