En el extremo más occidental de Bizkaia y de las Encartaciones se encuentra el municipio Valle de Karrantza, el más extenso del territorio histórico. A pesar de su tamaño, viéndolo en un mapa apenas se asoma al resto de Bizkaia oculto por el enclave cántabro del valle de Villaverde abrazándose con Turtzios por el norte a través del Parque Natural de Armañón y con Artzentales por el sudeste tras cruzar los montes de Ordunte.

La propia orografía del valle propicia la sensación de que se encierra en sí mismo sobre el río Carranza que discurre de sur a norte en dirección a Cantabria recogiendo el agua de ríos y arroyos que bajan de montes de entre 1.000 y 800 metros de altitud. Y son estos ríos los que van configurando los núcleos urbanos; los barrios de Karrantza. Concha y Ambasaguas son los principales, situándose en el primero el Ayuntamiento del valle.

Desde el mirador del Armañongo Parketxea se puede ver casi todo el valle de Karrantza con los montes de Ordunte que cierran el municipio al fondo. NTM

Espectacular paisaje y asombroso subsuelo

Habitado desde siempre, son muchos los restos prehistóricos que se pueden encontrar, y tanto el entorno como su riqueza natural son su principal atractivo. El parque natural de Armañón se encuentra al norte, en la muga con el vecino municipio de Turtzioz/Trucios, con el que comparte el monte más alto de la zona: el Armañón, con la cima a 854 metros. Camino de este hito desde los barrios de Paúles o de El Suceso hay que visitar el encinar de Sopeña.

Este particular bosquete destaca a pesar de crecer en un entorno, un valle cubierto de bosques de variados tipos, en el caso de Sopeña, un encinar. Su particularidad reside en que la ganadería tradicional de Karrantza ha dejado una profunda huella en esta zona creando un paisaje que recuerda a las dehesas. Protegido desde el norte por el cordal que corre de este a oeste entre el Armañón y el Pico del Carlista, cuenta con un microclima algo más cálido que permite un paisaje más mediterráneo, diferente al entorno atlántico característico de la zona.

En el acceso a Pozalagua explican las peculiaridades de la cueva. NTM

LA CUEVA DE LAS ESTALACTITAS CON RAMAS

En la peña Ranero se abre la cantera Donosa. De ella se extraía dolomía. En el año 1957, una explosión de dinamita abrió un agujero inesperado que dejó al descubierto una cavidad-burbuja aislada del exterior. En su interior se encontró la de mayor concentración de estalactitas excéntricas del mundo. No está claro cómo de forman estas estructuras calcáreas de grosor milimétrico que parecen desafiar las leyes de la gravedad al crecer en todas direcciones, asemejándose a las ramas y raíces de un árbol. De esta manera se crean espectaculares y delicadas esculturas naturales. Al descubrimiento pronto se le otorgó un valor extraordinario, por lo que no se dudó en protegerlo cambiando el plan de explotación de la cantera y llevar los trabajos hacia otras zonas. La explotación de dolomía solo duró 20 años más ya que a mediados de la década de los 70 del siglo pasado el Ayuntamiento de Karrantza cerró la cantera para proteger Pozalagua.

Este parque se caracteriza por sus paisajes kársticos, de gran riqueza ecológica con frondosos bosques y un laberinto de simas, dolinas, torcas y cuevas. Y es que la joya de la corona de este espacio natural es su subsuelo, aunque la mayor parte de estos espacios sólo son accesibles para espeleólogos. Pero la más famosa de ellas, la más peculiar, es la cueva de Pozalagua, descubierta accidentalmente durante la explotación de la cercana cantera. Este inesperado hallazgo se reveló como una de los más importantes formaciones geológicas gracias a las estalactitas excéntricas que allí se vieron.

El acceso a la cavidad es abierta al público y está adaptada a personas con movilidad reducida, aunque es prudente consultarlo antes de concertar la visita. Esta transcurre entre formaciones de columnas y coladas hasta llegar a la llamada sala Versalles, la de mayor concentración de estalactitas excéntricas. El recorrido continúa hasta un mirador que permite contemplar la grandiosidad de este rincón del subsuelo en todo su esplendor.

Pero no es la única cavidad famosa. Sobre Pozalagua se alza el Pico del Carlista, de 729 metros de altitud. Casi en su cima se abre una estrecha grieta de 5 m. de largo y 2 de ancho que da acceso vertical a la Torca del Carlista, la cavidad subterránea más grade de Europa y la tercera del mundo. Solo los espeleólogos tienen acceso a su interior, que llevan explorando desde 1957.

En el exterior, la abandonada cantera también merece una visita ya que se ha convertido en un impresionante auditorio al aire libre. Con una acústica casi perfecta, desde el año 1995 se celebra un festival de teatro y música que llega a reunir hasta a 2.000 personas por sesión. Para este año ya se ha anunciado el calendario, del 4 al 6 de agosto, pero todavía no el cartel.

La cantera de Donosa cerró en 1976 y en la actualidad se ha reconvertido en un anfiteatro al aire libre. NTM

El Centro de Interpretación de Armañón se ha construido en el edificio de la plataforma desde la que las vagonetas cargadas de mineral iniciaban su viaje aéreo hasta la planta de transformación en Ambasaguas, convertido ahora en un museo que recuerda y explica la importancia de este pasado industrial del valle. La exposición permanente de este parque se centra en la riqueza que alberga tanto Armañón como Ordunte, dando a conocer tanto la flora como la fauna silvestre y doméstica de Karrantza. A ello se une un recorrido por la historia humana del valle, desde la prehistoria a la actualidad.

Desde este punto, además de obtener una panorámica espectacular sobre Karrantza, al fondo, sobre el horizonte se levantan las cimas de los Montes de Ordunte, Zona de Especial Conservación (ZEC). Allí se encuentran las cimas más altas del valle y que marcan la muga con Burgos. Destacan el Burgueño (1.043 m), la Maza de Pando (1.011 m), el Balgerri (1.106 m), Peñalta (1,141 m) y el Zalama (1.336 m) en donde se juntan Bizkaia, Cantabría y Burgos.

Dentro de la riqueza paisajística de esta cordillera destaca la turbera de Zalama, un hábitat húmedo de materia orgánica que desde el año 2008 se trata de recuperar después de que años de explotación humana hayan comprometido su conservación. Sobrecarga ganadera, incendios, el paso de vehículos y algunos proyectos eólicos han hecho que se pierda casi el 50% de la superficie original.

Caseríos karrantzanos, casas indianas

El paisaje humano y patrimonial en Karrantza es tan importante como el de naturaleza. No hay que olvidar que son los habitantes quienes acaban moldeando la personalidad de un valle, de una comarca. A este respecto, los más de 40 barrios que forman el municipio Valle de Carranza tiene mucho que contar. Sobre todo porque se pueden contemplar dos libros diferentes que narran dos aventuras humanas que se complementan, la de quienes se quedaron en el valle y la de quienes salieron al mundo, a América, a buscarse la vida y lo consiguieron. Son las casas tradicionales y las casas de los indianos.

La arquitectura tradicional se puede dividir en las casas-torre y palacios que derivan de las guerras banderizas, y las casas y caseríos típicos rurales, el llamado caserío encartado.

Entre las casas-torre destacan la del Campo, en San Esteban, y la de Sangrices, y entre los palacios, que se pusieron de moda a partir del siglo XVII, se pueden encontrar el palacio barroco de Prieto de Ahedo en Ranero, el de Prieto Ahedo en Santecilla, o el de Trevilla, en San Esteban.

El chalet de Hernáiz, en el barrio de Concha, capital del municipio de Karrantza. NTM

Dentro de la arquitectura popular, que aglutina una amplia y heterogénea variedad de edificaciones, destaca el caserío de planta rectangular con frente corto y balcones corridos, que en ocasiones cuentan con unos muretes, los pipíanos, cuya función era la de hacer de cortafuegos, y un tejado con un remate similar a una visera que recibe el nombre de morisca, sobre la fachada principal. Esta tipología es muy propia de la arquitectura rural vizcaína de los valles occidentales de Las Encartaciones.

Junto a estos edificios se levantan otros más modernos, que muestran la llegada de un nuevo grupo social que aportó dinero y mejoras al valle de Karrantza. Se trata de las casas de indianos, las que levantaron aquellos que emigraron, tuvieron éxito y volvieron a su tierra enriquecidos.

Muchos de ellos construyeron grandes y característicos edificios de gran lujo. Su espectacular presencia las ha convertido en un atractivo del valle más que visitar, cuando no alojarse en algunas.

Estos edificios residenciales muestran una gran variedad de estilos e influencias, desde el art nouveau al regionalismo. Los ejemplos más relevantes se construyeron entre finales del siglo XIX hasta mediados del XX. Los coches eran un símbolo de estatus en su época, por lo que estos edificios se levantaron junto a las carreteras y vías, lo que hace que ahora sea fácil divisarlas.

La mayoría se encuentran en los núcleos urbanos de Concha y Ambasaguas. Algunas de las más interesantes son el chalet Portillo, en La Tejera; la Casa de Ramón Altuna, la Casa de José Irastorza, la Casa de José Altuna y el Chalet Hernáiz, todos ellos en Concha; la Casa de Manuel Portillo, la Casa de Cándido Hernáiz, en La Revilla; la Casa de Benito Paliza, Villa Pepita y Villa Sarita, en Ambasaguas; y la Casa La Huertona y el Palacio Chávarri, ambos en Biáñez. Este último lo levantó un sobrino de uno de los indianos más eminentes, Romualdo Chávarri de la Herrera, que destacó por ser uno de los mayores benefactores de la época. En la finca del Palacio Chávarri se puede visitar el eco parque Karpín Fauna, el centro de acogida de fauna que no puede ser reintroducida en la naturaleza.

EL KARPÍN FAUNA

En una finca centenaria de 20 hectáreas, Karpín Fauna es un refugio privilegiado para más de 55 especies diferentes que, a causa de actos irresponsables del ser humano ya no pueden vivir en libertad y pueden tener una existencia digna. Estos se pueden conocer a lo largo de un recorrido por Animalia, el espacio dedicado a la fauna. Pero también se pueden conocer animales que llevan desaparecidos millones de años pero que fascinan tanto como si siguieran vivos. Por un lado, los dinosaurios, a los que se dedica Terrasauro, un campamento de excavaciones paleontológicas con réplicas de diferentes reptiles a tamaño natural, y Gastornisland, donde se muestran algunos de los grandes animales que vivieron en la Tierra después de la extinción de los dinosaurios.