El verdadero homenaje era ganar (3-2)
Un gol de Mariezkurrena en el descuento da el triunfo a una inconstante Real que despidió con los honores que merecía a Imanol
El mejor homenaje posible para un ganador nato como es Imanol era llevarse los tres puntos. Y no, no es para nada casualidad que fuese el último canterano en llegar quien le diese la victoria al técnico. Un resultado y unos recuerdos imborrables de una tarde preciosa que seguro que el oriotarra guardará como oro en paño. No quería homenajes, pero el cariño que le tiene su gente y el legado que deja son tan imponentes que era imposible que no afloraran todas las sensibilidades para tributarle una despedida como la que simplemente merecía o se había ganado, no solo por sus resultados, sino también por su carisma. Se va el mejor entrenador de la era moderna de la Real, quién sabe si de su historia, que ha marcado a tanta y tanta gente del club y de su entorno, del que no habla mal nadie, y lo hizo venciendo. Como casi siempre. Ese ha sido el secreto de su éxito. Que no ha parado de lograr triunfos para hacer más grande al club de sus amores.
Y eso que el partido fue un poco la demostración de que este año el patrón no ha logrado dotar de fiabilidad y consistencia a su nave, cuya fragilidad puso en seria duda el obligatorio triunfo final en Anoeta. Pablo Marín, su gran descubrimiento en el once de esta segunda vuelta, que también debutó a sus órdenes; Mikel Oyarzabal, su enorme y leal capitán; y el citado Mariezkurrena, el último futbolista salido de su querida Zubieta, dotaron de mayor sentido y de una simbólica justicia poética al adiós del técnico.
The last dance de Imanol en su estadio, ante su gente, fue tan emocionante como se esperaba. Una persona cuya figura trasciende al entrenador de éxito. El tercero con más partidos en la historia del club. El que nunca recibió un solo pito en Anoeta. El responsable de una época de máxima tranquilidad, estabilidad y paz social que, aparte de triunfal, se erigió en un oasis en el actual fútbol moderno, que no espera a nadie y que tiene la guillotina siempre afilada para llevarse por delante a cualquier inquilino del banquillo sin entender de tejidos. Algo que ha quedado demostrado esta campaña, que por supuesto se ha quedado muy lejos del “temporadón” que nos quiso vender un Imanol ya desgastado, cuyo mensaje ha ido perdiendo sustancia y contundencia con el paso de unos meses cero brillantes en comparación con los cursos anteriores.
Pero el resumen de este domingo, lo único que importaba de verdad, es que, aunque pudieses estar más o menos molesto con Imanol, querer que siguiera o entender que ya había consumido su esplendor en la hierba y no iba a lograr conducir a la Real a volver a tocar su techo deportivo al disputar unos octavos de final de la Champions después de celebrar años antes la Copa para siempre 34 años después, había que despedir a una leyenda viva txuri-urdin. Un técnico legendario, un hombre de bien y una persona que se ha dejado la vida por hacer más grande a unos colores que lleva grabados a fuego en el corazón. Uno de los nuestros.
Gran homenaje
El acto estuvo a la altura del personaje histórico realista que se despedía. Y Anoeta no falló, gracias a una muy buena y elaborada organización con un mosaico precioso en todo el campo, con su nombre, la Copa y cartulinas dándole las gracias. Cuando Imanol saltó al verde acompañado de Aperribay casi se cae el estadio. No era para menos. Después de recibir la insignia de oro y brillantes, el oriotarra volvió a hacer gala de su calidad humana acercándose a sus jugadores, a los que fue saludando uno a uno para animarles y para que les quedase claro que sin ellos no habría conseguido ninguno de sus logros.
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Fiel a su carácter, su personalidad y su fidelidad, el técnico quiso completar su particular último baile con su guardia pretoriana. Aparte de su pasillo de seguridad compuesto por Remiro, Zubeldia, Zubimendi, Brais y Oyarzabal, no podía faltar su nuevo intocable Pablo Marín. Traoré y Javi López fueron los laterales, con Aritz como segundo central y Kubo y Barrenetxea con la misión de prender la mecha por las bandas.
El ritmo del partido le vino muy bien a una Real que ha llegado al final de la temporada moribunda. Una cadencia más propia de amistosos de pretemporada o incluso de solteros contra casados, agravado por el calor que hacía al sol cuando echó a rodar el balón. Y como suele suceder en este tipo de encuentros que parecen bolos de verano pero que son oficiales, no tardaron en suceder cosas increíbles. Como que la Real marcara en un saque de esquina o que le pitaran un penalti a Kubo, de esos que le han fumado continuamente cuando había algo en juego. Una especie de consolación para que no nos quejemos tanto. Pero no somos tan tontos, sabemos lo que nos han vuelto a hacer esta temporada, con la guinda del atraco de Mánchester.
Barrenetxea fue el primero en probar a Krapyvtsov y en el saque de esquina, a los cuatro minutos, Pablo Marín cabeceó en plancha un centro medido de Brais. Zubimendi, al que se le vio muy motivado y con mando en plaza de nuevo, se internó hasta la línea de fondo, aunque su centro lo salvó un defensa cuando iba a marcar Oyarzabal.
El problema es que esta Real es blanda hasta en las despedidas y, en el primer ataque catalán, Stuani, un 9 de verdad, le cogió la espalda a Zubeldia y empató a centro de Asprilla. El mismo que propinó una patadita a Kubo en el tobillo que decretó como penalti Ortiz Arias. Oyarzabal no falló y volvió a poner de nuevo por delante a la Real. Por cierto, que la grada no celebró el gol como acostumbra bailando de espaldas al verde. ¿Le importó a alguien? No. Seguimos.
El japonés, que ya venía siendo lo único salvable en este calamitoso cierre de curso txuri-urdin, le puso bastante picante al duelo con su movilidad, su motivación y su calidad. Krapyvtsov le sacó un disparo cruzado poco después y, en el área de Remiro, otro centro de Asprilla lo remató forzado, aunque en posición inmejorable, Tsygankov.
Antes del descanso, Brais, que no paró de dejar detalles de talento, sirvió otra buena pelota que Zubeldia envió fuera con la testa. En el descuento, Kubo estuvo a punto de lograr uno de los goles del año con un voleón que obligó al meta visitante a firmar la parada de la noche; y un centro de Barrenetxea no lo convirtió en gol Oyarzabal desde muy cerca.
El Girona mueve
En la reanudación, cuando no había transcurrido ni un minuto, el Girona movió bien el balón, sacó a los dos centrales realistas de sitio, e Ivan Martín encontró una autopista desde el centro del campo para encarar a Remiro, a quien trató de sorprender con una picada que adivinó con intuición el de Cascante para detenerla con una buena mano. Poco después, el mismo protagonista obligó a hacer una buena estirada al meta.
El Girona estaba mejor, cuando combinaba desarbolaba por completo el entramado defensivo realista y, fruto de ello, con Zubeldia de nuevo desubicado, llegó el gol de Portu, a pase de Tsygankov. El exrealista pidió perdón casi uno a uno a todos los presentes. En ese momento los blanquiazules cayeron en la cuenta de que lo más importante del día era ganar y se lanzaron al ataque liderados por un brillante e inspirado Turrientes, que estuvo muy cerca de anotar en dos ocasiones.
Asprilla volvió a poner a prueba a Remiro antes de que, ya en el descuento, Mariezkurrena cargara su zurda al más puro estilo pistolero del Oeste para certificar el triunfo txuri-urdin, que, a pesar de no haber nada en juego, nos alegró sobremanera a todos por Imanol. Porque, conociéndole, la vuelta de honor al término del duelo no hubiese sido la misma.
Una noche de las que hacen Real Sociedad
Fue una noche para no olvidar, de las que hacen Real Sociedad. Anoeta honró a su soldado Imanol. No hay futuro para los clubes que no saben homenajear y despedir como se merece por engrandecer la leyenda de su escudo. Y este domingo la afición estuvo a la altura, con una grada de animación que ofreció un espectáculo impresionante en la segunda parte, más propio de un estadio argentino que de nuestro Anoeta, y con la mayor parte de los asistentes quedándose a la conclusión para devolverle el cariño por todo lo que nos ha dado en estos años. Así se empieza a curar las heridas.
Esto no es un adiós, solo un hasta luego. Porque Imanol nunca se irá de su amada Real. Su espíritu es tan grande que permanece. Uno de los nuestros. Eskerrik asko, don Imanol Alguacil Barrenetxea. Qué suerte hemos tenido de que nacieras en Orio, de que sintieras tanto a la Real y de que te convirtieses en un entrenador top. Te vamos a echar mucho de menos.