La prensa, los futbolistas y sus relaciones. Siempre ha sido una cuestión que ha tenido su morbo y su intríngulis. Y eso que ahí están personajes como Luis Enrique para desmitificarlas y afirmar que con un plumilla solo se puede tener una amistad de conveniencia, y en el fondo siempre tendrá algo de cierto porque quieras o no nos hace perder un punto más de objetividad en el análisis. Esto es como todo en la vida, no vas a ser igual de condescendiente cuando lo ha hecho mal un jugador que siempre te ha tratado bien que con otro que ha tenido algún feo contigo y no te relacionas. El que lo niegue está faltando a la verdad y al que lleva tiempo en la profesión le sobran los ejemplos para confirmarlo.
Luego están las relaciones entre las estrellas y sus compañeros. Quien más o quien menos siempre ha estado interesado en cómo confraternizan en el vestuario dioses como los Messi y compañía. Pero por su manera de ser y su aparentemente antagónica formación personal, siempre me ha llamado mucho la atención la amistad que mantuvieron Maradona y Valdano.
Prensa, estrellas y futbolistas. Los metes en una cocktelera y sale la maravillosa anécdota que contó un día Valdano de la apuesta que le ganó Diego durante el Mundial del 86: “Después de los entrenamientos solíamos quedarnos sentados en el suelo a hablar un poco para pasar el tiempo. Las charlas no tenían nada de extraordinario. Lo único que rompía la monotonía era la presencia de los periodistas que nos esperaban (sobre todo a él). En esas, Diego dijo con desgana: Míralos. Son todos tuyos, le contesté por decir algo. A ninguno le gusta el fútbol, siguió. Para alentar la conversación, elegí el otro lado del ring: Mentira, podemos discutir si saben o no, pero gustar les gusta a todos. ¿Qué nos jugamos a que no y cómo hacemos para saberlo?” preguntó Valdano. Diego imaginó un método que me llamó la atención por su originalidad y creí aceptable como prueba casi científica. Se trataba de hacer caer un balón en medio del enjambre periodístico. Si lo devolvían con el pie, ganaba yo; si lo devolvían con la mano, ganaba él. Acepté la apuesta”.
El resultado del experimento me deja sensaciones enfrentadas no esperadas: “Diego se levantó despacio, agarró un balón y con esa precisión exagerada que tiene y que no sé por qué pero siempre me provocó risa, la depositó en el medio del grupo en cuestión. Hubo un alboroto como del hormiguero pateado, un forcejeo del que sacó ventaja el más decidido y después de dar tres o cuatro pasos rapiditos para dejar en claro quién había ganado el pleito, un hombre nos devolvió el balón con las dos manos, haciendo una especie de saque de banda”.
A un periodista con alma de futbolista frustrado como yo, que se ha pasado la vida con el síndrome del balón perdido cada vez que ha pasado cerca de un parque o un campo de fútbol para devolverlo con el pie, por supuesto, intentando dejar un mínimo sello de calidad, no le representa el sacador de banda. Y resulta complicado de entender siendo Argentina un país tan futbolero y canchero.
No creo que en Gipuzkoa pasara lo mismo. Y conociendo a mis compañeros de profesión estoy convencido de que el 90% la devolvería con el pie. Pero bueno, quizá ha llegado la hora de entender que aquí vivimos el fútbol con más pasión y vocación que en otros lugares.
Seis canteranos ante el Betis
Mientras preparaba el duelo ante el Conquense me dio por consultar quién había sido el mejor jugador de su provincia. El máximo realizador es Kike García, el delantero del Alavés que dejó huella en Eibar. Cuenca es una de las 14 provincias (incluyendo Ceuta y Melilla) que no ha tenido aún representación en Primera División, aunque para ser justos, hay que matizar que su población no llega a los 200.000 habitantes. Es decir, un poco más que Donostia.
Podemos felicitarnos porque, aunque nos dé igual ser distintos y no pretendamos serlo, somos unos auténticos privilegiados. Poco ha trascendido, pero cuando más comenzaban a resonar los gritos cercanos que denunciaban que Zubieta pintaba poco en el proyecto, en un duelo clave de Liga ante un rival directo, Imanol alineó el domingo a seis jugadores nacidos en Gipuzkoa. Y en total fueron diez los realistas que han pasado por el filial los que participaron en la victoria ante todo un Betis.
Me lo decía un amigo reconvertido, una de esas cosas que solo suceden en Sevilla, que ha pasado de ser más verdiblanco que Lopera a ser el mayor antiBetis porque no puede ni ver a su actual directiva (imagino que en cuanto se vayan se volverá a meter otro chute de sentimiento en forma de recuerdos y recuperará el amor por sus colores): “No os dais cuenta, pero con los futbolistas que tiene la Real debería estar más arriba. Pero os empeñáis en jugar con canteranos que no los conoce nadie y que no dan el nivel”. Como buen realista, mi respuesta fue tajante: “Es que nosotros creemos en esto. Nos gusta ganar, por supuesto, pero queremos hacerlo con gente de la casa en el equipo”. Por eso, aunque fue un encuentro de chichinabo, la gran mayoría de los hinchas blanquiazules disfrutamos de la convincente primera eliminatoria ante el Jove Español. Y por el mismo motivo de vez en cuando, sin exageraciones ni angustias, nos gusta ponernos a contar soldaditos de casa cuya evolución seguimos con la misma ilusión del que cultiva con mimo un bonsai.
"Todos los partidos con esta camiseta son igual de importantes"
Como dice Imanol, “todos los partidos con esta camiseta son igual de importantes”, por eso los miembros de la unidad B, cuyo germen se encuentra en Zubieta, están obligados a tomarse el duelo ante el Conquense como si fuera la final de México que disputaron Maradona y Valdano. Concretamente de la misma manera que lo afrontan los jugadores de los clubes de menor categoría. Como decía el entrenador del Salamanca en la arenga antes de su duelo del martes frente al Celta: “Llevamos mucho tiempo esperando a este encuentro. Hoy es un día para que os acordéis de todas las personas que os han ayudado a llegar hasta aquí, hacedlo por ellos. Cuando veáis que no podéis más, haced ese esfuerzo porque ellos lo han hecho por vosotros durante todas vuestras vidas. Luchad por vuestros padres, vuestra familia, vuestros amigos, vuestras novias… ¡Por ellos!”.
Y tienen razón, el fútbol es imprevisible. Nunca sabes cuál es la noche que cambia el signo de tu carrera. Valdano siempre decía que el partido en el que más nervios había sentido, por encima del decisivo en el Mundial, fue en una promoción con el Alavés.
Cuando recibió la pelota del maldito e improvisado saque de banda del ya defenestrado por la profesión periodista deportivo, el exmadridista se defendió como pudo: “Pobre tipo, le dio vergüenza alcanzarla con el pie por ser vos Maradona”. La respuesta del 10 no tuvo desperdicio: “Si yo estoy en una fiesta en casa del Presidente de la Nación con un smoking y me llega una pelota embarrada, la paro con el pecho y la devuelvo como dios manda”. “Y Dios manda devolverla con el pie supongo. Lo siento, periodistas, pero nunca más apuesto por ustedes”, concluyó la anécdota Valdano.
Menos mal, porque hace mucho tiempo que es uno más de nuestro equipo. En Cuenca o en la final de La Cartuja, la que juega es la Real y muchos hubiésemos dado muchas cosas por defender su camiseta solo por un día fuese donde fuese. Hacedlo también por todos los que soñamos con eso, ¡a por ellos!