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Euskal Herria insólita

Menhir de Saltarri: apuestas pastoriles

La belleza del entorno de la ruta de hoy es la que la convierte en exigente, pues no permite que pongamos fin a la primera intención de conocer la piedra destino que la justifica y nos impulsa a seguir un poco más

Menhir de Saltarri: apuestas pastorilesAitor Ventureira San Miguel

Hay en lo más profundo de la sierra de Aralar, un valle de verde inmaculado, acurrucado al cobijo de los grandes picos, colgado a más de mil metros de altura; se trata de Alotza. Caminar por su alfombra de hierba,es un impresionante regalo para los sentidos; quien esto escribe guarda con mucho cariño las primeras rutas por este paraje de belleza cautivadora. En mitad de las praderas de altura que forman el valle, un menhir guarda los secretos de la vieja mitología, pero también algo más desconocido: la herencia de los viejos usos pastoriles que le dan esa pátina de lo insólito que buscamos en nuestros caminares.

Me gusta partir desde el aparcamiento del área de Zamao, en el barrio de Larraitz, que pertenece al pueblo de Abaltzisketa, aún de noche, y tomar la pista que poco a poco va ganando altura, siguiendo la ruta normal de la montaña por antonomasia, Larrunarri o Txindoki, mientras en el horizonte el sol va dando forma, lentamente, a todo lo que nos rodea. La pista llega hasta una preciosa haya junto al camino, donde un sendero ataja el carretil. Poco a poco, el camino va ganando altura para acercarse a un pinar que acaricia por su parte superior, justo cuando saboreamos los impresionantes paredones de la cara W. de Txindoki sobre nuestras cabezas. Disfrutando del majestuoso espectáculo, alcanzamos la fuente de Oria Iturri y, un poco más adelante, el característico paso de Zirigate, momento en que abandonamos la ruta hacia Txindoki para dirigirnos a la derecha buscando el camino de Alotza. Continuamos por el marcado sendero, en dirección a los prados de altura y, de pronto, surge la belleza. 

Ficha práctica

  • ACCESO: Al barrio de Larraitz accedemos desde las localidades de Amezketa o de Zaldibia, siguiendo la carretera GI-2133.
  • DISTANCIA: 11 kilómetros.
  • DESNIVEL: 900 metros.
  • DIFICULTAD: Difícil.

El delicioso vallecito de Alotza se abre ante nuestros ojos en un recodo del camino; la vista es profundamente embaucadora y alcanzamos el menhir de Saltarri, tumbado allá, en mitad de la telúrica alfombra verde de Alotza. Una vez junto al megalito solo queda disfrutar, dejarse llevar por su arcaica magia, por su energía; solo queda sentir.  

El menhir guarda las leyendas unidas de los jentiles, esos gigantes mitólogos de fuerza y tamaño descomunal. Y es que un viejo cuento de nuestras montañas nos narra la siguiente historia:

“Los jentiles querían destruir el templo de San Miguel in Excelsis, en la sierra de Aralar, por lo que uno de ellos decidió lanzar una piedra desde la cima del monte Txindoki con la intención de alcanzar el templo. Justo en el momento del lanzamiento, el gigante resbaló con una boñiga de vaca, perdiendo impulso en el tiro, y la piedra fue a caer al raso de Alotza, justo donde hoy la vemos. Otra versión nos dice que la lanzaron desde la montaña de Murumendi con intención de destruir Beasain e itsasondo. Estos seres míticos bailaban cada uno con su sombra alrededor de la piedra en las noches de plenilunio”.

Saltar la piedra

Estamos en terrenos pastoriles. De hecho, Saltarri se ubica en uno de los principales antiguos pasos de la montaña, junto al camino por el que han transitado durante siglos los propios pastores trashumantes, mercaderes, peregrinos, soldados,… La piedra es un celoso guardián de antiguos usos, de viejas leyendas y, en fin, de una antigua forma de ver y entender el mundo que hoy se nos escapa irremediablemente entre los dedos, empujados por los nuevos usos tecnológicos.

En la mítica piedra, encontramos ese pequeño destello de lo insólito, que en este caso está unido intrínsecamente al pastoreo. La piedra mide unos 3,15 metros de largo y era costumbre entre los pastores de la sierra intentar saltarla con los pies juntos y sin carrerilla, siempre con una apuesta de por medio. El propio nombre del menhir Saltarri, derivaría de esta costumbre: se traduciría algo así como “Piedra de salto”. Les puedo asegurar que un servidor ha intentado esta gesta, pero a pesar de no ser precisamente un consumado atleta, es algo prácticamente imposible.

La ruta podría regresar por el camino de subida, pero la mágica mirada de una de nuestras montañas más bellas y embaucadoras nos llama con fuerza, así que, sin dudarlo, nos encaminamos hacia la cima de Txindoki. Para llegar a su cumbre, la ruta se dirige hacia el collado de Egurral, pero antes podemos visitar dos coquetas cumbres que suelen pasar desapercibidas, y que ofrecen unas hermosas vistas de la sierra. Al norte del menhir, una suave cima de praderas y calizas llama la atención hacia el norte: se trata del pico Zumalerdi, de 1.215 metros de altitud y que se corona rápidamente, ofreciendo una preciosa visión del menhir tumbado en los prados. De la cima, continuamos descendiendo hacia el norte por los pastos para subir al pico Auntzizegi, de 1.248 metros, desde el que descendemos hasta el marcado collado de Egurral, bajo la cumbre de Larrunarri o Txindoki. Solo resta subir la pronunciada pendiente antes de alcanzar esta mágica y deseada cima, de 1.342 metros de altura, morada de la diosa Mari. Txindoki o Larrunarri es una montaña especial; la primera gran cumbre para muchos de nosotros y la que de alguna misteriosa manera nos ha hecho montañeros, nos ha enseñado a amar lo que hacemos; nos ha enseñado a ser embaucadores de montañas. De alguna forma, nos ha enseñado a ser lo que somos.

Para rematar esta preciosa ruta, bajamos por la vertiente E. de Txindoki para saborear el encantador barranco de Muitze. Para ello, de vuelta en Egurral, tomamos hacia la izquierda por un camino que nos sumerge de lleno en el barranco.

Este camino es belleza en estado puro, diferentes saltos de agua dotan al entorno de una hermosura difícilmente descriptible, encajado entre las cimas de Txindoki y Larraone. La senda no tiene perdida, discurre inteligentemente acariciando la montaña. Tras pasar por una cruz, llegamos a una antena desde la que podemos descender directamente hasta el aparcamiento.