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[A por ellos] "Joseba, Amaya y Aingeru", por Mikel Recalde

Puede que la familia Novoa no consiga que se haga justicia y se depuren responsabilidades, pero ya logrado una victoria: que la gente sepa la verdad de lo que ha pasado

[A por ellos] "Joseba, Amaya y Aingeru", por Mikel RecaldeRuben Plaza

Amaya es seria. No regala sonrisas, pero tiene gracia y es divertida. Sigue siendo locuaz y a su marido, al que adora, le mantiene con amor a raya. No hay una persona más valiente que la que se enfrenta cada vez que se levanta de la cama a sus más temidos fantasmas que han aparecido en su vida sin quererlo ni beberlo e incluso sacan adelante la batalla la gran mayoría de las ocasiones.

Joseba también es formal y responsable, íntegro. Si le conoces, no tardas en darte cuenta de que era mucho más feliz antes del fatídico día. Que, por momentos, siente que le han arrebatado, de un pelotazo, parte de su amada zona de confort familiar. Un hombre de los que solo necesita a su gente para disfrutar de su existencia. No hay un luchador más valiente que el que no duda en enfrentarse al enemigo a pecho descubierto para defender a los suyos a pesar de que sabe que tiene muy pocas opciones de saborear las mieles del triunfo. El que se cae y se levanta mil veces porque sabe que ni puede ni quiere darse por vencido. Un verdadero marido coraje, que vive por y para Amaya y su hijo Aingeru.

No me olvido de este último, un niño de 11 años que ha tenido que soportar demasiadas cosas de adultos sin perder ese brillo de inocencia en sus ojos. Un aprendiz de dantzari en los erraldoiak, al que un día Mbappé le salvó la vida. Sí, como lo escuchan. Aingeru decidió entrar en el campo en el duelo ante el PSG porque quería ver calentar al astro galo, si no se hubiera quedado con su madre hasta que solucionara su problema de cobertura con la aplicación de la Real, que, por cierto, sigue pasando de puntillas sobre el tema, lo que le convierte en cómplice o corresponsable (invitar al palco no exime de exigir responsabilidades por el atentado contra uno de tus socios a las puertas de un estadio). Tenía 9 años y a esa edad, si le hubiera golpeado a él el pelotazo, no lo hubiese podido contar. Algunos creerán que exagero, yo solo se lo comento para que se centren y sean conscientes de cómo sucedió todo, de que le podía haber pasado a cualquiera. Como dijo Joseba a los miembros de la Comisión de Seguridad del Parlamento Vasco mirándoles a los ojos: “Podía haber sido su marido, su esposa, su hijo o su nieto”. Piénselo bien, ayuda a empatizar y a ponerse en su lugar si es que todavía no lo han hecho.

Cuando regresábamos de Vitoria después de que hubiese logrado abrir una puerta más que jamás habría podido imaginar, Joseba me comentó: “Mikel, sabes que no vamos a ganar esta guerra, ¿no?”. Yo le contesté sin titubeos y sin pensar demasiado: “Perdona Joseba, tú ya has ganado. Has demostrado que todo lo que contáis es verdad. Que son ellos los que están mintiendo. Ya nadie duda de que lo que golpeó a Amaya en la sien y le hizo debatirse entre la vida y la muerte fue una bala de foam lanzada por un ertzaina en mitad de una carga incomprensible porque en ese momento no pasaba absolutamente nada. Otra cosa es que se haga justicia y los responsables lo paguen, pero esa no será una derrota vuestra, será una derrota de la sociedad y del sistema”.

Aunque sea triste no poder conquistar lo que realmente mereces, en este caso, cuando han tratado de poner en duda todo lo que dices hasta que unos vídeos les han sacado los colores, cuando han manipulado en su favor pruebas, han hecho sentir a la víctima investigada, acusada y juzgada y una jueza cuanto menos sorprendente ya no sabe qué hacer para que no se celebre un juicio (algo que no tiene ninguna explicación coherente ni convincente), lo mejor es conformarse con pequeñas victorias psicológicas.

Sergio Francisco y Manolo González

En el fútbol éstas no valen demasiado, porque se caen por su propio peso si no vienen acompañadas de puntos. Y si no que se lo pregunten a Sergio Francisco, a quien ya no le van a servir muchos encuentros como el de Vigo, en el que, sí, es cierto, mereció ganar pero se tuvo que conformar, una vez más, y van…, con un empate que no le saca de pobre ni desafila la guillotina que pende sobre su cabeza.

Sergio podría ser perfectamente uno más de la cuadrilla de Joseba y Amaya, que también es irundarra hasta la médula. Una persona normal, que no llamaría la atención de no haber sido jugador y entrenador de la Real. El último caso de un ascenso de un técnico de la casa que ha triunfado después de Imanol es el de Manolo González en el Espanyol. Un conductor de autobús, otro que podría sentarse en la misma mesa de la familia Novoa, que pasó de la noche a la mañana del filial al primer equipo: “No entiendo muy bien por qué me relacionan siempre con eso. Me parece muy básico. Ya me habría gustado a mí haber nacido millonario y poder dedicarme toda mi vida al fútbol. Tampoco comprendo que la gente me relacione únicamente con un tema motivacional o de gestión de grupo. No se ganan partidos solo por gestionar un grupo. Aquí hay gente en el cuerpo técnico que trabajamos muchas horas como para concluir que el Espanyol corre mucho”.

Manolo analiza muy bien los motivos por los que, hoy en día, un exjugador de nombre, como no son ni Sergio ni él, lo tiene más fácil para triunfar, al señalar que “cuentan con un crédito que no tienen otros, pero no es su culpa. Es culpa de la sociedad actual”. Explica cuál era el temor principal que sintió cuando aterrizó con los mayores: “Mi mayor miedo cuando llegué al primer equipo era que la plantilla no creyera en mí. Y eso uno lo ve rápido, no somos tontos. Si ves que un jugador pone caras o dos empiezan a hablar por un lado, dices, vale: Estoy muerto. Pero tuve la suerte de que me aceptaron muy bien”. Les aseguro que éste no es el problema de Sergio, porque la plantilla está con él, que no es poco en un grupo de jugadores que no están acostumbrados a estar en las catacumbas de la tabla.

Por último, Manolo incide en dos cuestiones que podríamos extrapolar perfectamente a la Real, al afirmar que “hay una cosa que el Espanyol tiene que empezar a hacer y es disfrutar de los momentos buenos. Eso es como la vida, no vamos a vivir 150 años, por lo que las cosas buenas hay que celebrarlas”. Gran mensaje que necesitamos reimplantar en Anoeta

Y el segundo, el gran temor de cualquier entrenador de la casa: “Yo a la afición no le puedo pedir más. Lo que puedo pedir es lo que digo siempre, que nos juzgue con respeto. Respeto por el trabajo. Pero lo que sí me gustaría es que el día que me tenga que ir del Espanyol lo pueda hacer bien”. Esa fue la gran obsesión final de Imanol… Y seguro que Sergio también la percibirá.

En la revista Panenka que dedica al club perico hay otra entrevista a Fran Garagarza, director deportivo natural de Mutriku: “Manolo es un buen gestor de grupo, es algo innato, tiene similitudes con Mendilibar y ha evolucionado. Hoy es mucho mejor entrenador”. E Imanol también lo fue con el paso de los meses. Y Sergio está destinado a ello…

Muchas veces conviene mirar hacia afuera para tener más argumentos y distintas visiones que te ayuden a analizar lo que sucede en tu propia casa. Recuerdo que al escribir la crónica de Oviedo, un encuentro que debió finalizar en circunstancias normales mínimo 1-3, avisé de que llegaba una fase muy dura del calendario, por lo que la Real se había metido en un lío. Después de superar casi fuera de control las etapas pirenaicas, el calendario siempre te concede más oportunidades y no se quejará Sergio, porque, a pesar de que el club negocia a sus espaldas con otro, no podría imaginar una situación mejor. Dos partidos seguidos en casa ante Sevilla y Athletic, con el componente psicológico que le acompaña y la primera ronda de Copa en Negreira en solo una semana. Puerta grande o enfermería, no va más.

Máxima admiración

Amaya adora su trabajo, pero igual ya no va a poder ejercerlo más por las secuelas. Es técnica de emergencias sanitarias. La primera que llega a los lugares donde hay heridos y está obligada a tomar decisiones en cuestión de segundos. No deja de ser curioso que el sistema, que no entiende de tejidos y te aplasta si te enfrentas a él, responda de esta manera tan cruel cuando ha pasado de socorrer a tener que ser socorrida. Cuando ha salvado muchas vidas de gente que ahora mira hacia otro lado. No hay derecho. 

Su marido Joseba se vino abajo al salir del Parlamento en una imagen sobrecogedora. ¡Qué mérito y cuánta admiración me produce! Para el próximo mercado de invierno, yo quiero que la Real fiche a un defensa que sea capaz de defender a alguien como lo hace Joseba con Amaya. Un día leía que “es más valiente quien conquista sus deseos que quien conquista a sus enemigos”. Ya todos saben lo que pasó, no engañan a nadie. Ya habéis ganado. Habéis puesto en evidencia a todos los poderes fácticos. Ahora todo lo que venga se dará por bienvenido. Pero el trabajo sucio, el de estrellarse una y otra vez contra una pared para volver a levantarse, solo lo consiguen los más grandes. Como lo son mis amigos Joseba y Amaya. Zorionak! ¡A por ellos!