Cuatro años después, la Real Sociedad se encuentra a las puertas de una nueva gran final de la Copa del Rey. Conviviendo con la triunfal trayectoria de Imanol desde que está en el banquillo, parece que es hasta normal alcanzar un hito de este calibre. Pero conviene recordar que no es así. Solo tres semifinales en este siglo, una robada ante el Barcelona y otra superada con nota ante el Mirandés al ganar los dos encuentros.

El partido llega en mal momento para la Real. El triunfo en Mallorca en partido de Liga lo cogieron con alfileres muchos debido al mal juego y a que solo se logró derrotar a un rival en inferioridad desde el descanso con un gol in extremis de Merino en un balón a la olla. Frente al Villarreal se confirmaron los malos presagios y las malas sensaciones. Esta Real sin Oyarzabal y sin 9 empieza a hacer aguas por todos lados. Sin Barrenetxea pierde el desborde por una banda, lo que provoca que le defiendan entre tres a Kubo; Brais, Merino y hasta Zubimendi se encuentran lejos de su mejor versión; y si el muro central compuesto por los centrales y Remiro empieza a tener lagunas la preocupación empieza a adquirir tintes dramáticos.

Pero todo lo que hemos vivido estos días, con los más exagerados agoreros hablando de fin de ciclo y demás, primero, se compensa ampliamente con el recital de exhibiciones con las que disfrutamos al inicio de curso y, segundo, quedan relegadas a un papel absolutamente secundario porque en un encuentro de este calibre, un todo o nada de 90 minutos, poco importa todo lo que haya sucedido antes. Incluso aunque juegue en casa una final a partido único el hecho de haber perdonado varias ocasiones en la ida provoca que se espere un duelo reñido sin que ninguno de los dos rivales acepte de buen grado el cartel de favorito. Pero a nadie se le escapa que la Real parte en ventaja por el factor cancha.

Anoeta se prepara para vivirlo juntos, como siempre, y debe ser un duelo histórico a las puertas de la próxima y última estación llamada Gloria.

Imanol cuenta con Oyarzabal, que se entrenó ayer, pero no con Barrenetxea. La duda radica en si el capitán entrará en el once porque lleva más de tres semanas de baja con el consiguiente bajón de forma, mientras que el extremo se queda fuera por el calambre en la espalda que sufrió el viernes. En el resto del equipo no habrá novedades. Remiro, Traoré, Zubeldia, Le Normand y Javi Galán en la retaguardia. Con el trío magnífico en la medular compuesto por Zubimendi, Merino y Brais. Y arriba, Kubo, la gran esperanza, junto a André Silva y un creciente Zakharyan.

El Mallorca viene de completar un buen encuentro en Vitoria, donde estuvo mucho más cerca de la victoria que de la derrota. Es un equipo muy físico, fuerte, con muchos centímetros y que lleva todo al límite del reglamento. Hoy seguro que solivianta a la grada de Anoeta al incomodarle a su equipo el poder desarrollar su fútbol habitual. Muriqi ya ha vuelto a ser su mayor peligro.