No dejará nunca grandes titulares, pero al final, Xabi Prieto tenía razón. Muchos lo olvidan con el tiempo y le elevan a los cielos de igual manera que los que de verdad valoramos y disfrutamos siempre de su fútbol, pero el donostiarra también sufrió muy malas épocas con un sector de la afición que no le perdonaba ni una. “Xabi Quieto, cómo va a ser el capitán con esa voz, no mete la pierna, no hace nada”… Sí, sí, no se hagan ahora los locos ni miren para otro lado. Todos hemos tenido cerca a algún insensato que le señalaba sin compasión, remordimiento o respeto. Aunque luego también llorara en su preciosa y emocionante despedida. Sabemos lo que hicisteis. A ver si aprendemos de una vez por todas a cuidar a los nuestros. Más aún cuando ya son leyendas. Y si tengo que recordarlo todas las semanas para que entren en razón, no tengan ninguna duda de que se van a aburrir de leerlo.
A lo que iba. Como ya he comentado alguna vez, Xabi Prieto, que aparte de un extraordinario futbolista siempre ha sido un fenómeno, me comentó cuando nació mi hija que ya no iba a ser tan contundente en mis críticas. Es cierto, la paternidad te ablanda y, sobre todo, te hace diferenciar en su justa medida las cosas importantes de la vida. Y el fútbol, a pesar de que trato de no desenamorarme como Jagoba Arrasate por la porquería que lo mancilla a diario, créanme que ahora ya he madurado y sé de lo que hablo (me divierte hasta escribirlo), es lo más importante de las cosas menos importantes de la vida. Eso sí, la pasión con la que vivo los encuentros de mi Real a vida o muerte como el de esta noche no me la va a quitar nadie.
La amiga de Kafka
Hace poco leí una historia preciosa de Franz Kafka, muy parecida a la de James Barrie, autor de Peter Pan, que narró de forma preciosa la película Descubriendo Nunca Jamás. Cuentan que el atormentado escritor, que nunca se casó ni tuvo hijos, se encontró con una niña llorando porque había perdido su muñeca preferida. Los dos se pusieron a buscarla sin éxito y Kafka le prometió que al día siguiente volvería para seguir colaborando en batida.
A pesar de que seguían sin recuperarla, para consolarle, el novelista le entregó a la niña una carta de la muñeca que decía “por favor, no llores. Hice un viaje para ver mundo. Te escribiré sobre mis aventuras”. De esta manera, y siempre según la bonita leyenda, se inició una historia que se prolongó hasta la muerte de Kafka.
Cuando estaban juntos, el bohemio no dejó de leerle cartas de la muñeca con aventuras y conversaciones que a la niña le parecían adorables.
Un día, Kafka le compró un nuevo muñeco, pero no le convenció demasiado a su amiga: “No se parece en nada a mi muñeca”, le replicó. El escritor reaccionó rápido y le contó en otra carta, en este caso del nuevo juguete, que “mis viajes me han cambiado”. La niña no le dio más vueltas y se marchó a casa toda contenta. Solo meses después falleció y mucho tiempo más tarde, la niña que ya era una mujer, encontró una última misiva dentro del muñeco: “Todo lo que amas probablemente se perderá, pero al final el amor volverá de otra manera”.
Importante moraleja: “Aprende a aceptar el cambio. Es inevitable para el crecimiento. Juntos podemos convertir el dolor en asombro y amor, pero depende de nosotros crear consciente e intencionalmente esa conexión”.
Una Real menos fiable
Estamos todos de acuerdo con que la Real no es la misma que la del curso pasado. Que es mucho menos fiable y regular, y que su temporada no deja de estar representada por dientes de sierra. Y así es muy complicado enganchar y enamorar, sobre todo cuando las expectativas marcadas por el propio club eran mucho más ambiciosas y optimistas de las que nos cuentan ahora. El nuevo libro de Jokin Aperribay ha traído consigo bastantes cambios que, aparte de que está quedando bastante claro, porque lo reconocen ellos mismos, que algunos jugadores todavía no están preparados a día de hoy para competir al más alto nivel, quizá se haya puesto de manifiesto que la afición tampoco lo estaba para digerir un bajón en el rendimiento. No será la misma muñeca que con realistas que no me apetece recordar para no hacer de menos a los que representan el nuevo muñeco.
Lo digo como lo siento, después de todo lo que hemos pasado, de tener una Generación Perdida que se pasó muchísimos años sin paladear el aroma de una buena noche copera, me parece increíble que tengamos que volver a recordar las señas de identidad de una competición que no entiende de tejidos ni de resultados anteriores. En la que solo existe el presente y te exige competir a cara de perro porque solo va a salir vivo uno del ring.
Ganas o pierdes, es un no va más y en eso, esta Real, por mucho que haya cambiado y se haya convertido en irregular, es una más del juego. Capaz de lo mejor y de lo peor, tal y como lo ha acreditado esta misma temporada.
'Realada' de las buenas
La Copa ha forjado su leyenda en las páginas heroicas que han escrito campeones inesperados. Y no solo los vencedores, equipos que han pasado a la historia por llegar lejos cuando nadie daba un duro por ellos. Les aseguro que ninguno de los protagonistas legendarios por sorpresa sabía lo que le aguardaba a la vuelta de la esquina, pero el éxito de todos ellos tuvo seguro un denominador común: la fe y la confianza en sus posibilidades. Manifestar que no hay nada que hacer en la Copa porque los grandes se mantienen en liza es de club pequeño y perdedor. Y que quede claro, para mí hacer una realada es volver a tumbar gigantes para viajar a Sevilla acompañada por fin de tu mayor activo, tu gente. Y ahí, bien arropado, cuidado…
No voy a recordar quién rescató al club en esta competición, porque aunque esté de moda restarle méritos, me parece que eso sí que lo tenemos todos claro. Ahora bien, es la hora de los jugadores de verdad. De que les pinchen y salga sangre. De que demuestren un carácter indomable con espuma en la boca para saciar su espíritu de venganza. De poner en evidencia a todos aquellos que no confían en ellos para alcanzar horizontes de grandeza.
Venganza por haber hecho llorar a su gente, en la semifinal más increíble e injusta que se recuerda en la Copa ante el Mallorca. Sin olvidar incluso, la goleada en cuartos ante el Betis en un año en el que estaba claro que quien pasara iba a celebrar el título. Se lo recuerdo yo por si acaso, esto es Anoeta y en noches como estas no puede salir vivo ni Dios.
Queremos ser campeones
Y mucho menos aún Osasuna, que les ha ganado dos veces esta temporada sin ser mejor, solo aprovechando los regalos realistas. Para esos que no le dan tanta importancia al único, he dicho bien único, torneo al alcance de la mano de esta Real, aclararles que el origen de la amargura que se respira actualmente en torno al equipo tiene su origen en el bajón de los penaltis ante el Mallorca. Y en sobrevivir como pudimos la Tabarra que nos dieron con la final. Para ganar la Copa siempre tienes que eliminar a un gigante, como lo hicimos en el Santiago Bernabéu en el 3-4. Ahora bien, esto es la Copa, aquí se entra al campo y, como decía siempre un pragmático Rafa Nadal hay dos opciones ganar o perder. Demostremos que estamos hechos para plantar cara a cualquiera o para afrontar y soportar la derrota. No lo olviden, el muñeco no es lo mismo que la muñeca, pero tenemos que aprender a quererle igual.
Los más jóvenes no tendrán ni idea de qué canción es, pero muchos hemos crecido con ella. Y a mi hija Lucía le divierte acabar la frase a su manera. Yo le canto “Tigres, tigres, leones, leones (los animales eh) todos quieren ser”… Y ella remata, riéndose con su cara de sorgina, diciendo, “amigos”. Esta semana se lo he dejado muy claro: “Campeones, lo que queremos todos es ser campeones. Nada de amigos”. ¡A por ellos!