Imanol siempre ha sido un entrenador que no le ha tenido miedo a nada. Como Luis Aragonés, que siempre rechazaba el concepto Pupas para denominar a su Atlético de Madrid, porque cuando era jugador lo ganaron todo salvo la Copa de Europa y le discutían los títulos a los dos gigantes, el técnico no tiene ni idea de lo que significa el término realadas. O los maleficios que le contaban que sufría el equipo en varios estadios donde nunca se había ganado. O incluso la mancha negra que mancilló el escudo del equipo durante casi un cuarto de siglo en la Copa del Rey. El oriotarra ha manifestado una confianza absoluta en sus plantillas hasta el punto de convencerles de que eran capaces de ganar a cualquiera y en cualquier escenario. Y, por mucho que haya un sector, desgraciadamente cada vez más amplio y, lo que es peor, más vehemente, que le discute no se puede poner en duda que en su lustro triunfal lo ha conseguido.
La Real nunca había perdido con Imanol en Pamplona. Ahora que vienen mal dadas, la derrota de este pasado domingo por 2-1 pareció como si produjera el efecto contrario. Como si estuviera desandando pasos. Igual está perdiendo esos poderes con los que logró hacernos tan felices. Lo peor de todo es que la Real no fue inferior a Osasuna a lo largo de los 90 minutos, pero la falta de tino en las dos áreas le condenó a una nueva decepción, la segunda consecutiva con los rojillos, que visitarán Anoeta el jueves en los cuartos de la Copa. Como ya sucediera en el partido de la primera vuelta, los pamploneses aprovecharon que cuentan con un 9 específico y determinante para marcar la diferencia. Y la Real, que sigue con su angustiosa sequía realizadora, con unos registros paupérrimos más propios de un candidato al descenso, volvió a fallar más que una escopeta de feria cuando fue superior y, como la defensa no le puede sostener todas las jornadas, esta vez le condenaron los fallos de su portero y sus dos centrales. Probablemente su triángulo más seguro y fiable esta temporada.
La mejor noticia del choque fue que Óskarsson volvió a ver puerta e incluso estuvo cerca de lograr otra diana tras un gran desmarque. Hay esperanzas. Si está recuperado de sus molestias, ha llegado la hora de, ahora sí por méritos adquiridos, apostar fuerte por él y de construir el equipo en base a él. Porque el gran problema de este año ha sido y es su grave falta de gol. El resto son mucho menores…
La unidad A Como se esperaba, después de presentar un once revolucionario ante el PAOK con la intención de que descasaran los titulares, regresó el equipo A. Javi López ocupó la plaza de un renqueante Aihen. Olasagasti sentó a Brais, lo que debería ser determinante para que renueve incluso antes del partido de Copa, y arriba, junto a los intocables Kubo y Oyarzabal, esta vez entró Barrenetxea. Es decir, el tridente mágico que deslumbró a Europa en la Champions. Como no podía ser de otra manera, la suplencia de Óskarsson, después de firmar un doblete y de estar cerca de lograr otros dos ante los griegos, levantó muchas críticas. Con dos atenuantes, uno que se retiró el jueves tocado y podría tener su oportunidad en el duelo más importante de la semana, que se celebrará a vida o muerte el jueves ante el mismo rival pero en Anoeta. El técnico quería dos extremos puros en la banda y con solo una vacante en la delantera, su elección la tiene muy clara: el capitán.
En total, nueve cambios respecto al encuentro europeo, en un claro intento de Imanol por dosificar y tener piernas frescas en un duelo de máxima exigencia como siempre son los de El Sadar. En frente un Osasuna que acumulaba nueve jornadas sin ganar, aunque fuese una estadística cuestionable, ya que seis partidos acabaron en empate.
Esta vez la Real entró bien en el partido. Tras un inicio dramático con el balón maltratado por los aires, fueron los realistas los que lo domaron y trataron de imponer su juego de posesión. A los doce minutos, Oyarzabal rompió a la zaga por el centro gracias a un gran desmarque, que leyó muy bien Zubeldia, pero se escoró demasiado como para definir con su pierna mala a pesar de estar la portería vacía, su centro lo acabó rematando Olasagasti, pero no lo pudo colocar entre los tres palos. En la tercera oleada del mismo ataque, el 16 alcanzó la línea de fondo y su pase de la muerte lo recogió Barrenetxea, que dejó en el sitio a un Areso que salvó el gol al propinarle un claro y manifiesto golpe en la cara. Lo increíble es que en el fútbol actual, con los manotazos absurdos y mínimos que se pitan, no castiguen con penalti un golpe claro y voluntario con la mano que impide que un jugador pueda poner por delante a los suyos. No se puede entender. Y es lo de siempre, al árbitro de campo, aunque pueda y deba controlar esa actitud chulesca porque es bastante probable que esté haciendo el ridículo y no lo sepa, se le puede escapar, pero al del VAR…
En el minuto 26, con la Real como clara dominadora, Kubo puso un córner en el segundo palo, cabeceó Zubimendi y el disparo de Zubeldia se estrelló en Oyarzabal, a quien no le dio tiempo a quitarse. El propio capitán cruzó demasiado su chut poco después cuando tenía a Kubo completamente solo para empujar la pelota a la red.
Lo malo es que este equipo es mucho menos fiable. Muchas veces recibe un golpe a la primera y su mandíbula de cristal le condena a desplomarse a la lona. El gol de Budimir, un 9 de verdad, de los de toda la vida, vino precedido por dos errores de Sucic, con sendas pérdidas inaceptables, y otros dos de Remiro. Aunque le pueden hacer falta, el meta primero falla en la salida y después le meten el disparo casi sin hueco y por su palo. A partir de ahí desapareció la Real y Osasuna, que hacía sangre a la espalda de la zaga, casi hizo el segundo en disparos de Oroz y Areso.
Casi al final, Barrenetxea no llegó a centrar en un buen pase de Kubo, en un córner claro que también le fumó el árbitro, y Oyarzabal no pudo aprovechar un buen centro de Javi López al volear muy forzado lejos de los tres palos.
Reacción
En la reanudación la Real salió fuerte a por el empate. Zubimendi, que se hizo grande en la segunda parte, desperdició dos buenas oportunidades para centrar y Kubo se topó con Herrera tras recibir un gran servicio de Javi López. En el rechace, Barrenetxea volvió a ser arrollado cuando intentaba rematar sin portero bajo palos. Lo malo es que cada aparición de Budimir era un quebradero de cabeza para los centrales. El croata volvió a sorprender a Zubeldia y cuando entró en él área se dejó caer de forma tan escandalosa como lamentable. Por alucinante que pareciese, Ortiz Arias, con una visión perfecta de la jugada, no dudó en decretar penalti. Hubo ataques de risa en la grada cuando repitieron la imagen en los videomarcadores. Terrible.
Nada más entrar, en la primera pelota que tocó, Óskarsson se llenó de balón después de haber hecho un desmarque perfecto que leyó a la perfección Sucic con un toque de calidad marca de la casa. Lástima que la saque a relucir con tan poca continuidad…
Zubimendi no encontró portería tras un buen servicio de Oyarzabal antes de que, una vez más en un saque de banda que pone en evidencia la actitud y la concentración del equipo entero, Aguerd se tragó la pelota, Rubén García tuvo tiempo para prepararse el balón, frenar y ver el desmarque de Budimir, que no perdonó el segundo.
En el descuento, casi sin tiempo, Óskarsson logró su tercera diana de la semana al estar donde suele estar el 9 y aprovechar un perfecto centro de Becker. Otro más, como el del primer gol del jueves.
Tres meses después, Osasuna volvió a celebrar una victoria. Lo hizo ante una Real que parece decidida a recuperar su espíritu de equipo aspirina. El conjunto realista sigue perdiendo demasiados encuentros que da la sensación de que podía ganarlos perfectamente. Son muchos tropiezos inesperados, demasiados lunes tristes… Lo único bueno es que el jueves Osasuna visitará Anoeta y la revancha estará servida.
Todo lo que sea vencer y meterse en las semifinales de Copa de nuevo, sí, como el año pasado, borrará una vez más de nuestras cabezas lo sucedido ayer en Pamplona. Pero son demasiadas decepciones para un equipo que es cero fiable y que cuando recibe un gol sabes perfectamente que habrá perdido la opción de llevarse el triunfo. Un solo golpe es capaz de noquearle. No tiene el carácter suficiente como para rebelarse y remontar. Lo saben hasta los propios jugadores y un entrenador que últimamente mueve muy poco su corsé táctico para buscar soluciones. Y así, verdaderamente, es imposible soñar en grande…