No fue un partido para el recuerdo. La Real Sociedad no nos deleitó con una de esas actuaciones memorables que sí ha ofrecido en la Champions e incluso en la Liga. Pero la puesta en escena txuri-urdin en La Rosaleda también se ajustó, a mi entender, a esa expresión tan relativa que habla de “jugar bien”. Para calibrar las prestaciones de un equipo hay que tenerlo todo en cuenta: lo que plantea el rival, lo que se ha trabajado previamente, las herramientas tácticas utilizadas y, por supuesto, la ejecución sobre el campo. Faltó un punto de precisión en esto último, tanto a la hora de definir como de dar el último pase, y por ahí puede explicarse esa sensación bastante generalizada de que la escuadra blanquiazul no tuvo su noche. Sin embargo, todo lo que hizo en Málaga durante los 50 minutos iniciales vino a recalcar la seriedad con la que plantilla y cuerpo técnico se toman la Copa del Rey. Los futbolistas mostraron una actitud adecuada, ideas claras y un nivel técnico que, aun lejos de su tope, debió valerles para sentenciar.

Las imágenes adjuntas muestran cómo el rival planteó un 4-4-2 de bloque medio-bajo ante el que la Real supo siempre alternar vías de ataque. Imanol allanó desde la pizarra varios caminos ofensivos que el equipo buscó con convencimiento, y gracias a ello se completó un inicio de encuentro repleto de acercamientos, buenas presiones tras pérdida y dominio casi total. Sí, el Málaga tuvo la suya, pero a nadie le habría extrañado un 1-3 al descanso, vistos los merecimientos de uno y otro. El gol txuri-urdin llegó luego, tras el intermedio y a balón parado, y dio inicio a una fase muy distinta de partido, con el rival arriesgando ya en busca del empate y generando un contexto de duelos y disputas en todo el campo. A los guipuzcoanos hay que ponerles en el debe que no fueran capaces de enganchar ninguna contra previa a la oportunidad de Oyarzabal: lo cierto es que perdieron ahí el control del encuentro. Pero, aunque suene contradictorio, al adversario siempre le tuvieron bien controlado. Los acercamientos del final, más que sustos, fueron ligeros sobresaltos...

Ese epílogo de partido, algo movido en el área de Marrero, no puede condicionar los análisis hasta el punto de hacernos perder la perspectiva. La Real firmó un partido de los de verdad, bueno por momentos y más disputado en otros, y se clasificó para sus sextos octavos de final de Copa consecutivos, que se dice pronto. Ha ganado ya sus doce últimas eliminatorias ante rivales de inferior categoría y, aunque últimamente no las supera con brillantez, siempre lo hace desde lo más importante, un comportamiento respetuoso con el escudo y con una competición otrora secundaria.

1- POR BANDA IZQUIERDA. Ante el 4-4-2 que formaba el Málaga en fase defensiva, un dibujo muy centrado en tapar las vías interiores, la Real tuvo claro que atacar por fuera significaba una buena opción. Desde la izquierda lo intentó dando altura a Merino para que este fijara a un central y conectando con Barrene desde Aihen. Las recepciones del lateral navarro forzaban al extremo local a salir a por él y liberaban al propio Barrene.

2- POR BANDA DERECHA. La fórmula de la izquierda sirvió para llegar a línea de fondo con Barrene o Merino. La de la derecha, mientras, generó varios ataques profundos de Odriozola y buenas situaciones en el vértice del área para Brais y Zakharyan. Imanol apostó (imagen) por centrar al ruso al carril del 8, proyectar a Odriozola y bajar a Brais prácticamente a la base de las jugadas, para hacer dudar al rival y generar buenas superioridades en la zona.

3- CONECTAR POR DENTRO. Zubimendi fue pieza clave para intentar conectar con dentro. Al ser él el teórico libre, la Real le buscó como tercer hombre a la espalda de la primera línea de presión rival. Imanol también activó (imagen) salidas de tres con el pivote como tercer central y Zakharyan-Barrene ubicados en un espacio clave, a la espalda del doble pivote local. Los txuri-urdin consiguieron hallar a ambos.