Todo se cuestiona cuando la pelotita no entra y la Real Sociedad encadena partidos sin ganar, cosa que tampoco creo que sea exclusiva del entorno txuri-urdin. El día a día en el fútbol viene marcado por la falta de paciencia y por el resultadismo, en cualquier club y para cualquier afición, aunque en clave blanquiazul sorprende que esto llegue a afectar al crédito de un entrenador con el bagaje que arrastra Imanol. Se ha llegado a hablar del futuro del oriotarra ante el hipotético caso de quedar fuera de Europa, cuando el indicador más importante sobre si su etapa está terminada o no habla de que la era del actual míster puede presumir de una salud de hierro. La señal inequívoca de que así sucede reside en lo cristalinos que sus futbolistas convierten sobre el campo los planes previos que él ha trazado sobre la pizarra. Porque la Real jugará bien, mal o regular, pero siempre deja más que claro cómo quiere ganar. Por ejemplo, este sábado ante Las Palmas.
Arrancó el partido y el pistoletazo lo dieron los canarios presionando como lo hicieron, arriba y dibujando un 4-4-2 ante el que los nuestros supieron cómo ponerse las botas: interiores fuera, Oyarzabal al carril del 10, Becker bien pegado a la otra banda... Los primeros diez minutos significaron un festival de conexiones por dentro para, o bien buscar el pase directo a un rematador, o bien enviar en profundidad al propio Becker (trabajado su mano a mano con Sinkgraven) y que fuera este quien asistiera. No llegó el premio del gol tempranero y, como esto es Primera División, máximo nivel, Las Palmas supo cómo ajustarse para tapar las rendijas detectadas y abrir a la Real otras puertas por las que los blanquiazules tenían menos posibilidades de entrar. Sin embargo, el juego es tan caprichoso que, en una acción a balón corrido (los visitantes se habían autocorregido sobre todo a la hora de apretar los reinicios de Remiro) se reprodujo el panorama del arranque. Muy bien Turrientes recibiendo orientado y lanzando a Sheraldo. Gol.
El de Surinam agradeció los contextos en los que Mármol no pudo echar una mano a su lateral, y martirizó a este convirtiendo en sobresaliente su propia inclusión en el once. Pudo terminar de sentenciar el duelo en el arranque de la segunda mitad, dentro ya de un encuentro en el que el calor reinante, la energía escaseante y un nuevo ajuste canario bajaron las revoluciones. Vista la acción del 1-0, apostó García Pimienta en el intermedio por dejar a Moleiro con Turrientes, con lo que las conexiones interiores perdieron fuelle, igual que la magnífica presión ejecutada hasta entonces por los blanquiazules. En ese punto, tocó juntarse, aguantar y defender más atrás tres puntos de gran valor.