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Ruta por los faros de Gipuzkoa, las mejores panorámicas de la costa vasca

Marineros y viajeros de secano no ven las luces costeras de la misma manera, pero todos se dejan llevar por ellas para llegar al destino.

En imágenes, los faros de la costa de GipuzkoaJuan Miguel Ochoa de Olza

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La costa guipuzcoana, como la del resto del Cantábrico, es una de las más agrestes y espectaculares que puedan encontrarse. Altos acantilados de roca se alzan frente al mar golpeados con fuerza por olas que ocultan peñas y peligros. Esto hace que navegar por estas aguas resulte arriesgado, sobre todo si llegan las temporales del noroeste, que complican aún más salir al mar.

Para auxiliar y guiar a marinos y navegantes, los faros y las luces de ayudahan ido apareciendo en la costa para marcar los puntos más peligrosos. También los dirigen hacia puertos siguiendo una vía segura. También se convirtieron en miradores desde los que quienes permanecían en tierra podían seguir la suerte de las naves. Y tratándose de señales, sirven igualmente para los viajeros terrestres que recorren la costa.

El faro de Higer, en Honndarribia, el más occidental de los faros guipuzcoanos.

Para los que los ven desde tierra, los faros son un atractivo que no deja indiferente. De entrada, los enclaves sobre los que se han levantado la mayoría ofrecen vistas y panorámicas bellas que siempre satisfacen, haga sol o rujan temporales. A ello se une que su historia, el camino que lleva hasta ellos o el propio edificio ofrecen un plus que justifica la visita.

Zumaia y Getaria

Aunque son siete los que se denominan popularmente como faros, por su porte, en realidad dos de ellos son balizas. Las luces de la isla de Santa Clara, en Donostia, y la de Senekozuloa, en Pasaia, no alcanzan las 10 millas náuticas (18,5 km) que les otorgaría esta categoría.

En cualquier caso, visitarlos todos es una agradable excursión que permite conocer un patrimonio industrial que se ha ido integrando en el paisaje aunando historia, arquitectura, cultura y naturaleza.

Para los que lo hagan en coche son 78 km y un paseo en barca, mientras quienes opten por hacerlo a pie recorrerán 65 km y harán el mismo paseo en barca, a no ser que prefieran nadar por la bahía de La Concha. Y un recordatorio: a excepción de Santa Clara, ninguno es visitable por dentro.

Esta ruta puede empezar en Zumaia, donde desde lo alto del monte Atalaya vigila el estuario del río Urola su faro. Entró en servicio en el año 1882, cuando Zumaia se convirtió en un importante puerto pesquero y comercial. La ubicación elegida no dio lugar a muchos debates. Si desde este punto, conocido como la Atalaya, se vigilaba el paso de las ballenas y la posible llegada de atacantes, también era un buen punto desde el que ser visto.

El edificio es una sencilla construcción blanca de dos pisos, que a la vez era vivienda y daba servicio al faro, una torre octogonal también blanca rematada con una linterna de cúpula azul intenso.

Como establece la regulación de los faros, desde cada uno de ellos deben verse las luces de los dos más inmediatos, uno a cada lado. En el caso de La Atalaya de Zumaia, por el oeste se localiza el vizcaíno de Santa Katalina, en Lekeitio, y por el este, el de Getaria, siguiente hito del recorrido.

El faro de San Antón vigila la costa desde el Ratón de Getaria.

Sobre el popular Ratón de Getaria, la antigua isla de San Antón convertida ahora en un istmo, en una pequeña península por las obras del puerto, se alza el faro de Getaria.

De estructura similar al de Zumaia, con un edificio rectangular de dos pisos y la torre adosada, aunque en este caso está en uno de sus extremos. Blanco y gris, su linterna cuenta con dos balconcillos y una cúpula blanca. Es de 1863 y sustituye a la luz que hasta 1813 se encendía en la ermita de San Antón, destruida por los franceses en 1813 durante la Guerra de la Independencia.

En la actualidad, San Antón es un lugar de paseo y relajo para vecinos y visitantes de Getaria. Se ha convertido en parque y mirador desde el que contemplar la costa cantábrica hasta cabo Matxitxako por el oeste y la costa de Iparralde por el este.

Los de la capital

Desde el faro de San Antón, hacia el este se puede ver la luz, a 15 km, del faro del monte Igeldo, en Donostia. Completamente blanco, en mitad de la ladera del monte Igeldo se puede ver al borde de la carretera que asciende hacia su cima y el parque que lo corona.

Inició su servicio en 1855, después de que el antiguo faro que iluminaba el mar desde la cima fuera dañado durante la Guerra Carlista. Además, las frecuentes nieblas que subían del mar lo ocultaban de la vista de los barcos, dificultando su trabajo. Ahora, la vieja torre forma parte del parque junto al hotel.

En Donostia también se puede visitar otro faro, el de la isla de Santa Clara, que en realidad no es tal, sino una baliza con siete millas de alcance que marca el lado de la bahía por el que deben entrar las embarcaciones, entre la isla y el Aquarium. Tras una importante renovación, ahora se puede visitar su interior tras haberse acondicionado para albergar la obra Hondalea, de la escultora local Cristina Iglesias. Para llegar hasta él hay que nadar o sacar un billete en una embarcación de servicio de la isla para todos aquellos que quieran visitar la isla y ver de cerca la cúpula dorada de la linterna.

Pasaia y Hondarribia

Hacia el este, la costa comienza a accidentarse un poco más y el fiordo que entra hacia Pasaia se convierte en un refugio ante la furia del mar Cantábrico que debe ser bien señalizado por la dificultad que supone para muchas embarcaciones pasar por la estrecha garganta de altas paredes rocosas.

El faro de La Plata es el primero que se ve después de superar el monte Ulia, entre Donostia y Pasaia. Su aspecto de castillo con sus cuatro torres en las esquinas y la linterna sobresaliendo en el centro del edificio le dan un aire de cuento de princesas y caballeros que pocos olvidan. Asomado hacia el mar entre la vegetación, el visitante duda entre contemplar el edificio o regodearse ante el magnífico panorama marítimo y costero que se contempla desde este mirador.

Senekozuloa vigila el tráfico de las embarcaciones y otras tres balizas complementan su labor.

La carretera que sube desde Pasaia al faro también lleva a la baliza de Senekozuloa, en plena entrada a la bocana del puerto de esta localidad marinera. Agarrado a una de sus laderas, dirige a los barcos que entran y deben dejarlo por el lado de estribor para acceder sin riesgos. Las empinadas escaleras que de él parten son el camino rápido para llegar a la zona portuaria y a Albaola Itsas Kultur Faktoria, donde se construye en vivo la nao ballenera San Juan.

El destino final de esta ruta está más allá de Jaizkibel, en Hondarribia. Se trata del faro del cabo Higer, el de aspecto más afrancesado de los faros de esta costa. Su característica torre y su cúpula transparente que lo identifican como farotambién para aviones, se ha convertido en la primera atalaya marítima que los peregrinos jacobeos que hacen el camino del norte visitan. Prestando servicio desde 1881, la desembocadura del Bidasoa no se puede recordar sin su silueta.

Las siete luces

Faro de La Atalaya (Zumaia)

  • Construcción: 1882
  • Altura de la torre: 12 m
  • Plano focal: 41 m
  • Alcance: 14 millas náuticas

Faro de San Antón (Getaria)

  • Construcción: 1863
  • Altura de la torre: 14 m
  • Plano focal: 93 m
  • Alcance: 21 millas náuticas

Faro de Igeldo (San Sebastián)

  • Construcción: 1855
  • Altura de la torre: 13 m
  • Plano focal: 130 m
  • Alcance: 26 millas náuticas

Faro de Santa Clara (San Sebastián)

  • Construcción: 1864
  • Altura de la torre: 10 m
  • Plano focal: 53 m
  • Alcance: 9 millas náuticas

Faro de La Plata (Pasaia)

  • Construcción: 1855
  • Altura de la torre: 13 m
  • Plano focal: 153 m
  • Alcance: 13 millas náuticas

Faro de Senekozuloa (Pasaia)

  • Construcción: 1909
  • Altura de la torre: 7 m
  • Plano focal: 52 m
  • Alcance: 8 millas náuticas

Faro de Higer (Hondarribia)

  • Construcción: 1881
  • Altura de la torre: 21 m
  • Plano focal: 65 m
  • Alcance: 23 millas náuticas

Aunque a todos ellos se puede llegar sin problemas, como ocurre con los de Bizkaia, no se puede visitar su interior. Únicamente el faro de Santa Clara, sede de la obra escultórica Hondalea, de la escultora Cristina Iglesias, se puede ver, aunque su interior ya no es el de un faro que en su momento albergó a los equipos de fareros. En el caso de Bizkaia, solo se puede ver el de Santa Katalina, que se ha reconvertido en un centro de la interpretación de la navegación.