El Madrid arrasa con todo. Resulta impresionante constatar todo lo que ha logrado el club ganador por antonomasia. Aunque la Copa Intercontinental suene a algo monumental, lo cierto es que la final quedó un poco empañada por la baja calidad de un Pachuca que era un invitado inesperado a la cita y que sería un mitad de tabla para abajo en la liga española. La mejor demostración es que nadie lo celebró. La fórmula de este campeonato ha sido un fracaso rotundo, como lo corrobora que apenas fue seguida en el mismo Madrid. Nada comparable a la famosa final de Boca Juniors, que se disputó un gélido 28 de noviembre de 2000 por la mañana hora local y los bares de la capital se quedaron pequeños para contemplar la extraordinaria exhibición de Riquelme antes de recalar en el Barcelona. O seguro que estuvo relacionada su actuación para tumbar al eterno rival y su posterior aterrizaje en la Ciudad Condal, en una arista novedosa de lo que solía hacer el Madrid que, en lugar de abordar al jugador que destrozaba a su archienemigo, normalmente iba a muerte a por el que le había derrotado. Es decir, un ejemplo, el propio Riquelme. O Drazen Petrovic. O Ronaldo el bueno…

Ganar tanto tiene que ser aburrido. No hay más que ver que en esta ocasión nadie acudió a La Cibeles a festejarlo. Es curioso, porque la gran mayoría piensa que el Madrid cuando lograba una gesta siempre ha rendido culto a la diosa identificada en el panteón griego con Rea, madre de los dioses olímpicos y símbolo de la tierra y la fecundidad, sobre un carro tirado por leones (Atalanta e Hipómenes). Pero en realidad, el primero que celebró ahí un título, concretamente el de la Recopa de 1962 ganada en el desempate a la Fiorentina, fue el Atlético. A los pobrecillos, que les tienen oprimidos y les quita todo el abusón de su hermano mayor, se les ocurrió la idea porque su sede estaba en la cercana calle Barquillo. Luego se conformaron con adorar a Neptuno, que se encuentra un poco más abajo de La Castellana.

Tampoco tuvo nada del Madrid la siguiente comparecencia ciudadana en la plaza de Cibeles, ya que sucedió en plena madrugada cuando Butragueño intentó emular a Oyarzabal y le dio el pase a España a cuartos de final del Mundial 1986 tras imponerse 5-1 a la favorita Dinamarca. Ya fue después de esa imprevista celebración cuando el club blanco adoptó la idea e hizo suya la Cibeles.

Bueno, muchos también se piensan que en Bilbao celebraban la enorme cantidad de títulos en blanco y negro y con balón cuadrado que alcanzaron con todo el mérito del mundo sacando la famosa Gabarra, que muchos confirmaron por fin que existía el año pasado, y la primera vez que la botaron fue en el doblete con Javier Clemente en la primera parte de la década de los 80.

Alderdi Eder

Los realistas somos más nuestros y no teníamos nada pensado más que abarrotar Alderdi Eder y recibir por las calles a nuestros campeones, a los que trataron como tal a pesar de su subcampeonato, en 2003, cuando más de 10.000 realzales invadimos Vigo con el sueño de sumar nuestra tercera Liga. Todas en color, por supuesto. La ciudad olívica siempre será para nosotros esa fuente de sentimiento, orgullo, pasión y, desgraciadamente, de lágrimas. Por la sencilla razón de que para una generación entera se nos escapó de la yema de los dedos la Liga con la que todos soñábamos al no haber podido disfrutar de los dos campeonatos de 1981 y 1982. 

Los que estuvimos allí jamás lo podremos olvidar, no he sentido una pena tan grande en el fútbol en mi vida ni probablemente la volverá a sentir, pero de todo se aprende. Imagínense la tragedia de la semifinal de la Copa ante el Mallorca multiplicada por una cantidad con muchos ceros detrás. Incalculable. Para mí más incluso que el descenso que, queramos o no, se fue cocinando a fuego lento y cuando se consumó ya casi lo habíamos digerido. 

La competitividad de Zubimendi

Me lo contaba un entrenador que tuvo en sus filas a Zubimendi cuando era un niño y ya se encontraba en la disciplina txuri-urdin. Cuentan que, como la gran mayoría de sus compañeros que están hechos de otra pasta sobre todo en mentalidad, llevaba fatal la derrota. Hasta el punto de que cuando caían, reconocido por el propio Martin, se pasaba varios días sin hablar ni con su aita. Tras ser eliminados con claridad en un torneo por el Madrid, el entrenador, con talante conciliador y positivo, dijo a sus pupilos: “Pues tendremos que entrenar más”. Aunque al de Ulia creo que no le convenció demasiado al instante, ese es el espíritu de Zubieta, el trabajo. La insistencia, la repetición, el progreso colectivo e individual, el grupo, el sentido de pertenencia, el soñar con ser jugador de la Real antes que futbolista… La única fórmula que existe para no rendirse jamás y sentirse capaces de todo. Prefiero contarlo así que como lo hace Aperribay al que le gusta repetir que “tenemos que ser los mejores del mundo de lunes a viernes”. Porque para mí suena como un órdago a la grande más propio de exagerados vecinos que distorsiona la verdadera realidad. El barro, el esfuerzo y el trabajo. El día a día. “He crecido con la importancia de entrenar mucho y bien. Desde el entrenamiento están la mejora y la conquista, no desde una zona de confort, y luego los jugadores definen. La relación de ver la persona que hay en el jugador también es muy importante. La mejora de la persona automáticamente mejora el jugador. Luego están las mejoras físico-tácticas, en eso hago mucho hincapié. Y luego hacer grupo, porque esto no es tenis. Esa metodología de entrenamiento constante y exigente y la idea de juego que tengo y el cuidado de grupo, yo soy ese, es mi forma de trabajar, sin atajos”. Me contó el mismo entrenador con label, sello y pasado en Zubieta. Y yo se lo compro, me convenció.

¿Que ganas? Lo celebramos todos felices porque nada llena más que ganar con el equipo de tu corazón. ¿Que empatas? A trabajar duro porque nuestra ambición es insaciable, siempre vamos a querer más y no estamos tan lejos del triunfo. ¿Qué pierdes? A entrenar más porque nuestra historia es cíclica y tarde o temprano volvemos a codearnos con los más grandes y a veces hasta les ganamos. Esa es la teoría del próximo año. Feliz 2025 a todos, pero sobre todo a la Real, porque nada nos une y nos hace más felices a sus aficionados, a los guipuzcoanos y a los valientes que aman estos colores siendo de fuera. Primer deseo para Año Nuevo: se busca fuente para celebraciones… ¡A por ellos!