La puesta de largo de la nueva Real Sociedad en Anoeta se saldó con empate contra el Espanyol, en una tarde de emociones fuertes cuya lógica escapó de cualquier explicación más o menos científica. Los colectivos (tirando de funcionamiento táctico) y las individualidades (tirando de calidad) siempre resultarán muy susceptibles de decidir cualquier partido que se precie. Pero olvidamos demasiado a menudo que el fútbol significa un juego de errores, en el que evitar las equivocaciones propias y aprovechar las ajenas te deja muy bien situado para conseguir la victoria. Que se lo digan si no a txuri-urdin y pericos, dos equipos que el domingo lo tenían todo bajo control hasta que metieron la pata y propiciaron que los acontecimientos se les volvieran en contra. La pérdida de Luka Sucic puso punto final a un notable arranque de los blanquiazules. Y la pifia de Omar El Hilali resucitó luego a los de Sergio Francisco, cuya reacción no parecía tener visos de producirse.

La Real acepta el reto

El Espanyol de Manolo González compareció agresivo sobre el césped donostiarra, con un bloque avanzado y presionando según un 4-4-2 que proyectaba al mediapunta Pere Milla a apretar en paralelo con el delantero centro. La Real aceptó el reto y, consciente de que el dispositivo rival le generaba una teórica superioridad numérica en la medular, se dedicó de inicio a generar por dentro para lanzar fuera a Barrene y Kubo, convertidos en puñales. Debió servir para marcar el primero, pero la citada pérdida de Luka Sucic modificó por completo el panorama: supuso el 0-1 y otorgó además al adversario licencia para taparse un poquito más, cosa que el propio Espanyol hizo de inmediato. 

La Real sufre

En ventaja y ante una Real a quien el gol recibido afectó sobremanera, el Espanyol cerró los caminos hacia Dmitrovic anclando al mencionado Pere Milla con Turrientes, blindando así la zona ancha y corriendo además con efectividad hacia Remiro, una vez robaba el balón. No es que el nuevo contexto dejara sin soluciones futbolísticas a los de Sergio Francisco: maniatados por dentro, exploraron vías más exteriores con Barrene, Marín, Sucic y Kubo alternándose en los carriles de fuera. Pero el mazazo psicológico del 0-1 tras un muy buen inicio dio pie a imprecisiones que pillaban al equipo demasiado abierto, con espacios excesivos entre futbolistas y escasas opciones para presionar tras pérdida. Los 25 minutos previos al descanso fueron un querer y no poder, suponiendo el 0-2 la vacuna definitiva. El mosqueo del personal durante el intermedio con el invento este de la Dance cam tenía toda su lógica: “Estando como estamos, como para ponernos a bailar ahora...”.

La Real empata

Sí, dejémoslo en que “la Real empata”, y evitemos el tentador “la Real reacciona”. Utilizar esta segunda opción supondría, al fin y al cabo, caer en las garras de los topicazos que rigen a menudo los análisis futboleros. Y en realidad lo que pasó el domingo en Anoeta fue que, para meterse en el partido, los txuri-urdin necesitaron de un error del adversario, igual que el Espanyol había aprovechado una hora antes una equivocación local. Los de Sergio Francisco ni siquiera habían amagado con reducir distancias. Pero El Hilali no pudo cortar un pase a Barrene y este aprovechó el regalo. Si el 0-1 había afectado a la propia Real, el 1-2 sumió a los pericos en un mar de dudas, porque en el fútbol no existe factor más potente que el gol. Enseguida llegaría el muy buen empate de Orri Óskarsson, cuya sociedad con un Oyarzabal más retrasado está dando sus frutos: mano a mano en Mestalla y diana el domingo.

Kubo, Oyarzabal y Gorrotxategi, durante la celebración del gol de Orri Óskarsson. Javier Colmenero

La Real no remata

La remontada se quedó a medias tras una recta final de partido en la que pudo pasar de todo y en la que la Real sí consiguió al menos conectar con la grada, propósito que había subrayado el entrenador en su rueda de prensa y que, en cierto modo, se completó sólo a medias. Porque los aficionados vibraron viendo al equipo derrochar espíritu y pensando en ese 3-2 que nunca llegó. Pero también se escucharon silbidos cuando vinieron mal dadas. Paciencia, por favor: un equipo en construcción la necesita.