Vale. De acuerdo. Aceptamos que estamos en la jornada 6, que queda muchísimo, que el equipo se encuentra en construcción, que el verano ha sido muy complicado, que la dirección deportiva no ha hecho los deberes a tiempo y que nada volverá a ser como antes sin Robin y Merino, pero... El comienzo de la Real está siendo dramático. Sin gol (solo Getafe y Valladolid han marcado menos), sin juego, sin ideas y con la gran mayoría de sus jugadores a años luz de su mejor estado de forma.
Llegó a decir Jokin Aperribay en su último mitin, tras la presentación de Aguerd y Óskarsson, que estaba “contento” de que el equipo hubiese empezado con dificultades. “Lo peor que les podría haber pasado a estos jóvenes es que todo les pasase fácil desde el principio. Porque para llegar lejos hay que sufrir, hay que trabajar y porque en la vida no hay nada fácil”. Igual los que no estábamos preparados para este inesperado sinvivir éramos nosotros.
Otra derrota más
La Real también ha caído en Mallorca después de completar otra actuación tan lamentable como preocupante y, con los cuatros puntos sumados en seis jornadas y la posibilidad real de caer a puestos de descenso si no se gana en Valladolid el sábado, ya tenemos nombre para el primer capítulo del nuevo libro del presidente: 'El miedo'.
Por si fuera poco, pese a todos los males que arrastra el equipo en este inicio, lo más inquietante es que a sus jugadores les ha dado por regalar goles con el consiguiente agravante de que sigue sin marcar un gol al arcoíris. A Oyarzabal no le hace ningún favor arriesgar su tobillo para jugar de inicio cuando se le nota muy lejos de su mejor nivel y ver sentados juntitos en el banco a los dos soldaditos de 20 millones cada uno simplemente causa angustia por lo que está por venir. El Mallorca ha hecho lo justo, ha provechado el regalo y se ha llevado los tres puntos con justicia y sin apuros.
Y eso que Imanol parecía tenerlo claro. En ningún momento iba a reconocerlo públicamente, pero su vestuario había manifestado ganas de vendetta. Algunos de sus jugadores no habían podido reprimir sus ansias de revancha cuando se les preguntaba sobre el tema. Les tenían muchas ganas al Mallorca, como es lógico. Una cosa es clasificarse para la final de la forma que fuese, es decir en buena lid, y otra muy distinta no saber ganar y ensañarse de forma cruel con la excusa de que un realista les había mandado callar (Merino). Su decisión ha sido alinear a ocho futbolistas que lloraron la dolorosa eliminación. Siete de ellos canteranos, que tampoco pintaba mal cuando supuestamente pretendes sacar a reivindicar tu orgullo y tu sentimiento.
En la zaga ha sorprendido la entrada de Aritz de lateral, al tiempo que Aihen ha recuperado su plaza en el lateral izquierdo nueve meses después de su grave lesión. Turrientes ha sido la novedad en la medular, donde se ha mantenido Sucic, y arriba, la mayor sorpresa con Sergio Gómez, que ha vuelto a actuar en posición adelantada, junto a Barrenetxea y Oyarzabal. El capitán ha reaparecido solo doce días después de salir en camilla del campo en Belgrado y la federación le fletaba un avión privado para regresar a casa sin más dilación con un parte médico de un esguince de “alto grado”. Mientras, Óskarsson se quedaba viendo vídeos en el banquillo.
Pero las famosas y declaradas ganas de venganza se han quedado en el limbo nada más saltar al terreno de juego. En el pasamanos ya se ha visto incluso sonrisas que no se correspondían con los mensajes provenientes del vestuario. Tampoco hay que dedicarle más tiempo al tema, porque hay otro mucho más grave y es que a esta Real le falta mucho fútbol y simplemente no tiene pegada.
La peor primera parte de la temporada
Los últimos 25 minutos de la primera parte han sido de largo lo peor de la temporada y eso que el listón estaba muy alto. O mejor dicho, muy bajo. Un equipo plano, aburrido, tedioso, previsible, sin imaginación y con varios futbolistas fuera de forma que siempre la pedían al pie. Por si fuera poco, una vez más, y por segunda vez en cuatro días, uno de sus jugadores ofensivos, en esta ocasión Barrenetxea, ha regalado un penalti al sacar una mano de forma incomprensible cuando ha ido a presionar un centro de Samu Costa. Así es imposible.
Y eso que la Real no ha empezado mal con un buen disparo de Sergio Gómez, que ha atajado en dos tiempos Leo Román, y con una vaselina sin fe de Barrenetxea a pase de Zubimendi, que también ha desviado como pudo el meta local. A partir de ahí, el Mallorca se ha colocado mucho mejor y ha comenzado a dominar la situación sustentado en que ha ganado muchos más duelos individuales ante un visitante plomizo, lento, sin gracia y sin recursos.
Darder, que ha sido su jugador más destacado, ha probado a Remiro tras amagar el centro. Mojica, que le ha exigido mucho más a Sergio Gómez que vivecersa, no ha controlado la fuerza en un centro que no ha podido rematar Larin; y, poco después, el mismo protagonista no ha llegado a remachar un saque de esquina de estrategia que ha prolongado Raíllo. Tras quince minutos irreconocible y en la lona, Barrenetxea ha sacado el brazo y Cordero Vega ha tardado cinco minutos en señalar un penalti que se vio desde la Bahía de La Concha.
Segunda parte, mismo guion
En la segunda parte, los locales han estado más cerca del 2-0 y han hecho sufrir mucho en los centros a una Real que ha perdido muchos centímetros y poderío aéreo. Prats, Larin con un gol anulado, Raíllo y Muriqi, ambos en sendos cabezazos, y Darder, que ha campado a sus anchas, han estado cerca de aumentar diferencias. Enfrente solo Sucic ha demostrado que podía empatar. El croata ha generado mucho peligro con cuatro disparos, pero ha vuelto a no tener suerte. Aunque ojo con esa zurda, que promete alegrías importantes... Otra gran demostración ha sido su asistencia a Óskarsson. Lástima que su finalización no ha encontrado portería.
Y se acabó. Decía Cañizares en un reportaje hace poco que un gran equipo herido se convierte en mucho más peligroso. Como la Real no lo es, se ha quedado a años luz de vengar el maldito recuerdo de la Copa. Ni rastro de la rabia y el orgullo por el alma herida. Solo un equipo en construcción que sigue sin encontrarse a sí mismo. Y el tiempo pasa y los vagones se escapan, y solo podemos agarrarnos a la fe para creer que, a pesar de todas las dificultades, Imanol será capaz de crear otro proyecto ganador y que el segundo capítulo del libro se llamará 'Próxima estación: esperanza'...