Así era imposible ganar al Madrid
El equipo realista no completó un mal partido ante el coloso blanco pero falló en la definición y contundencia en las área, en el bajo rendimiento de sus estrellas y cayó víctima un arbitraje nefasto
Lo comentábamos la víspera: para ganar al Real Madrid había varias cuestiones en las que era vital no fallar. Desgraciadamente, la Real no estuvo a la altura en ninguna de ellas. O simplemente fue superado por el vigente campeón europeo que aterrizó en Anoeta con un once plagado de rotaciones, pero muy físico para contrarrestar a los locales y controlar el duelo con la intención de sentenciar la eliminatoria en su estadio. La intención de Ancelotti estaba muy clara desde el principio y no admite ninguna discusión que le salió todo redondo.
Contundencia en las áreas
La Real comenzó muy bien el partido. Generó varias ocasiones ayudada por un ambiente extraordinario que pareció llevarle en volandas. Pero su empuje duró muy poco y, como declaró Zubimendi al término del choque, “esto se trata de meterla”. Para ser justos, minutos antes de ponerse por delante en su primera ocasión, el Madrid ya había equilibrado la balanza y el dominio territorial. El gol del Madrid es un error garrafal de Zubeldia que no tira el fuera de juego y se encuentra corriendo a la par de Endrick diez metros por detrás de sus compañeros de la zaga.
La consigna estaba clara, acertar en las, supuestas, pocas ocasiones, y hacerse fuerte atrás y conceder muy poco. La Real generó hasta diez buenas opciones para marcar, que no es una mala cifra y que tiene un enorme mérito, pero no acertó, sobre todo porque Lunin estuvo a un nivel excepcional, y el Madrid aprovechó el error del 5 y luego incluso pudo hacer más en otro balón en largo frontal que se tragaron los centrales al propio Endrick cuyo disparo escupió el larguero. O en otra acción fatalmente defendida, que acabó en un disparo de Bellingham que se envenenó tras tocar en Zubeldia y que obligó a hacer un paradón extraordinario a Remiro. El resultado o la consecuencia de la eficacia suele ser determinante, más aún cuando enfrente tienes a un ogro de semejante calibre.
Ningún jugador marcó diferencias
A pesar de la derrota y de que en el gol duda, Remiro acabó siendo el realista más destacado y salvó las pocas opciones que le quedan a la Real para acceder a la final con tres paradas magníficas. Sobre todo una a Bellingham. Del resto de jugadores de campo, el único que destacó fue Barrenetxea. Zubeldia y Aguerd, este a pesar de su excelsa salida de balón en varias jugadas, no estuvieron finos en su tarea principal, que es defender. Al menos los laterales sí cumplieron. El rendimiento de Zubimendi, Brais y Sucic fue insuficiente y arriba, Kubo se dejó la vida sin mucha suerte y Oyarzabal, que volvió a evidenciar que no es un 9 en dos acciones en las que no llegó al remate cuando eran balones de empujar, tampoco estuvo fino en la definición.
Ganar al Madrid así, sin la mejor versión de tus estrellas, se convierte en una quimera. Aunque todos esperábamos a Aguerd y Sucic, si no estaban al 100% había otros jugadores como Aritz o Olasagasti que quizá se habían ganado una oportunidad de semejante calibre.
Sobreexcitación
Al término de la ida de la semifinal contra el Mirandés, Imanol realizó unas sorprendentes declaraciones en las que afirmaba que “el recibimiento de la afición le había venido mal al equipo”. Lo decía por un exceso de presión. Lo mejor de la noche de ayer, con diferencia, fue lo bien organizado y lo estupendo que salió la acogida de la hinchada txuri-urdin. Con un ambiente extraordinario, son ningún incidente y con una pasión desbordada.
Seguro que este clima dio alas al equipo para que arrancara muy fuerte, con esas tres ocasiones en los primeros cinco minutos, pero también pasó factura a los jugadores cuando comenzaron a chocarse con el pétreo muro madridista y ser superados por el vigente campeón de Europa.
Todo eso se agudizó después del violento larguero de Endrick minutos después de la parada de Lunin a Oyarzabal al inicio de la segunda parte. El Madrid marcó el ritmo a su gusto en ventaja, algo en lo que son unos maestros, y la impotencia y la decepción se fue propagando entre los realistas en el campo y sus aficionados. El ambiente bajó muchos enteros y por momentos hubo hasta silencios, algo inesperado para todo lo que se había vivido antes del inicio y durante los primeros minutos, con un estadio encendido.
Aunque Labaka declaró en la previa que la gente está contenta con el equipo, sí que resulta inquietante que este año se ha perdido bastante conexión grada-equipo.
El árbitro
Como adelantábamos este jueves, el arbitraje de Sánchez Martínez ha pasado completamente inadvertido en Madrid donde incluso algunos se han venido arriba y no han dudado en elogiarlo. Es simplemente lo que buscaban con una campaña tan impresentable como estratégica. El murciano acabó sacando de quicio a los realistas. Desde luego en el vestuario no recordaban una actuación tan parcial y desesperante sin un penalti o una jugada trascendental de por medio. Pocas veces se ha visto gesticular tanto a Imanol y a sus jugadores con las continuas faltas que les pitó en su presión y las que dejó de señalar al borde del área visitante.
Los realistas no pudieron reprimir s indignación y su decepción delante de los micrófonos. Hasta su técnico fue claro en la ETB: “Su actuación no fue decisiva, pero, en mi opinión, no merecíamos un arbitraje así”. Su criterio dificultó la presión txuri-urdin, y el técnico aseguró que le hubiera gustado “que al revés tuviera el mismo criterio, pero no ha sido así”. “En cualquier caso, la actuación arbitral no está en nuestra mano, y sí el partido que hemos hecho”.
Oyarzabal reconoció que el arbitraje de Sánchez Martínez le causó “un poco de rabia cuando todas las pequeñas decisiones crees que caen de un lado. Al menos es un árbitro con el que se puede hablar, con el que se pueden intercambiar palabras, creo que eso también nosotros lo agradecemos”.
Adiós a Reale: Anoeta cambiará de nombre
Brais Méndez fue quizá el más explícito: “Ha estado un poco inclinado hacia un lado, con mucha faltita, mucho parar el partido... No es el fútbol que queremos ni el que nos gusta jugar. Esto no puede ser en una semifinal. El arbitraje no ha sido determinante porque no hemos acertado, pero cada decisión dudosa se ha señalado para el mismo lado. Las faltitas eran para un lado sí y para el otro no. Lo que en otros partidos se para, hoy no se ha dicho nada”.
Y Martin Zubimendi prefirió explicarlo con pocas palabras: “No hemos podido jugar el fútbol que a mí me gusta”.