Muchas veces es recomendable meterte en la cabeza de un niño para entender mejor asuntos de vida o muerte como los de la Real Sociedad. Esta historia está basada en hechos reales. El sábado, una familia de donostiarras decidió llevar por primera vez a sus hijos, con los que viven en Madrid, a ver a los de Imanol en el Metropolitano. Gente de bien que ha conseguido que no se le desvíe ninguno a pesar de la permanente amenaza del diablo. Todos ellos aficionados txuri-urdin. Imagínense los nervios de tu primer partido. Hace poco estuve cenando con mi cuadrilla, salió el tema y todos nos acordábamos de cuál había sido nuestro estreno en Atocha, a pesar de que convivo con mucho chaquetero que con el paso del tiempo y de la noche a la mañana decidió que le gustaba más ganar que el sentimiento que genera el equipo de tu tierra. Que Dios les acoja en sus brazos.

Insisto, por un momento, pónganse en su lugar, con esa eterna espera a que llegase el sábado mientras se automotivaban con la esperanza de que era posible que la Real se metiera de lleno en la carrera por Europa logrando Imanol su primer triunfo en el Metropolitano. Que lo sepan, en tiempos de crisis, cuando vienen mal dadas, los chavales se siguen ilusionando de corazón. Esto también se incluye dentro de lo que significa Real Sociedad.

El caso es que, tras entrar en el estadio, alucinar con el monumental escenario y aplaudir a sus ídolos cuando saltaron al campo, les vieron encajar los tres goles en cinco minutos. La decepción fue tan grande, acompañada de la algarabía de una grada que no es de las que más respeta a nuestros colores, que provocó que decidieran abandonar el campo a los 20 minutos. No vieron ni el cuarto tanto.

Yo me imagino a uno de los críos preguntándole a su padre: “Aita, ¿y cómo es posible que nos haya metido todos los goles Sorloth, que jugaba en la Real?”. La famosa pregunta que se quedó atrapada en el tiempo sin respuesta. Tiene delito encontrar un delantero que en su primer año pasa problemas para adaptarse, pero cumple, y que en el segundo, a pesar de que le tienes todo el verano haciéndole esperar con el consiguiente mosqueo acumulado al sentirse ninguneado, nos mete en la Champions gracias a sus dianas. Y después de ser uno de los extranjeros con ofertas importantes de otros clubes que deja más claro que su intención es por encima de todo quedarse en la Real, de la noche a la mañana, aparece vestido de vikingo con la camiseta de un rival directo: el Villarreal. Me imagino el gabinete de crisis. ¿Y ahora cómo explicamos esto? Eureka, ya se me ocurre, vamos a decir que pedía el oro y el moro, que sus pretensiones iban a hipotecar las cuentas del club y, con el apoyo de nuestros medios afines, seguro que cuela y lo olvidamos rápido. De esta manera intentaron que sucediera. El fútbol es así. Aunque a veces parezca que no, una mentira repetida muchas veces no se convierte en verdad. ¿Cuánto va a querer cobrar un internacional noruego que ha sido el máximo realizador para entrar en la Champions? ¿Igual que el canterano que acaba de llegar al primer equipo o como los del vagón que más perciben, sin ser jamás el que más? ¿Que quería cinco años? Será porque la Real no firma contratos largos y Sorloth no era ya una apuesta segura de rendimiento inmediato…

“En fin, hijo, no te hagas mala sangre. Mejor así”. Pero imposible no darle vueltas cuando solo seis realistas han marcado más goles en más de 50 partidos que el nórdico en media hora a la propia Real. El sábado imagino que hubo gente en Monpás que sobrevivió a tirarse porque cayó sobre blandito al haberlo hecho otros seguidores que se lanzaron antes.

Querer no es poder

Nadie discute que los jugadores de la Real no quieren, ni pone en cuestión su profesionalidad, pero deben entender que sus números no son de recibo. Cómo explicar a un niño que un equipo que el año pasado jugaba como los ángeles y que incluso tuteó a los dos finalistas de la Champions, PSG e Inter, ha caído en picado hasta el punto de llevar puntuación casi de descenso en la segunda vuelta. Y aquí no se libra ninguno, son todos responsables de una hecatombe que, dicho sea de paso, nadie vio venir, por mucho que los más agoreros ya criticaban el curso pasado sin demasiados argumentos porque el equipo acabó entrando en Europa a falta de una jornada y después de llevarse los tres puntos en una final disputada en el Benito Villamarín.

Me lo comentaba un buen amigo, directivo de otro club, “a esta Real se le ve colapsada. Su gran problema siempre ha sido una cuestión de expectativas. No se puede apuntar tan alto cuando no tienes la certeza de lograr los objetivos. La Real juega a algo que no transmite”. Y para cerrar la conversación, me lanzó una pregunta muy curiosa: “¿Pero por qué dice el presidente que no ha hablado con más entrenadores, si le pueden desmontar el chiringuito? Ya te digo yo que al menos con uno sí hablaron”. Bueno, no creo que a nadie le pueda sorprender que las mentiras siguen a la orden del día en el planeta fútbol… “¿No será mejor decir que contrastamos una idea que teníamos con la opción de casa y al final se llegó a la conclusión de que era mejor Sergio Francisco y así no mientes?”. Y que nadie se equivoque. Yo con Sergio Francisco a muerte, no sé de nadie que le conozca que no se haya alegrado y que no le considere preparado, pero si me lo acepta, le daré un consejo para su aterrizaje en la ida. “Confía siempre en lo que ves, nunca pierdas de vista tu espalda”.

Yo soy de los que estaba plenamente convencido al final del curso pasado de que Imanol era el entrenador ideal para esta Real, o más bien que continuaba siéndolo, de los que consideraba que era un auténtico disparate la espera para renovar o no que se iba a demorar y de los que piensa que nos esperan tiempos duros porque la herencia de Imanol y todo este final, entre tóxico e inaceptable, va a dejar unas secuelas muy amargas…

Concepto Real Sociedad

Y eso que algunos seguimos teniendo muy claro el concepto Real Sociedad, mantenemos los pies en el suelo y, como suele repetir un buen amigo y tocayo mío, “a mí incluso me apetece pasar un año tranquilo, sin el estrés de competir en Europa y con un partido por semana”. Veremos lo que opina cuando nos toque jugar por quinta vez en lunes. Aquí las hemos visto de todos los colores. Desde el desesperante equipo “y si”, con el que se hacían las cuentas soñadas e imposibles para ascender cuando estábamos podridos en Segunda, hasta el nuevo lema que ha acompañado a este exitoso proyecto, con un lustro de clasificaciones europeas y un título 34 años después, “lo mejor está por llegar”. Las bolas de cristal nunca funcionan en el fútbol, si no estaríamos rodeados de millonarios que acertaban todas en las quinielas.

Lo único que vale de verdad es el juego. Espero que ningún realista esté perdiendo el tiempo anteponiendo su futuro, porque eso sí que no tendría perdón. Confío de verdad en que se centren en exprimir al máximo la carambola que les permita regresar a Europa. Y si no lo quieren hacer por ellos, ni por Imanol, porque desde que ha dicho que se va no han dado más que pena a pesar de declarar que querían agrandar su leyenda, que lo hagan por los niños. Por los de aquí y por los que son de la Real en otras ciudades y tienen que sufrir muchos lunes tristes en el colegio. No sé si les dará para sellar el pasaporte, pero lo único que les pedimos es que no nos hagan más daño y que ganen los dos encuentros que tienen esta semana en casa ante el Celta, que siempre ha pretendido ser la Real y ahora le ha superado, y el Girona. Quién te ha visto y quién te ve. Con lo que tú has sido Real… No más lágrimas. ¡A por ellos!