La Real Sociedad inició el año 2025 sufriendo una flagrante injusticia federativa. Le obligaron a jugar en lunes frente al Villarreal, esperando luego una eliminatoria de Copa contra el Rayo que los vallecanos encararon con tres días más de descanso. Ardió Troya, y con razón, pero las reacciones al desbarajuste de los horarios alcanzaron extremos poco recomendables, afectando de lleno al análisis de un encuentro que tampoco tuvo mucha historia en lo físico... Pasaron de ronda los txuri-urdin (3-1) sin que el asunto de la fatiga influyera en exceso, porque el propio Rayo cambió a ocho titulares respecto a su anterior compromiso, y porque la Real venía de un parón navideño, de los dieciseisavos en Ponferrada y de una posterior semana limpia. El relato de aquel encuentro, en cualquier caso, ya estaba escrito de antemano. Y, como ganaron los nuestros, se habló entonces de hazaña y de épica.

Ocho semanas de locos

Ahora, dos meses y 17 partidos después, disputados todos cada tres o cuatro días, el cansancio ya no vende, lo cual nos viene a situar en algo así como el mundo al revés. El 16 de enero, viniendo como veníamos de un período tranquilito, todo eran preocupaciones respecto al aguante realista frente al Rayo. Y a 10 de marzo, después de las ocho semanas más duras en 115 años de historia, nadie repara ya en la paliza que lleva encima la plantilla. Podríamos establecer muchas y variopintas teorías para explicar esta innegable doble vara de medir. Desgraciadamente, yo me tengo que quedar con la más triste, la que dice que vende más la polémica que el propio fútbol. Mientras el morbo se encontraba en su día en la cacicada de Tebas, ahora reside en la mala racha del equipo, significando el atenuante físico un enemigo frontal para los pirómanos con ganas de generar el mayor incendio posible.

El rival también juega

La Real perdió el domingo contra el Sevilla, y todo lo que no sea criticar, pedir dimisiones y señalar culpables significa estos días ser un blando que traga con todo. No importa que los hispalenses llevaran sin competir desde el sábado 1, cuando el cuadro txuri-urdin lo había hecho el domingo 2 y el jueves 6. No importa que el equipo de García Pimienta apostara en Anoeta por un once de auténticos atletas (1,85 de estatura media), muy similar al que tanto se destacó del Manchester United (1,86) tres días antes. Y no importa tampoco que el rival aterrizara en Donostia después de cuatro meses sin encajar una derrota terrenal: cayó el 9 de noviembre ante el Leganés y desde entonces sólo ha perdido otros tres encuentros, frente a Atlético, Madrid y Barcelona. Obviamente, la txuri-urdin es una escuadra de élite a la hay que pedir en consonancia. Pero esa exigencia debe resultar siempre coherente con las circunstancias y con la dificultad del contexto. Porque el equipo arrastra el tute que arrastra. Y porque los adversarios, por muy malos que nos parezcan y por muy poco que se nos expongan, también trabajan, entrenan y preparan sus cosas.

Dos partidos en uno

Hablando este lunes en antena con mi buen amigo Yon Cuezva, de Radio Marca, me dice así, de sopetón, que se está tachando a Imanol de inmovilista. Y claro, yo al escucharlo casi me caigo para atrás. Gustará más o menos el míster. Se estará a favor o en contra de su continuidad. Pero hay cosas que van más allá de lo opinable y que atienden ya a hechos demostrables. Alguacil va a tener que salir un día con dos defensas, un pivote y siete delanteros para que la gente se dé cuenta de las alternativas que maneja, pues al parecer lo del domingo no resultó suficiente. Su Real, pese a conservar el habitual 4-3-3, apostó ante el Sevilla por un paradigma ofensivo muy distinto, con Sergio y Becker como extremos a pierna natural siendo destinatarios de envíos directos a la espalda de la zaga visitante. Pudo y debió valer para adelantarse, antes del enésimo error previo a un gol en contra y antes también del frustrante atasco final. Este se prolongó por espacio de minutos suficientes como para que el personal se hartara ante tanta impotencia... Pero no podemos ni debemos olvidar que esos tipos de blanco y azul están bastante más cansados que nosotros.